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José Emilio Pacheco y el México nuevo


A la desaparición de Juan Gelman hace unos días, hay que sumar la del poeta y novelista José Emilio Pacheco y recordar la de Carlos Fuentes hace año y medio. Tres Premios Cervantes que doblan la esquina del tiempo, como ha sucedido en los últimos años con otros galardonados: Delibes, Roa Bastos, Francisco Ayala. Lo curioso de esta vertiente de la noticia de la muerte de José Emilio Pacheco es que también afecta a México, lugar de refugio de Gelman y de otros creadores que en sus países no tuvieron la libertad para escribir. Con Gelman, además de Argentina, perdió México.
José Emilio Pacheco era un intelectual raro, pues siempre tuvo un gran prestigio sin hacer demasiado ruido. Todos nos remitimos al México legendario, hijo de la revolución, que dio figuras como los muralistas, Frida, el cine de «Indio Fernández» y el acogido de Buñuel, y la expansión de la música popular mexicana de los años 40 y 50 del siglo XX (Jorge Negrete, Pedro Infante, Irma Vila, Lola Beltrán, José Alfredo Jiménez). Esa parte de la cultura, la musical y la plástica, se liquidó muy pronto, y la otra aguantó un poco más. La literaria también se cerró cuando desaparecieron Alfonso Reyes y Mariano Azuela.
zzz JE Pacheco.JPGPero hija y nieta de esa revolución que también dio cobijo al exilio literario español fue una cultura-puente con la modernidad, acaudillada por Octavio Paz y que se prolongó casi hasta hoy, cuando el México de las rancheras es un mito y hoy asistimos a otro México doliente y trágico, gobernado por la codicia y el dinero de la delincuencia organizada. Las voces disidentes son segadas por la fuerza y las que venían de lejos y comprendían el proceso han sido apagadas por el tiempo. El principio del fin fue la muerte del mencionado Octavio Paz y, ya en el siglo XXI, la partida de la actriz María Félix, «La Doña», que anunciaba que se daba carpetazo a una época; luego se fueron marchando otras voces de gran importancia que alargaron aquel puente, desde Carlos Monsiváis a la peculiar Chavela Vargas, desde Carlos Fuentes hasta José Emilio Pacheco, y La Parca, cruel, se lleva a Gelman de propina.
José Emilio Pacheco tuvo en vida los mayores reconocimiento, si bien no era una estrella fuera de México, aunque sí muy respetado en los ambientes literarios. Pero en México lo adoraban, seguramente porque sabían que era la última piedra del puente que unía a un pueblo sufrido con la memoria de un tiempo que, aunque muy duro, se vuelve en la memoria colectiva «nostalgia de lo no vivido», que diría el propio poeta fallecido. Era la última luz de un grupo de artistas e intelectuales que generaban la esperanza de que alguna vez México fuese el que soñó en el siglo XIX Benito Juárez y en el XX Emiliano Zapata. Ese México por lo visto, como en determinados cuerpos de funcionarios, era «a extinguir» y con José Emilio Pacheco se extingue definitivamente. Pero hay nuevas fuerzas y estoy convencido de que más temprano que tarde también habrá un México nuevo. Descanse en paz el poeta amado, y si su pueblo lo amaba sería por algo.

