Cósmicos, ciclópeos, telúricos, papanatas…

Cosmos es todo lo que es, lo que ha sido o lo que será.
(Carl Sagan).

Ya hay nuevo número en la pista central para un inmediato futuro: se ha descubierto en zonas submarinas de Canarias el mayor yacimiento de teluro conocido. Ya empiezan a buscarle cinco pies al gato (buscarle tres es fácil), relacionando ese yacimiento con esas fuerzas del interior del planeta que generan terremotos y volcanes. Algunos poetas modernistas adjetivaban en razón de la música, no de la letra, y de ahí heredamos esa fanfarria wagneriana, porque cualquier planeta no gaseoso como el nuestro es telúrico, y otra cosa es que a uno de sus componentes alguien lo llamó teluro (o telurio) hace tres siglos. Es decir, cualquier cosa terrestre es telúrica por definición. Y como se huele mucho dinero (el teluro es muy escaso en la corteza terrestre), he tomado butaca de primera fila para asistir al gran espectáculo de idas y venidas a ver quién explota esa mina, y qué beneficios traerá para unos cuántos.
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Hace años que estoy hastiado de vendemantas que cuando quieren colarnos un gol por la escuadra usan adjetivos sonoros y esdrújulos. Uno de ellos es ‘ciclópeo’, cuando podrían decir gigantesco, porque el cíclope del origen no es más que un gigante mitológico que, además de su gran tamaño, tiene un solo ojo en el centro de la frente; para ser políticamente correctos, podríamos decir que es un tuerto simétrico (Homero ironiza y lo llama Polifemo). Pero ningún término más irritante que ‘cósmico’, del que echan mano para predicar conexiones universales. Dalí, extraordinario artista sin duda, choteó bastante la palabra con sus boutades recurrentes sobre el huevo cósmico, y tal vez por eso nos colocan la palabreja cuando se refieren a un hueco en una montaña majorera, a un teleférico en las cumbres o a un mirador sobre unas dunas sureñas. Es verdad que si hablamos de cosmología entra todo eso del espacio-tiempo y docenas de conceptos de la física y otras disciplinas, pero también hablamos de lo cotidiano, que igualmente forma parte del cosmos. Si son tan imaginativos, busquen otra palabra, otro concepto, porque, como dice Carl Sagan, cósmico es todo lo que hay en el universo, y tan cósmico es un insondable agujero negro como un humilde plato de lentejas; es más, yo diría que más las lentejas, porque son fruto vivo que acumula minerales y energía que vaya usted a saber de dónde viene (creo que cuando Moisés en El Génesis relata el episodio del plato de lentejas entre Esaú y Jacob, debió tomar en cuenta la «cosmicidad» de esta legumbre).
Lo más curioso es que de un tiempo a esta parte en Canarias empiezan a aparecer cosas que escasean en el resto del planeta, desde la traquita en Tindaya al teluro en nuestro límite marítimo sur. También abundan los papanatas que se hacen eco de la voz de su amo. Mejor lo dejo porque está empezando a entrarme un berrinche polifémico, que no sé si es ciclópeo o telúrico. Si es cósmico no hay problema, se me pasa con un plato de lentejas.

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