Nacionalidad y otras chapuzas

222dd4 5tgf.JPGPor muchos diccionarios de Lengua, Historia y Sociología que he consultado durante años, nunca la palabra «nacionalidad» aparece con el sentido que la política del miedo le otorgó en la Constitución española de 1978. La nacionalidad es inherente a los miembros de una nación, por origen o adopción. Se tiene la nacionalidad alemana por pertenecer a Alemania, pero Alemania no es una nacionalidad, sino que la nacionalidad la poseen los alemanes. Alemania es una nación. Por muy sacralizado que esté el término «nacionalidad» en la Constitución, es una aberración lingüística, nacida para alcanzar el consenso entre ruido de sables. Canarias es una nación, o no lo es, según criterios; nacionalidad desde luego no lo es, aunque lo ponga el Estatuto, y seríamos los canarios los que podríamos atribuirnos la nacionalidad canaria, en el caso de Canarias fuese una nación, si nos dejamos de monsergas y llamamos a las cosas por su nombre. Nacionalidad es una incorrección, y por tanto su valor político equivale a una chapuza. Tengo una enorme curiosidad por ver qué moto van a tratar de vendernos con las trapisondas que se amontonan en los telediarios, aunque hay que reconocer que la inventiva de los pregoneros de crecepelo de la política no tiene límites.

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