La Hormiga Atómica (*) nos ha dicho siempre que hay que supervitaminarse y mineralizarse, y yo estoy convencido de que ese es un buen consejo como el de evitar determinados alimentos y tener una dieta equilibrada en la que no pueden faltar determinados elementos. De unos años a esta parte, han aparecido en nuestro vocabulario cotidiano palabras que antes solo usaban los profesionales de la nutrición y la medicina, y que nos los explicaban en román paladino a los demás. Ahora son de uso común conceptos como antioxidantes, grasas saturadas, omegas de varios números y un largo listado de sustancias a favor y en contra; no es raro que nos hablen de las ventajas o inconvenientes de algún alimento, con alusiones a términos técnicos, que unidos a los del proceso culinario convierten el discurso en un galimatías, pues no estoy seguro de que quien habla sepa poco más que el nombre sobre los factores de la nutrición y la fisiología de los sistemas que intervienen en un proceso tan complejo. Ahora Internet sustituye con demasiada frecuencia la laboriosa preparación que lleva mucho tiempo y esfuerzo, con visitar una par de páginas webs y blogs ya no son necesarias horas de estudio y formación práctica (eso ocurre en casi todos los ámbitos).
Y empiezo estar hasta el gorro de que me vuelvan loco con las maravillas de la cúrcuma y el jengibre, la quinoa, la avena y el cus-cús o de semillas, cuya lista es gigantesca: sésamo, lino, girasol, cáñamo, granada, uva, calabaza… La última moda es la chía, a la que por lo visto solo le falta hablar. Y ocurre que, si tomásemos las cantidades recomendables de todos estos productos, más las cinco piezas de fruta de siempre, las verduras, las hortalizas, el queso y todo lo demás, tendríamos que comer cada día lo que ahora en una semana. No niego las bondades de esos productos (exóticos en su mayor parte), pero, aparte de los problemas de escasez que su consumo en el mundo desarrollado genera en sus países de origen (casi siempre pobres), me pregunto qué tiene de malo comer arroz, tomates o sardinas como se ha hecho siempre. Sí, ya sé que se pueden comer, pero es que si hago caso a la cuarta parte de esas novedades no me queda espacio. Desde luego, no pienso pedir perdón por comer sin nuevos aditamentos un potaje de lentejas de toda la vida. Si lo comieron el práctico Esaú de la Biblia y el sabio y valeroso don Quijote, por algo será.
(*) Un amable y atento lector me ha corregido en el enlace de esta entrada en Facebook que el superhérohe de dibujos animados que pronunciaba la famosa frase era Super Ratón, no la Hormiga Atómica. Un lapsus que señalo en esta nota. Gracias.
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