Soy lector, y como tengo el vicio de pensar también tengo opinión. Cuando se escribe sobre un libro se espera que se haga una crítica, pero yo no soy crítico al uso. A veces me extiendo sobre un libro concreto, pero si uno quiere ser riguroso no puede hacerlo con todos los libros que lee porque lleva un gran esfuerzo y un tiempo del que no siempre se dispone. Por ello, de vez en cuando hago recordatorios sobre libros recientes o incluso más alejados en el tiempo. Eso sí, los libros que comento han sido leídos y del gusto del comentarista.
Ahora mismo publicito y recomiendo unos cuantos, y hoy reúno siete libros de poesía, uno de ensayo y otro inclasificable, pues va del diccionario humorístico a la greguería y el aforismo; se trata de El mono leído, un libro muy curioso, y debo confesar que ese tipo de libros no son precisamente mi debilidad, aunque estén firmados por Gómez de la Serna, Ciorán o el mismísimo Marco Aurelio. Pero sé que es un género muy atractivo y en este caso el libro viene avalado por un autor de reconocida trayectoria y calidad literaria, Juan Carlos de Sancho. El de ensayo es Solo lo escrito perdura, en el que Rubén Benítez Florido reúne, como él mismo dice, pequeños ensayos de filosofía mundana.
Una de mis debilidades confesas es la lectura de poesía, y en estos meses he podido disfrutar de títulos tan imprescindibles y con un cierto recorrido temporal como Brevísima relación de la destrucción de June Evon (un texto, además, valiente) y Así habló Sara Trasto, ambos de Tina Suárez Rojas, una voz poética que sin duda va a permanecer, o Una mujer en todo el tiempo, una antología (1996-2014) de Federico J. Silva, también enganchado a la permanencia literaria. Y más poesía: De los que nadie habla, el tercer poemario de Evelyn de Lezcano, El pulso de la calle, de una poeta de largo sendero y voz comprometida que es María Isabel Guerra García, o la «opera prima» Descubriendo Quilóstrata, de Román Pérez González, de quien estoy seguro que seguiremos oyendo hablar. Para coronar este ramillete ubérribo (Rubén Darío ha vuelto en su centenario), la reedición 50 años después de El país de Ofelia, del cubano ya canario Manuel Díaz Martínez, maestro de poesía y de vida.
Cada uno de estos libros es un universo que podemos compartir y que yo recomiendo. Tengo en el escritorio (tal vez debiera decir lectorio, lectoría o revividor) otros universos descubiertos o por descubrir de los que hablaré otro día.
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