Me dicen que ha fallecido el profesor Apolonio Domingo García del Rosario, un compañero que ha dedicado su vida a la enseñanza y al ajedrez, y fue capaz de combinar ambas cosas, con lo que fue un pionero indispensable en abrir nuevas vías para hacer del conocimiento la base de nuestra convivencia. Pero no es verdad, se ha ido a La Luna, con el colega Neil Armstrong, porque precisamente fue Apolonio la persona que compartió conmigo uno de los momentos inolvidables para nosotros y para nuestra civilización; me refiero a la llegada del hombre a la Luna, que convirtió a nuestra generación en unos frikis de los viajes espaciales.
![](https://blogs.canarias7.es/bardinia/wp-content/uploads/sites/11/2024/01/APOLONIO-300x186.jpg)
En el verano de 1969, los alumnos de 3º de Magisterio (oficiales y libres) tuvimos que pasar tres semanas en el campamento de Tamadaba, para realizar el curso intensivo que nos habilitaba como instructores de Educación Física, que completaba nuestra formación como profesores y que era también un mecanismo para que los monitores, vestidos con camisa azul y escudo de La Falange, trataran de lavarnos el coco, cosa que, al menos en aquella hornada, no consiguieron, porque entonces todos estábamos entusiasmados con la llegada del hombre a La Luna, y al mismo tiempo que nos peleábamos por la rivalidad entre seguidores de los Beatles y los de los Stones, seguíamos los proyectos Mercury, Géminis y Apolo.
Así que, el 20 de julio del mencionado año 1969, nos mandaron a dormir al toque de Silencio, como siempre. Compartíamos la tienda 6 compañeros, destinados a cada una de ellas por orden alfabético, de manera que el García de Apolonio y mi González cayeron juntos. Curiosamente, tanto él como yo, sabiendo que se esperaba que el comandante Neil Armstrong (para nosotros como de la familia) sería el primer ser humano en pisar la superficie lunar el día 20 a medianoche (hora canaria), nos habíamos llevado un transistor diminuto para seguir la hazaña en directo. Entonces no había satélites de comunicaciones y en Canarias no se podía ver por televisión (eso ocurriría varios años después). La radio era nuestra salvación, Radio Nacional de España y los periodistas Cirilo Rodríguez y José María Carrascal como apoyo (Hermida hablaba en Tve.
El cansancio por tanta Educación Física hizo mella en mí y me quedé dormido como una piedra. Apolonio aguantó despierto, y cuando nuestro amiguete Neil empezó a bajar la escalera del módulo lunar, me despertó («¡Emilio, Emilio, que ya bajamos a las Luna!») y así «bajamos» a pisar el polvo lunar los tres, aunque el colega Armstrong creía que iba solo. O sea que, en uno de los privilegiados lugares de mi memoria, tengo una noche de verano de 1969, a la 01:05 de la madrugada, a Apolonio y a mí, sentados en una tienda de campaña en Tamadaba, abrazados y con el corazón a mil por la emoción, porque «habíamos llegado a La Luna», ¡toma ya!
Neil se fue definitivamente a La Luna en 2012, y ahora Apolonio se ha ido a hacerle compañía, aunque estoy convencido de que, en poco tiempo, el viejo astronauta habrá aprendido a jugar al ajedrez, porque Apolonio lo va a enseñar sí o sí. Ahora, cada vez que haya Luna Llena, tal vez pueda ver a Neil y Apolonio moviendo las fichas en el tablero del infinito. Buen viaje, amigo.
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