La socialdemocracia ya no es lo que era

RAG 1.JPGSimone Signoret, la gran actriz francesa, publicó sus memorias en 1978 bajo el título La nostalgia ya no es lo que era. Esta mujer fue testigo y participante no solo de la gauche divine sino también del recorrido de lo que significó la socialdemocracia para la Europa del Estado de Bienestar, que fue implantando un sistema humanizado y más justo en el occidente de Europa, amparado por los Estados Unidos y el cohete de empuje inicial que supuso el Plan Marshall, como dique contra la URSS, tratando de demostrar que podía haber una sociedad más igualitaria sin tener que implantar el sistema soviético. Y es paradigmática la fecha de publicación del libro de la más que actriz francesa -1978- porque es el año en el que empieza a gestarse el principio del fin de un sistema que es hijo de la socialdemocracia hasta el punto de que conceptualmente fueron casi sinónimos.
De esto y de otras cosas -Simone Signoret no sale en el libro, advierto- trata el ensayo de Rafael Álvarez Gil La socialdemocracia en transición. Yo habría sido menos piadoso y habría cambiado transición por liquidación, porque el propio libro que nos ocupa así lo pone sobre la mesa. Creo que es una reflexión histórica y expositiva muy ilustrativa para entender de dónde viene y hacia dónde va Europa, con análisis muy novedosos, y para que sirva de frontispicio a una lectura detenida comentaré algunos aspectos que comparto al cien por cien, otros a medias y una deducción que se reafirma en el libro aunque no se enuncia expresamente.
Empezaré por lo último, porque es una evidencia que España no solo llega tarde a Europa, al Estado de Bienestar y a la democracia, sino que literalmente no llega, porque, si tenemos que anclar en una fecha nuestra Transición, la Constitución de 1978 es clave. Ese el año del libro de Simone Signoret y el de la llegada al pontificado de Juan Pablo II; al año siguiente Margaret Thatcher tomaría las riendas del gobierno británico y en 1980 Reagan sería elegido presidente de Estados Unidos. Ya estaban repartidas las cartas del nuevo juego y sus jugadores con muchas bazas en la bocamanga. Que saltara la banca del status quo era solo cuestión de tiempo. La idea era que había que dejarse de monsergas, acabar con la URSS y como consecuencia ya no sería necesario el Estado de Bienestar como coartada. La socialdemocracia que creó un sistema en Europa que no tiene parangón en la Historia, ya empezaba a no existir cuando España puso el primer pie en el estribo de un tren que sus pilotos trataban de descarrilar. Los avances económicos, sociales y políticos que se produjeron en países del centro y norte de Europa quedaría ya en el ADN de las siguientes generaciones y por eso hoy la crisis les ha golpeado menos. Italia es la excepción, que estuvo en ese tren desde el principio, pero lo fue perdiendo por la corrupción endémica y la perpetuación de otros genes políticos decimonónicos. Así que, cuando España llegó, aunque seguía la juerga, la orquesta ya había dejado de tocar.
RAG 2.JPGOtro punto fundamental del libro de Álvarez Gil es que Keynes no sirve para todo. Y es cierto, no existe la panacea económica infalible, pero -y es una opinión discutible como todas- menos servirá si hay un empeño muy poderoso en que no funcione. Con el New deal de Roosevelt, en plena Gran Depresión, el gobierno norteamericano remaba a favor del intervencionismo, ahora los gobiernos ultraliberales apenas si reman, se dejan llevar por la corriente de las multinacionales. Y así ni keynesianismo ni su contrario. Creo que, aunque es crucial el papel de Margaret Thatcher en el desmantelamiento de un sistema que casi definió a Europa, estimo que tal vez los análisis de Álvarez Gil miran demasiado a Gran Bretaña, que es la clave en la liquidación, no en la construcción del Estado de Bienestar, que fue un logro de la Europa continental a la que los británicos se sumaron porque entonces les convenía. Si la socialdemocracia tiene alguna esperanza de al menos reflotar los restos del naufragio, esta reside en el continente, por muy antipática que nos caiga la Alemania actual o nos chirríe que Francia siempre mire a los demás por encima del hombro. De ahí que la actual deriva del PSOE en España sea mucho más que la crisis de un partido político.
Como puede apreciarse, La socialdemocracia en transición es un libro que toca todas las teclas de esta corriente, mirando la economía con el cristal de la política -y no al revés- y sugiriendo propuestas lógicas. Otra cosa es que cualquier intento sea fagocitado por la inercia imperante, que se me antoja tan ciega que puede estar cebando monstruos que ni siquiera los más ultraliberales desean. Los socialdemócratas menos.

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