Lecturas de verano

Cuando hablamos de lecturas de verano hay dos verientes: la primera es que nos llevamos a la playa libros ligeros, con escasa enjundia y que son solo un entretenimiento; es decir, para esta corriente un libro de verano es un texto con fecha de caducidad, bien porque trata temas muy puntuales, bien porque carece de profundidad y se queda en lo barrido. A este sector pertenecerían los libros de divulgación con poco fondo y las novelas olvidables pero que hacen pasar el tiempo.
zz67Foto0434.JPGLa otra versión de las lecturas de verano son los grandes tochos, que la gente guarda para cuando tiene más tiempo, y ahí puede entrar de todo, la única condición es que sea un libro voluminoso, que dure. Recuerdo que alguien me contaba que la enormidad de la obra de Proust la leyó durante varios veranos, y otra persona aprovechó una vacaciones para meterse entre pecho y espalda las tres novelas de Millenium. Por mi parte, no suelo hacer distinciones, pero sí que recuerdo una vacaciones en las que mi compañera de hamaca fue el Ulises de Joyce. Yo era entonces un veinteañero y los que iban de entendidos me comentaban que era un libro sublime, que alguien que tiene interés por la literatura (y más si la hace, yo empezaba entonces) tenía que conocer esa joya. Soy disciplinado y no me salté ni una página, pero no disfruté ni un renglón. No me gustó. Con el tiempo, volví sobre esa novela tan afamada y dicen que tan crucial, pensando que tal vez en la madurez la disfrutaría. Tampoco, me sigue pareciendo un ladrillo pretencioso. No me gusta pero la conozco página a página, y he pillado a más de uno en renuncios claros, cuando diserta sobre el libro y se nota a la legua que habla de oídas, porque ni siquiera por disciplina pudo con él. Seguramente es muy buen texto y abrió caminos, pero desde luego yo nunca lo recomiendo a alguien a quien quiero captar para la secta de los lectores.

10 opiniones en “Lecturas de verano”

  1. Emilio, conocí a una persona que, el en Corte Inglés, se leía lo que adelantan del libro en la cubierta por la parte trasera y discutía de literatura como si se hubiera chupado una biblioteca inglesa. Parece coña, pero es verdad.

  2. ¡Ñuoh! ¿Las tres entregas de ese tocho infumable en un verano? (Milenium). Quien quiera que sea, tiene un mérito, no creas.
    Yo leí la primera y allí me quedé, hacia el 70% del libro. El resto del primer volumen sólo lo pude hojear. Y allí están los tres, en la Biblioteca, solitos; tan solicitados que estuvieron que yo tardé seis años en poder hacerme con uno. Ahora no los quiere nadie.
    Un tocho para el verano… Guerra y paz. Y no creerás, ni querrás, que el libro se acabe.

  3. Me pasó lo mismo con Ulises y con el Retrato del artista adolescente. Al fallar en el intento de leerlos correctamente, o sea, con disfrute, me sentí frustrado. Mis mejores veranos fueron los que pasé con Hesse, London, Stevenson, Vian, Nabokov, Nietzsche, Baroja, Miller, Poe, Kafka, Cortázar, Yourcenar, Anáis Nin, Dinesen, Camus, Hamsun, Kerouac…Pero ya mis veranos no son lo que eran, y ahora tengo entre manos algunos libros de texto, estudiando después de viejo lo que no estudié antes por preferir la vagancia acompañado de un buen libro.

  4. Por cierto, a pesar de mi fantasmada al nombrar a ciertos autores, no soy el personajillo al que se refiere el «director maldito» Ramón Saldías. A pesar de no ser ese, no dejo de ser un tonto lava sin solución.

  5. La lectura de verano es como la lectura de invierno, solo que a la playa no llevo libros «profundos» ni releo, costumbre que dejé para quedarme con la primera impresión. Me paso con la trilogía de Laurence Larrewel
    , quise volver a leer Justine y viendo que no obraba en mi el milagro de la primera vez, decidí no releer. Ahora leo el ültimo de Mendoza, autor que muchos descubren ahora, bueno mejor a que no lo descubran nunca, pero la playa me descocentra, se me llena de arena y se me moja.
    Así que leo poco, miro, observo, y escucho lo que hablan los de al lado.
    A mi hijo de pequeño, le hacía un dia especial, ir a comprar los libros de verano, y a él le hacía mucha ilusión, que mantiene de mayor muy centrado en la Ciencia Ficción, no sé si les recomendé su blog «Eureka» igual les interesa, con eso de Marte ahora…
    Cuando terminé Preu, ese verano me leí a Lefebrve, a Shopenhauer, a Pio Baroja, libros prohibidos que comprábamos en una pequeña libreria cerca de La Catedral, estaban en la trastienda.
    El Retrato del artita ese no lo pasé, ni entendi muy bien a Sartre, pero a Camus si, Yo en 4º ya había leído La Divina Comedia, Novelas Ejemplares de Lope de Vega, me las regalaba mi padre, Oscar Wilde, que nunca supe por qué me tenía que confesar de ese cuento precioso del Ruiseñor y la Rosa, eran prohibidos, tenía que buscar la llave para sacarlos.Los que pone Angel me los leí todos, y si voy a ser sincera ahora a parte de Mendoza leo novela negra.

