Vivimos la época más comunidada de la historia de la Humanidad, y la paradoja es que por eso mismo no podemos estar seguros de casi nada. Es verdad que, hace unos años, lo que se leía en papel impreso iba a misa, o lo que se escuchaba en la radio o la televisión, pero eso también servía para desinformar y hasta para crear monstruos sociales, como la idea nazi de la superioridad de la raza aria, idea que se encargó de machacar Goebbels a través de la radio. A partir de entonces ya es un axioma que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Pero ahora había una esperanza, la posibilidad de que no todos los canales estuviesen controlados, pero incluso cuando eso ocurre no puedes fiarte de la capacidad de manipulación que se ejercita a través de la red, las noticias erróneas que se publican en medios alternativos y de las que se hacen eco lo convencionales, e incluso los errores puros, que se comenten creyendo que no lo son, de buena fe. Pasa que, si los profesionales de la información tienen el deber ético de confirmar sus fuentes, quien escribe en Twiter o Facebook es un particular y puede escribir que ha visto un burro volando sobre Nueva York. Y esa información da la vuelta al mundo sin haber sido contrastada, hasta el punto de que un hombre conocedor de todo esto como Javier Solana comenta en su Twiter la muerte de Ariel Sharon, y luego le cae encima el diluvio universal, porque es un dato no confirmado y incluso desmentido, aunque algún periódico digital mantuvo durante varias horas esa información que luego ha resultado no ser cierta.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.