Procrastinar o ya si eso Rosita la Pastelera

Aunque es más vieja que la injusticia, la palabra del título se puso de moda hace unos años, sobre todo en discursos alrededor de los comportamientos. Sigue en vigor, tiene hasta su etimología latina y permanece en el diccionario de la RAE: «es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes». Equivale a dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, o bien proponerse realizar algo un día de estos; es decir, se trata claramente de un «ya si eso». En estos días de constitución del Parlamento, no he oído el verbo procrastinar o su parentela, pero tanto los medios de comunicación como los políticos y políticas han procrastinado hasta el cansancio. Y siguen. Los medios han machacado la última parte de la definición, porque se han ocupado del bebé de la diputada Becansa, de las rastas del diputado Rodríguez, de las llegadas en bicicleta al Congreso o de la campaña de higiene antipediculosis predicada por la diputada Villalobos. Incluso los propios medios se han erigido en protagonistas de lo irrelevante, como es el caso del hiperdesarrollo olfativo de la periodista Cernuda.

DSCN4487.JPGEn cuanto a los políticos, se comportan como si tuviésemos todo el tiempo del mundo para resolver los muchos y urgentes asuntos que empiezan a pudrirse; es más, parece que lo importante es cuánto poder pillan, qué asignaciones tendrán en razón de los grupos parlamentarios, si usan o no coche oficial y «transcendentalidades» por el estilo. Que haya millones de parados, que el nuevo gobierno catalán plantee un órdago, que la Constitución necesite una actualización, que… Nada de eso parece importar a los periodistas políticos ni a quienes tienen la responsabilidad y el mandato de resolver problemas y conflictos, y por ello se postularon y se les votó. Es como si te dijeran «pues ya si eso un día de estos». Pues no es un «ya si eso», y procrastinar en este caso no significa lo que dice la RAE, significa que ustedes se están cargando este país por inacción. En el siglo XIX, el escritor Francisco Martínez de la Rosa fue jefe de un gobierno español y lo llamaban «Rosita la Pastelera», porque empastelaba los asuntos y nunca los resolvía. Pues, señorías, ahora estamos hasta arriba de pasteles.

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