La sombra y la tortuga es la última entrega literaria de Alberto Omar Walls, una novela que sorprende por la forma en él inesperada de contar una historia. Alberto Omar es un activista cultural que es parte importante en el devenir de las artes escénicas en Canarias en las cuatro últimas décadas, pues su presencia como actor, director y autor ha sido constante, y ha cruzado también la línea del teatro para entrar en el cine.
Pero por encima de todo Alberto Omar es un escritor, que ha sido englobado en la Generación del Boom que en los años setenta revitalizó la novela en Canarias, hornada a la que queda fijado cuando en 1972 publicó su primera novela, La canción del morrocoyo. Después han venido varias docenas de publicaciones en distintos géneros, puesto que cultiva la poesía, el relato, la literatura dramática y la novela sin solución de continuidad. Por decirlo en pocas palabras, es un clásico vivo de nuestras letras, que ha estado presente y activo durante más de cuarenta años en los que casi no ha habido silencios.
Y digo que la novela La sombra y la tortuga es sorprendente porque se aparta de las habituales líneas argumentales y estilísticas del autor, generalmente propenso al simbolismo y a transitar territorios evanescentes creados por él mismo. La fantasía, el juego de espejos, el malabarismo del lenguaje y la búsqueda permanente de nuevas formas son marca de la casa en toda su obra, que la hacen inconfundible y que tienen su máxima expresión en su poesía, aunque el teatro y la novela también son tributarios de esa alma de explorador de la imaginación que sostiene toda su obra.
Asombra por lo tanto encontrarse con una novela de Alberto Omar ceñida a un realismo literario de catón, que sin duda ha sido elegido expresamente como vehículo necesario para contar una peripecia que entra de lleno -y ahí está otra sorpresa- en la novela histórica. Ese esfuerzo titánico que un marinero como él ha tenido que hacer para caminar por tierra firme no puede evitar, sin embargo, que de vez en cuando esa imaginación desbocada y ese juego de símbolos que son tan de su gusto asomen la patita, lo que confiere a la novela una textura muy particular, que finalmente la convierten en otra pieza original de su inventiva tan personal.
El siglo XVII es el gran siglo del Barroco, y es probablemente una de las épocas menos conocidas y estudiadas de la historia de Canarias. Encontrar documentación para esta novela ya es de por sí un gran logro. Es una curiosa paradoja que en su novela situada en la época del barroco Alberto sea menos barroco que nunca. Y es en ese siglo en el que se desarrolla el espinazo de la novela, llena de militares, transeúntes desde y hacia América, clérigos regulares de cuño diverso y gran presencia inquisitorial, títulos nobiliarios recientes, portugueses, africanos, holandeses y una relaciones esclavistas sin que nominalmente lo fueran. Había también una abundante vida monacal mientras en las costas amenazaban filibusteros, corsarios y bucaneros.
Y son precisamente una monja y un pirata los pilares que sostienen un relato-río con incontables meandros y afluentes. Todo este conjunto de datos, ambientes y personajes conforman un relato monumental sobre nuestra propia historia. Toca, por lo tanto, acercarse a esta novela que retrata nuestro ADN como sociedad, y resulta curioso ver cómo cuatro siglos después no se ha cambiado en lo esencial. No es que se cuente una historia en otro tiempo que sea imagen de la actual, se trata de que constatamos que siguen los mismos miedos, idénticas diferencias, igual desidia. Haciendo una excepción de sí mismo, Alberto Omar se acerca y se sumerge en realismo, y lo hace con todas sus consecuencias. El resultado es una novela recia y a la vez delicada, brillante en su desarrollo y dura porque la historia lo es, y en ella estamos todos de una forma intemporal. La sombra y la tortuga es una gran apuesta por el contenido y por cómo lo relata, esa manera inusual con que el novelista juega sus cartas; es un gran espejo en el que mirarnos como colectividad histórica, aunque posiblemente no nos guste lo que Alberto Omar nos muestra con toda su luz y en toda su crudeza. Es lo que hubo y es lo que hay.
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