Hereje de la esperanza

Si no es errónea la traducción que tengo de la frase «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi (Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie)», que es la bandera de la novela El Gatopardo, estamos realmente en un escalón más de la historia, un paso más para seguir perpetuando lo de siempre. Un siglo antes de que Lampedusa escribiera su famosa novela, el escritor y periodista francés Jean-Baptiste Alphonse Karr expresó a pie de obra la evidencia de esta manera: «cuanto más cambie, es más de lo mismo».
Según el momento, se utilizan distintos medios para hacer prevalecer el orden establecido. Ahora son los medios de comunicación, especialmente la televisión y las redes sociales de Internet. Así que, si en otras épocas los líderes aparecían en corceles blancos seguidos por multitudes enardecidas entonando el Va pensiero de Giuseppe Verdi, ahora nos los meten en el salón de nuestra casa o en la pantallita de nuestro teléfono móvil. Y tengo la sensación de que me han citado como figurante para una representación escénica, en la cual todo es ficción, desde los protagonistas hasta el argumento. Debe ser mi percepción, y siento que tratan de estafarme cuando me venden este tiempo como nuevo, distinto, cambiante y, cómo no, histórico; y lo es, como cualquier tiempo; ya Heráclito de Efeso (s. VI a. de C.) dijo: «No existe en la realidad nada que sea siempre igual, porque lo único real es el cambio».

ilgatopardito-1.JPGPor ello me inspira envidia, admiración y ternura que personas de buena fe y generosa inteligencia (muchas de ellas con las que me unen afectos), se manifiesten ilusionadas con determinadas opciones políticas, sean viejas o nuevas según la terminología al uso, convencidas o al menos esperanzadas de que estamos en una encrucijada de la historia y que todo puede cambiar, porque incluso las fuerzas políticas de siempre tendrán que tomar nota y emprender nuevos rumbos. Me gustaría estar también ilusionado, pero por lo expuesto más arriba no consigo ver qué hay de diferente ahora, porque se da la paradoja, otra vez lampedusiana, de que va a haber grandes cambios para que todo siga igual. Seguramente soy escéptico, descreído, renegado e incluso hereje de la esperanza, pero no consigo ilusionarme con ese tiempo que dicen nuevo y que se me antoja un dejá vu. Sin abjurar de lo dicho, la única esperanza política que me asiste es la de estar frontalmente equivocado. Ojalá.

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