El viaje de mi amigo Manuel

¿Cuánto dura la vida? Esta pregunta tiene dos respuestas. La primera es muy simple: los días contados que tiene cada ser humano; la segunda respuesta es más complicada, porque el tiempo no se corresponde exactamente con lo que entendemos por vida. Cuando la vida se va de golpe, o se agota con pocos días en el contador, pensamos que esa persona nos ha sido arrebatada de un zarpazo. Si la vida es larga, se pudiera pensar que su declive es más llevadero y, cuando se extingue, hay una aceptación menos traumática. Pero esa es una percepción desde fuera, porque cuando esa vida ha sido parte de la nuestra no hay manera de aceptar que las cosas sean así. En estos días, mi amigo Manuel ha emprendido el gran viaje; era un hombre lindante a la centena, que casi ha llegado a repetir la misma cifra en dos siglos distintos. IMG_2633.JPGDurante más de cuatro décadas estuvo muy cerca, caminamos, sufrimos y disfrutamos de las mismas cosas. El aportaba mucha vida vivida y memoria, yo trataba de seguir su ruta de atleta vitalista. Fue el origen de muchas ilusiones encarnadas en otras personas, y de alguna forma fue vida en ellas. Al llegar al final del camino no es una opción que aceptemos esos lugares comunes como que las cosas son así y que es ley de vida. Es el mismo zarpazo aunque se sepa o se intuya. Ahora el mundo tiene que seguir girando sin esa presencia que era parte de nuestra respiración diaria. Pero hay que seguir respirando. No sé qué hay detrás de la cortina, pero él esperaba otra forma de seguir viviendo, y ojalá sea así aunque nunca lo sabremos hasta que cada uno de nosotros cruce la línea. Queda aquí el vacío de su ausencia, y la memoria casi tangible de su voz, de su guerra perdida contra el esquivo mecanismo la racionalidad en las noticias del transistor, de su generosidad certificada en actos hacia su gentes en cada etapa de sus vidas, de su admiración por cualquiera que hiciera sonar con armonía un instrumento musical. Queda mudo un acordeón que llegó a su vida cuando ya no podía sostenerlo, pero alguien vendrá que le arrancará las notas del pasodoble En er mundo, como en la película El Sur de Víctor Erice. Y para quienes también fuimos parte de su vida nos queda la esperanza de que, ya que ha sido muy larga, hayamos conseguido que también fuese más ancha, que es finalmente lo que importa. Es la hora del reposo del guerrero, merecido porque en el trayecto siempre hizo lo que creía correcto. Y los errores también son aprendizajes. Descansará en paz porque todas las batallas las luchó aquí y ahora, y fueron tan victoriosas las que ganó como las que perdió, porque su victoria es que siempre las peleó hasta el final y aprendió de ello. Ahora es sabio y, en el Día de su Virgen Marinera, navega por un mar de acordeones. Buen viaje.

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