Nos ha dejado Carlos Pinto Grote, posiblemente el último de una generación biológica que se movió en diversos frentes literarios y que tuvo en común el cultivo del respeto y la amistad ente escritores e intelectuales. Una muestra es la fraternal relación que mantuvo con el también poeta Pedro Lezcano, y con el doctor Rafael O’Shanahan, con los que tenía trato de hermano y discípulo respectivamente, porque Carlos Pinto también fue psiquiatra y como hombre sabio aprendía de los maestros. Ha sido el último en irse, pero esta vez no se apaga la luz, porque él y sus contemporáneos la encendieron para siempre en tiempos muy difíciles. En julio de 1996 le hice la entrevista que enlazo al final de este post, y es esclarecedor y al mismo tiempo muy triste ver que lo que él denunciaba, criticaba y proclamaba hace casi veinte años sigue igual; o peor. Adjunto la entrevista porque en ella queda patente su condición de abarcador de saberes y por lo tanto heterodoxo. Su presencia rabínica era el habitáculo de un hombre generoso y cultísimo, con un humor destellante y una libertad de pensamiento que no callaba nunca. Decía lo que pensaba aunque no fuese lo que de él se esperaba oír, y desde luego se puede estar de acuerdo o no con sus palabras, pero siempre admiré su sencillez y su manifestación de la libertad. Hubo otros encuentros y siempre era el faro que alumbra sin cegar, que prestaba la misma atención a un erudito que a un joven estudiante que también compartía mesa. Estas fotos que adjunto fueron realizadas por Tato Gonçalves, cómplice en aquella hermosa aventura de plasmar cien voces.
Descanse en paz, ya comparte eterna tertulia con sus amados
y admirados Pedro Lezcano y Rafael O’Shanahan.
Enlace de la entrevista que se cita: Carlos Pinto Grote 1996.pdf
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