  6. Resumiendo estimada Dumi, los que por aquí paramos somos muy leídos. Sí, la novela negra tiene su cosa, género en el que en Canarias tenemos a unos cuántos escritores. A Mendoza, ya que lo nombras, decir que en el Instituto Politécnico de Las Palmas (cuando aún se le llamaba Maestría), teníamos a un profesor de Lengua que nos invitó a leer una de sus primeras obras para clase, y fue fantástico. Gracias por recordarme a Wilde, Sartre y Shopenhauer, con los que tengo mis más y mis menos. Y apuntas algo interesante sobre el despiste que puede generar la playa a la lectura. Yo lo que odiaba de leer o intentar leer en ella, aunque ya no lo hago, era la arena en los libros, y encontrarla luego cuando llegabas a casa o cuando abrías el libro dos meses después y escupía un hilo de playa directo hacia tus manos.
    Un saludo, cálido, a todos.

  7. John Horgan, uno de los columnistas independientes del Scientific American (Investigación y Ciencia), le dedica unas líneas interesantísimas al Ulises en el link siguiente (no tiene desperdicio ya que conecta el libro de Ulises con el problema de la consciencia: la dualidad mente/cerebro): http://blogs.scientificamerican.com/cross-check/2012/08/10/was-james-joyce-the-greatest-mind-scientist-ever/
    Como anécdota, recuerdo una que me comentó el jefe de cirugía plástica del HUGCDN: cuando estudiaba medicina en Salamanca, la costumbre era leerse la última publicación de la colección Alianza Editorial para después fardar en uno de los cafés de la Plaza Mayor.
    Para aquellos que se quedaron en La Laguna, lo más que se hacía era ir a la librería Lemus a comprar la revista Anthropos para leer algo de Faustino Cordón.
    ¿La librería a la que hacen alusión en uno de los comentarios es la librería Hispania?

  8. El tiempo avanza pero, las costumbres, siguen, aunque adquieran otras formas o fórmulas. Antes se comentaban las noticias, o los periódicos en las Barberías del Barrio, en los Casinos y hasta en algunas Boticas… ahora, por «Internem» y las respuestas son las mismas:Los papeles aguantan lo que le pongan! Hoy que no solo los periódicos, sino los LIBROS se insertan en el medio, me imagino -¡iluso!- comentar o corregirle o criticarle a D. Miguel de Cervantes, algun fragmento de su Quijote… Añado que a la playa los que llevaban y leían libros de tales autores citados era, -en mi opinión de otros tiempos- individuos solitarios… En mis recuerdos, figura las novelas del Oeste-americano de Marcial L. Estefanía… porque el grupo lo que llevabamos a la playa era una baraja para jugar a la ronda y no en verano, sino en todo el año, y eramos señalados como «locosplaya».
    Y la librería señalada me imagino que era Selecciones, porque a sus estanterías zotaneras, bajé varias veces y elegí algunos títulos en la colección «Austral»
    Y perdone D. Emilio por meterme en su güarida.

  9. Me ha encantado este artículo, y sobre todo los comentarios, interesantes todos, con propuestas, recuerdos y anécdotas (por cierto, no he podido acceder al link de hplovecraft, creo que hay un duende malvado en mi ordenador).
    Estoy de acuerdo con Dumi, la playa no es un buen sitio para la lectura. Demasiadas distracciones, ¡uy, la playa!, todo lo que se puede hacer allí: obras de ingeniería civil, murallas, canales, galerías, socavones, puentes con sorpresa, algún castillito, o prácticas de balística de grueso calibre, o chapotear en la orilla, espantar a los peces, asustar a los pulpos, traumatizar niños, estresar a vigilantes y socorristas, saltar, correr, gritar, comer arena… en fin, las cosillas que hacemos las personas normales cuando nos sueltan por allí; algunos incluso se dedican a sacar fotos, para conservar la serena transparencia del agua, su colorida luz y todas las bendiciones que recogen los sentidos junto al mar, y luego publicarlas en un blog.
    Me apunto el “Guerra y paz”, y el “Ulises” (no recomendarlo es casi como ponerlo bajo llave, D. Emilio, y ya sabe: lo prohibido es atrayente). Yo no soy tan leído, más bien soy como el personaje de Ramón, con una mente tan fácil de saturar de conocimiento que luego podría erigirme en autoridad del juicio fácil e insensato. Sí he satisfecho mi inmensa curiosidad a lo largo de mi vida, pero poco clásico. Por decir alguno, ahora estoy leyendo un librillo que cayó en mis manos por casualidad, “El mundo de Sofía”, una novelita juvenil que pasea por el pensamiento de nuestra civilización occidental; me ha sorprendido este repaso elemental, su efecto sobre alguien que en cierta manera ha madurado en la comprensión de este complicado mundo y en experiencia vital, es como descubrir el ADN que hermana nuestra forma de pensar; en verdad me ha impactado… me parece que soy muy impresionable. No sé si sería un buen libro de playa, pero creo que es un libro recomendable para estudiantes de instituto (o cualquier curioso como yo), una excusa amena para hacerles pensar sobre la existencia y sus interrogantes, para hacerles tomar consciencia de sí mismos y su lugar en la sociedad, para abrirles el apetito intelectual, para amar y disfrutar del conocimiento, para comprender que la Filosofía no es una asignatura de relleno sino una maravillosa oportunidad para formarse.
    Saludos.

  10. Hace años que suelo releer en verano- ¿Cuánto hace, Emilio, que no vuelves sobre Cien de soledad?. Ahora que dicen que GGM se sumerge en el olvido, la lectura es más que inquietante. En cuanto al Ulises, es una de esas obras intraducibles, por mucho que se empeñen, que hasta para la mayoría de los ingleses es inaccesible, como la esencia de gran parte de los poemas de Szymborska, que tienen en los juegos de palabras su más fiel aliado.
    Se me ocurre al hilo de lo del Ulises recomendar a un excelente escritor irlandés, John Banville, que escribe con el pseudónimo de Benjamin Black unas notables novelas policíacas, la última – publicada en España por Alfaguara- se titula «Muerte en verano» y es una joyita. Yo me le he llevado a la playa.

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