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UD: La marca de nuestro corazón isleño (*)

(He actualizado el artículo que publiqué con motivo del anterior ascenso de la UD Las Palmas, en junio de 2015. No he podido escribir nada nuevo porque la UD Las Palmas es un sentimiento inmutable).

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Es una evidencia sociológica que la UD Las Palmas es una seña de identidad canaria que nació en Las Palmas de Gran Canaria a mitad del siglo pasado, y la mitad del tiempo ha militado en la máxima categoría. Durante la segunda mitad del siglo XX, el equipo amarillo fue ganándose un prestigio de buen fútbol, que tuvo su mayor brillo a finales de la década de los sesenta y casi toda la de los setenta. Son leyenda los nombres de entonces, sobre todo los prematuramente desaparecidos Guedes y Tonono, junto a una serie de nombres canarios personificados en Germán Dévora, aunque los que vivimos aquella época podemos decir de corrido las alineaciones de los distintos periodos, que se unieron a la época de los argentinos, que se acomodaban perfectamente al fútbol pausado y técnico propio de nuestra tierra.

 

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También están en la memoria legendaria de todo un pueblo, entrenadores que supieron entender la esencia del fútbol que aquella mítica escuadra practicaba: Vicente Dauder, Miguel Muñoz, Pierre Sinibaldi, Pacuco Rosales, Quique Setién, y sobre todos ellos el faro de la epopeya, Luis Molowny, macerador de una selección juvenil campeona de España que fue más tarde la base de los días de mayor gloria del equipo y que él dirigió con mano maestra. Conviene recordar la historia para que se entienda que la camiseta amarilla, además de entusiasmo, merece respeto, un sagrado respeto.
Si la UD es un sentimiento amarillo y azul que abarca todo el archipiélago canario y lo trasciende, en Gran Canaria es un estandarte en el que se sienten representadas centenares de miles de personas, la isla entera, incluidas aquellas que no son muy futboleras. Todos recordamos a nuestras abuelas o madres, que generalmente nunca vieron un partido y desde luego no sabían lo que es un fuera de juego, que todos los domingos por la noche nos preguntaban «¿Cómo quedó Las Palmas?» Eso significa que la UD no es simplemente un equipo de fútbol. Es nuestra marca, que no ha surgido de un gabinete de diseño, sino del afecto depositado por muchas generaciones isleñas, especialmente grancanarias. La UD Las Palmas es la encargada de pasear por todo el mundo nuestro nombre, nuestras ilusiones y nuestra idiosincrasia convertida en una manera especialmente bella de jugar al fútbol, que medio siglo más tarde bautizarían como el tiqui-taca, cuando la Selección Española encadenó tres grandes títulos, y que, como bien señaló el entonces director del diario deportivo As Alfredo Relaño, no fue un invento reciente porque ya jugaba así genéticamente la UD Las Palmas de los años sesenta.

Ha cambiado mucho el fútbol no solo en las canchas sino también en la estructura y organización de sus ligas y equipos; pero esas cosas son, la una estrategia deportiva, la otra burocracia. La UD Las Palmas sobrepasa todo eso; sigue siendo un símbolo identitario sin discusión posible porque no es racional; es un sentimental latido que forma parte de la alegoría y la respiración de una isla. No se puede pasar por encima de tanta memoria apasionada, y por eso hoy, cuando el equipo amarillo y azul vuelve a la Primera División, llamada hoy Liga Santander, hemos vuelto a ver saltando al césped del Gran Canaria a todas aquellas leyendas que se forjaron en el viejo Estadio Insular. Dentro de otro medio siglo, las generaciones futuras rememorarán al entrenador Paco Herrera y a los Valerón, Viera, al «Chino» Araujo  (artífices del último ascenso antes de este), a García Pimienta, al equipo actual, con Viera a la cabeza, y a todos los demás jugadores actuales como la imagen congelada del último y esperemos que definitivo ascenso. Para la ciudad y la isla tener un equipo en la máxima categoría supone una inyección ilusionante de moral, pero también es un impulso económico indudable, que vendrá a ayudarnos a combatir los desafíos económicos, laborales y sociales que tenemos delante y que, además, coinciden con el comienzo de una nueva singladura política. Por encima de todo eso, que es sin duda muy importante, está el orgullo de una sociedad que hoy se mira de otra manera; ha subido su autoestima y sabe que el empuje de tantos años y tantos sueños ha conseguido un objetivo que nos une porque se lo debíamos a nuestra historia colectiva. La UD Las Palmas es la memoria de lo que fuimos y de lo que somos, y para el futuro es nuestro mejor logo, porque es la marca de nuestro corazón isleño. Gracias por el esfuerzo y felicidades.

