Después del debate
Anoche hubo debate, y hoy los medios afines pregonan que ganó este o el otro. Ya sabíamos que era una puesta en escena, y a fuer de sincero tengo que decir que vi el comienzo y como la cantinela ya me la sé me puse a ver un par de capítulos de The Wire, una serie que me pasaron en dvd y que confiesa que es ficción de verdad; y yo la prefiero a la verdad de ficción. Quedan casi dos semanas de campaña y desde luego no pienso acudir a ninguna convocatoria de las que los partidos hacen a los culturos. En todo caso, tengo mi voto decidido -o mi no voto, eso es cosa mía- y no me creo con ninguna autoridad para dictar a la gente qué debe votar, o si debe votar en blanco o abstenerse.
Cuando era más joven, feliz e indocumentado, mostré apoyo a alguna fuerza en una elecciones (de lo que me arrepiento, y a lo hecho, pecho), pero a estas alturas me molesta que me den lecciones de democracia, por lo tanto me abstengo de darlas. Otra cosa es llamar la atención con propuestas civiles sobre temas importantes, pero en unas elecciones todo el mundo es mayor de edad. Los dirigentes están en otra onda, y los que ahora no lo son quieren subir a ese carro, si no no se explica que se gaste un dineral en campañas electorales cuando ya todo el mundo tiene claro su voto (llevamos cuatro años de campaña), y tampoco se explica que los jefazos del G-20 ocupasen en Cannes habitaciones de 30.000 euros la noche, cuando se supone que pasaban casi todo el tiempo reunidos tratando de salvar al mundo (o a los marionetistas que los mueven). Y aunque no venga a cuento: me asombró saber hace unos años que las suittes de Ritz parisino cuestan alrededor de 6.000 euros, y si ya eso es una burrada, me pregunto qué tiene una habitación de hotel en la Costa Azul para que se pague por ella el equivalente a cinco millones de pesetas. Estas cosas son las que hacen que uno prefiera ver series americanas en lugar de a R&R. Tienen más ritmo televisivo, dónde va a parar.
y ese traspaso comenzó en los años sesenta, lo que dio lugar al movimiento hippie y aquello de «haz el amor y no la guerra», que quedó reflejado en la ópera-rock Hair, de la que es muy conocida la canción Aquarius. Se decía en los años setenta que en cuarenta años acabaría el tránsito, por lo que ya hay quien habla de que esa idílica Era Acuario entraría definitivamente el 21 de diciembre de 2012, cuando otros aseguran que se acabará el mundo según los muchos agoreros habidos (Nostradamus, el calendario maya, la Gran Pirámide…) y sus intérpretes. A la espera de esta nueva era nacieron movimientos como el New Age, pero yo es que no veo por ninguna parte esa concordia y esa nueva escala de valores positivos que anunciaban. Nadie escucha a nadie, los dirigentes se vuelven locos por intereses personales, como el primer ministro griego, que por una jugada política personal puede hacer volar a Europa por los aires, hay agresiones sin justificación (ninguna la tiene, pero algunas se hacen por mero deporte). Es decir, está ocurriendo todo lo contrario de lo que llevan cuarenta años anunciándonos, y los más entusiastas de estos asuntos ya empiezan a cambiar el discurso, y de ser un nuevo tiempo de paz y armonía se están sumando al milenarismo del fin del mundo. Para colmo, en Canarias nos estalla un volcán.