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Dale un gallo a Esculapio

Vivimos tiempos en los que todo pierde sentido. Ya no sirve la lógica tradicional, la que venimos utilizando en los últimos 2.500 años, desde la Grecia Clásica, y el doble si nos remontamos a los Sumerios. Una caja de ahorros fue rescatada en 2010 con más de 8.000 millones de dinero público, y ahora se vende con nuevo nombre a un grupo financiero privado por 1.000 millones; pagamos entre todos la diferencia, y nadie responde ni política ni judicialmente. Nos vienen a decir más o menos que son gajes del oficio. Carlos Floriano, preboste del PP, ha dicho sin pestañear que estamos saliendo de la crisis gracias al esfuerzo de los que más tienen. Según mi lógica de siempre, las cifras dicen que los pobres son legión, que las clases medias casi han desaparecido y que las grandes fortuna ganan a veces hasta un 7% más que en ejercicios anteriores.zzzgalloesc.JPG Ya Sócrates no me sirve, debo armar mal mi pensamiento o directamente esta gente miente. Por otra parte, nos dicen que todo mejora, que ya acabó el rescate europeo de la banca española, que el FMI anuncia una recuperación de la economía y la consecuencia es que el Presidente de la Comisión Europea pide a España más recortes. He tirado los libros de Sócrates a la basura (anda, pero si no escribió ninguno), lo cual me viene a decir que son palabras volanderas las de todos: reforma del Senado, nuevos planes de financiación de las autonomías, el sainete catalán, y mientras tanto familias enteras cosidas por el hambre y ateridas por el frío; pero a ellos les da igual, piensan con la nueva lógica, utilizando voceros en sus medios de comunicación, haciéndonos ver que los guisantes son pequeños pero sabrosos, que la judías verdes son muy saludables y que el pimiento tiene vitamina A; no, señores, háblenme del filete, que casi no se ve, y de los grandes chuletones que ustedes consumen por encima de nuestras posibilidades. A estas alturas, empiezan a no interesarme todas esas reformas estructurales y legislativas anunciadas y que nunca se hacen. Incluso si se hicieran, estaríamos hablando de las verduritas de la guarnición, porque en España hay mucha gente que no come, que vive en la calle y no tiene cobertura social. Sócrates no escribió ningún libro, pero tenía tanto sentido de la justicia que, antes de morir, tuvo en cuenta que había que devolverle un gallo a Esculapio, que pudo ser un hecho real o una gran metáfora (en ese caso más me gusta). Así que, no nos hagan luz de gas, ya no cuela; déjense de machangadas de cuello y corbata, dejen de mentir y dejen de robar.
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(Hablar de estas cosas empieza a ser peligroso, porque ya anda de por medio hasta la mismísima Santa Teresa en boca de un ministro, y actuar hace tiempo que lo es, basta mencionar lo ocurrido con Garzón o el proceso al juez Silva).

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Filosofía callejera


Dicen que la gente que trabaja relacionándose con muchas personas sucesivamente acaba teniendo una filosofía vital muy estimable. El galardón se lo adjudican siempre al camarero (más bien al barman) y los/las taxistas. Todo esto es muy discutible, porque es verdad que ambas profesiones se relacionan con muchas personas casi individualmente, pero esa relación suele reducirse a preguntar qué vamos a tomar o a dónde nos llevan. zzzzDSCN428-0.JPGTambién es verdad que los peluqueros (más bien los barberos de toda la vida) deben acabar hasta la coronilla de escuchar a forofos de distintos equipos y a críticos de todos los políticos, pero en este caso el contacto dura al menos lo que un corte de pelo, sin olvidar que la barbería se convierte a menudo en una especie de centro social del barrio, en el que pasan muchas horas charlando parroquianos que no van a usar los servicios del establecimiento. Todo esto viene porque ayer me tocó un taxista muy locuaz, que por lo visto había viajado por todo el mundo. Por su edad esas aventuras debieron suceder no hace demasiados años, pero el caso es que soltó una sentencia que me dejó planchado: «En Estados Unidos te angustias porque no tienes seguridad social para tus hijos; en México porque pueden matar a tus hijas; en Japón porque la radiactividad puede hacer que tengas hijos con tres cabezas; en África porque tus hijos coman y no mueran de malaria o sida; en Oriente Medio porque a tus hijos no les caiga una bomba… Y a aquí tu única preocupación es que tu hijo no se te vuelva del Barça o del Madrid. Esto es una maravilla, ¿no le parece?». Ante la repetitiva preocupación por sus hijos y su convencimiento de lo bien que se vive aquí, tuve que responderle: «Tuerza a la derecha y déjeme en la gasolinera».