Un buen hombre que conocí hace años me dijo una vez: «Cada día me levanto con el propósito de llegar a la noche sin haber hecho daño a nadie». Por muy buena fe que hayamos puesto, alguien ha salido perjudicado por algo que hemos hecho, e incluso por algo que dejamos de hacer. Eso no es maldad, es la vida, porque nunca llueve a gusto de todos. Y pasar un día en que nadie sufriera el menor daño por su causa era para aquel hombre su día perfecto. Por el contrario, me temo que también existen personas que cada día se levantan con el propósito (al menos inconsciente) de fastidiar a quien sea, el caso es que se note que están ahí, aunque sea de forma negativa. Sobre el mal, el bien, la bondad y la maldad hay docenas de teorías, ensayos y hasta corrientes filosóficas y religiones. El problema es que los significados de dichas palabras no son del todo universales, aunque hay unos conceptos básicos que generalmente tienen que ver con la supervivencia de la especie, tan básicos son. Es difícil entender que haya alguien, no que pueda hacer daño alguna vez incluso voluntariamente, sino que sea intrínsecamente malo, que anide en él la maldad, el deseo de dañar a los demás a todas horas. Hay psicólogos que defiende que sí, que puede haber personas así, que buscan sistemáticamente dañar, sin que padezcan ninguna enfermedad psiquiátrica, que son malvados porque sí; por el contrario, hay otros que aseguran que todo es fruto de las circunstancias y de la vida vivida por cada cual, y que cualquier persona digamos «normal» puede convertirse en un sádico en determinadas condiciones. No sé qué pensar, pero cuando veo que hay seres que traspasan hasta los slímites de la supervivencia de la especie, y su maldad los lleva hasta el punto de disponer de la existencia de los otros, estoy por creer que hay personas que sí, que son intrínsecamente malvadas. Es que si no es así no se entiende que estemos rodeados de tanto impulso destructivo.
Un comentario en “¿Existe el mal?”
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Me hizo pensar tu espléndida exposición. En estos términos:
El mal no existe, lo practicamos, lo hacemos.
El mal exige, por acción u omisión, el olvido de los demás como seres humanos. El tigre no es malo.
El germen de la maldad forma parte de nuestra cuota de libertad…y de la disposición con que lo cuidemos.
Por todo lo cual, pienso que no es tarea de decretos, normativas, penalizaciones o coacciones.
La educación y el convencimiento pueden ayudarnos. Pero, ¿Alguien está a la escucha?. Más bien parece que todos andamos sobrados.
Ha sido una lectura gratificante.
Saludos cordiales.