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A ver qué dice Casimiro

 

Enfilada la última semana de campaña electoral, tengo la impresión de que, quienes van a ir a votar, tienen en su mayoría decidido el voto. Así que lo que escuchamos no es más que ruido. Aunque en determinada institución vuelvan a gobernar los mismos, en las semanas e incluso meses venideros van a producirse relevos, debates sobre quién y cómo pero el qué seguirá ignorado. Habrá partidos políticos que tirarán de la manta según les convenga para tener poder en unas instituciones a costa de sacrificar su representatividad en otras, pasando por encima de los votos recibidos. Otros harán más ruido y se declararán piedra en el camino de los que gobiernen, y se reproducirá el ruido cada vez que alguien trate de remover cualquier asunto que ha permanecido igual toda la vida, o se rasgarán las vestiduras cuando el adversario trate de hacer algo que ellos han hecho sin que nadie les chistara.

 

 

Así pasará el tiempo, sonarán las trompetas del Apocalipsis que anuncian el fin de los tiempos y luego puede incluso que pacten algunos acuerdos que les convengan a ellos, argumentando que es por el interés general. En lo que se refiere a Canarias, no gobernarán quienes tengan más apoyos, porque la pugna la deciden unos pocos diputados que se habrán conseguido con un pequeñísimo porcentaje de votos, lo que durante décadas hicieron los de Asamblea Herreña independiente. Ahora lo han maquillado con una lista adicional que abarca toda la comunidad, pero es más de lo mismo. Antes decidían los Padrones Herreños, ahora gobernará quien diga Casimiro Curbelo. Hemos pasado del Padronato al Casimirato.

 

En resumidas cuentas, la ciudadanía está harta de que se vayan todas las energías en discutir procedimientos y que luego nada cambie a favor de la gente. Es como si las fuerzas políticas y las instituciones tuvieran en las alturas una partida de un juego muy entretenido para ellos y para las grandes corporaciones que se reparten la influencia y el poder en la política pública y en eso que llaman sociedad civil. Ni se atiende a las necesidades más básicas de esta tierra, ni se abordan con valentía asuntos que son vitales para nuestra supervivencia: demografía, desigualdad, amenazas veladas de países vecinos. No acabamos de estar seguros de si cualquier gobierno central (en eso, todos hacen los mismo) nos va a usar un día de estos como moneda de cambio.

 

Todo esto podría ser de otra manera si no hipnotizaran a la población con la ignorancia programada, a base de festejos, laminación de planes de estudio que enseñen a pensar y discursos triunfalistas cuando, ni siquiera todos los que tienen trabajo pueden comer. Solo importa llenarlo todo de turistas, que, a este paso, no sé dónde van a meterlos. Y como guarnición hay una permanente campaña de desprestigio de la cultura que ennoblece al ser humano. En España la palabra cultura siempre desencadena alergia. Artista es una palabra que solo tiene sentido respetable entre la farándula del tablao; fuera de ahí suena a menosprecio. Como de alguna manera hay que llamar a quienes se ocupan de lo no tangible, se ha decidido llamarlos intelectuales, con lo que la palabra ya suena como un insulto, y cuando se habla de intelectuales y artistas surge una maliciosa sonrisa social aprendida de Patán, el perro de dibujos animados de Pierre Nodoyuna. Esto siempre ha sido así en España, aunque ahora rindan homenajes, pongan estatuas y rotulen calles con sus nombres, tampoco en el pasado la gente de la cultura gozó del respeto ciudadano, consecuencia seguramente de que nunca tuvo el institucional.

 

Sin embargo, desde que doblamos la esquina del siglo y el milenio, atacar, destruir y degradar la cultura se ha convertido en deporte olímpico. Por esos años, surgió la expresión «rebelión de los iletrados» como anuncio de lo que empezaba a ser una realidad, y se ha generalizado hasta el punto que se ha levantado la veda contra todo lo que huela a pensamiento crítico. Importa poco resaltar la evidencia de que los países que cuidan y promueven la cultura, y por ende el respeto a quienes trabajan en ella, son los más avanzados del planeta; tampoco importa decir que la cultura es un factor económico que, a pesar de las penurias y persecuciones encubiertas, aporta el 3,5% del PIB y que es un nicho de empleo sobre todo a partir de pymes y autónomos; da igual que en Europa todo el sector de la cultura genere más empleo que todas las grandes corporaciones energéticas, financieras y de telecomunicaciones juntas (son cifras de la propia UE); todo eso se desprecia, porque a quienes pueden resolverlo no les importa el desempleo, y de paso se promueve una imagen negativa de los artistas e intelectuales como arma destinada al embrutecimiento general.

 

Me he tomado la molestia de echarle horas al repaso de los programas de todos los partidos políticos, viejos, nuevos y mediopensionistas, y no he encontrado en ninguno una sola idea que indique que se respeta la cultura en cualquiera de sus vertientes, sea como fuente de empleo, generador de economía o respiración y alma de un país. Los programas están llenos de lugares comunes, frases hechas y ambiguas declaraciones de intenciones. Y desde luego, entran en este sector tan fundamental la enseñanza y la investigación. Y siguen llamado “gasto” a los presupuestos de educación e investigación; en primer lugar, no es un gasto, es una inversión, y no es desdeñable el esfuerzo en desmantelar un sistema y convertirlo en fábrica de autómatas al modo de los epsilones que aparecen en la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley. Por eso, unos adrede y otros por inercia, todos participan en la voladura controlada de la cultura de este país. De Canarias en particular ni hablo, navegamos entre la pena, el asco y la indignación. A ver qué dice Casimiro.

