En esta ciudad se celebran festividades varias, pero hay una, la de Santa Ana, que pasa desapercibida casi siempre, seguramente porque a finales de julio todo el mundo está en otra cosa.
Y es que julio es una huida en masa. Aún recuerdo tal día como hoy, hace veinte años, el entierro de Juan Rodríguez Doreste, frente a la catedral de Santa Ana, pues el que fuera alcalde de esta ciudad fue a morirse en plenas fiestas de la Patrona. Hoy es buen día para recordarlo vivo.
Y es curioso cómo esta festividad, que tiene más que ver con la historia legendaria de la ciudad que con lo religioso, ha quedado arrinconada en medio de carnavales, fundacionales, navales y macrofestivales de toda índole. Hasta San Pedro Mártir tiene más resonancia, que sería una fecha olvidable, mientras que Santa Ana es parte de las crónicas de la conquista y por lo tanto de la Historia, aunque su presencia en la fundación de la ciudad sea más mítica que documental.
Por eso siempre me ha llamado la atención de que Santa Ana no tenga el ringorrango de otras fiestas, pues al fin y al cabo es la causante mítica de que esta ciudad naciera en la margen izquierda del Guiniguada.
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