Escribo esta nota a las 00:15 horas del 6 de agosto de 2015 en Las Palmas de Gran Canaria, cuando en Hiroshima (Japón) cuentan 8 horas más, las mismas 08:15 que marcaban los relojes de la ciudad japonesa el 6 de agosto de 1945, hace exactamente 70 años. Hoy todos los noticiarios hablarán del triste aniversario de la primera bomba atómica usada contra seres humanos, un dispositivo que los norteamericanos llamaron Little Boy, lanzado desde el bombardero B-29 bautizado Enola Gay, que era el nombre de la madre de comandante de la nave, que había despegado de la isla de Tinian. La bomba fue lanzada en las coordenadas 34º 23′ latitud Norte-132º 27′ longitud Este; su potencia equivalía a 13 kilotones de TNT y en su radio más cercano generó una temperatura de un millón de grados centígrados. Murieron en el acto 120.000 personas y resultaron heridas 360.000, la mayor parte de ellas con terribles secuelas para el resto de su vida.
Todavía hay quienes defienden la decisión y puesta en práctica del llamado Proyecto Manhattan, pero 70 años después sigue bastando un mínimo de sentido común y humanidad para decir que aquello fue una salvajada, un crimen aunque nunca haya habido un tribunal que lo juzgase. Y es conveniente que recordemos los nombres de quienes idearon, decidieron y ejecutaron el infame bombardeo de una ciudad indefensa, para vergüenza suya y de todos los que siguen generando muerte y dolor:
Harry Truman: Presidente de Estados Unidos.
Georges Marshall: Jefe de Estado Mayor del Ejército norteamericano y Secretario de Estado.
Douglas McCarthur: Comandante en Jefe del Ejército aliado en El Pacífico.
Robert Oppenheimer: Físico que dirigió el Proyecto Manhattan.
Coronel Paul Tibbes: Comandante del bombardero Enola Gay.
Capitán William Parsons: Oficial que armó la bomba.
Subteniente Morris Jeppson: Técnico que quitó los seguros media hora antes.
Artillero de cola Bob Caron: Responsable final del lanzamiento.
¿Los nombres de las víctimas? El mío, el suyo, el de todos; como decía John Donne, las campanas doblan por ti.
DEFINITIVAMENTE, NO HEMOS APRENDIDO.
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