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El método Corleone

 

Para que nos sirva de guía, esta semana que tenemos que decidir a quien delegar nuestra confianza en las urnas, propongo que nos vayamos al cine. Les aseguro que es una buena película, dicen que una de las que está en el pelotón de cabeza de la Historia del Cine, junto a varias docenas más, pero sin duda una obra maestra. Se trata de El Padrino, en su primera entrega (tiene tres), y es del año 1972, dirigida por Francis Ford Coppola, que entonces tenía 33 años, como el Jesucristo evangélico, basada en un bet-seller no muy redondo de Mario Puzo. Esta es una película que parece sacada de un resumen de todos los libros sagrado para entender el comportamiento humano, y, aunque los entendidos dicen que El Padrino II es la mejor de la trilogía (seguramente es así por sus virtudes cinematográficas), yo sigo fascinado por la primera, no por la trama ni las peripecias, sino por cómo entra con bisturí maestro en la condición humana.

 

 

Para no convertir estas notas en un monográfico sobre la gran obra de Coppola, voy al asunto que quiero señalar para que pensemos en qué papeletas vamos a depositar el domingo en las urnas. Si no han visto la película, la primera recomendación es que la vean con urgencia. Y para que sigan el hilo les pongo en antecedentes, pues se ha abierto una guerra entre los Corleone y la familia Barzini, su rival por el control de la ciudad. Ya hay muertos notables sobre la mesa y después de varias peripecias Michael Corleone (Al Pacino) se convierte en el jefe de la familia porque su padre, Don Vito (Marlon Brando) no se ha restablecido de un atentado, y su hermano Santino, el heredero natural, es asesinado. Así que, por carambola, Michael se convierte en el nuevo Padrino.

 

La guerra se recrudece, pero sospechan que hay un traidor en la familia, que está pasando informaciones al adversario. También empieza a correr el rumor de que Barzini se plantea una reunión para acabar con una carnicería que está perjudicando el negocio de todas las familias. En una conversación de Michael con Don Vito, que ahora es un sabio consejero, este le dice al oído: “Escúchame bien, hijo, el que te proponga la reunión con Barzini es el traidor. No lo olvides, van a eliminarte”.  El viejo Don Vito acierta; poco después, el que creían fiel Salvatore Tessio propone la comentada reunión, y de este modo enseña sus cartas. Supondrán que no fue premiado con entradas para el Estadio de Gran Canaria.

 

Pues afilemos el oído porque los candidatos a canonjías el próximo domingo se delatarán sin saberlo. Basta comparar las palabras con los hechos, y aunque sin duda hay mucha gente honesta que se mueve por principios y valores, siempre hay alguien que se cuela y se aprovecha del cargo que le entregaron los electores. Y ese garbanzo negro es quien lo fastidia todo, porque generalmente suelen escalar niveles a punta de espada silenciosa, como en el Imperio Romano. Ya cantaba Alfredo Zitarrosa que un traidor puede con mil valientes. En tantos años de democracia, y viendo que son escasas las novedades de quienes se postulan, habrá que fijarse bien haciéndonos preguntas básicas.

 

Se me ocurren algunas, pero seguramente, en casos particulares de municipios, quienes mejor conocen al pastor son las cabras, y no al revés. Fijémonos en pasados pastores y comparemos con sus propuestas. No sé si son descuidados o si piensan que somos tontos. No es raro que alguien proponga gastarse una cantidad concreta para realizar un proyecto anunciado; tampoco es raro que, si tiramos de lápiz, veremos una de estas tres cosas: que se puede hacer con voluntad política, que es inviable por incapacidad del candidato o porque su elevadísimo coste está fuera del alcance del presupuesto al que quiera colgársele, o que puede incluso que proponga algo que ya está hecho, o que lo propuso en otra ocasión y al día siguiente de las elecciones perdió el papel en el que lo anotó. Vista la respuesta, el voto está claro.

 

Si seguimos el método Corleone, tenemos muchas posibilidades de acertar. Hay un detallito que hay que tener presente. Muchas de las supuestas hazañas que se han hecho en los últimos años han corrido a cargo de fuerzas exteriores como la UE o el BCE, amparados en la pandemia, en la guerra y en la inflación. Pero ya eso se acabó, y no crean que si han declarado el final de la pandemia es por expresar su alegría; es para decirnos que el dinero fácil acabará el 1 de enero de 2024, pero con buenas palabras, de modo que, si alguien invoca esas fuerzas para futuros proyectos, ese es el señalado, como le diría Don Vito a su hijo Michael Corleone. Como ven, a menudo el cine es muy instructivo, así que, quienes tengan más de 65 años aprovéchense, que lo abaratan a 2 euros dos días a la semana. Y entérense bien a quien beneficia o perjudica la abstención, el voto en blanco o el voto nulo. No es lo mismo. Un día de estos repasaré El Padrino, por si se me entero de algo más.