Se ha dicho que la trayectoria de Liz Taylor como actriz, estrella y referente del cine abarca seis décadas, récord sólo igualado Katharine Hepburn. Yo creo que no, que si bien Liz empezó siendo muy niña, su presencia en las pantallas de estreno se apagó al filo de 1980, aunque luego hizo algo de televisión, lo que viene a ser irrelevante y nada quita a su condición de icono del cine. A James Dean le bastaron cinco películas y cuatro años para instalarse en la iconografía del séptimo arte. Liz Taylor fue una gran actriz que, además, estuvo en grandes películas, bien por casualidad o porque supo escoger. Vemos grandes actrices y actores que no alcanzan la notoriedad que merecen porque se meten en proyectos equivocados, pero ella casi siempre acertó, sobre todo en los años 50 y 60, sus décadas gloriosas. Hacer un listado de las grandes películas en las que participó en ese tiempo casi equivale a enumerar sus apariciones en pantalla. Tuvo también la bendición de que, siendo tan bella, siempre la consideraron una actriz, en la misma época en la que la belleza se anteponía al talento en actrices legendarias como Marilyn Monroe, Ava Gardner o Kim Novak, y la fortuna de coincidir con actores magníficos que le aguantaban el nivel: Montgomery Clitf, Paul Newman, Marlon Brando, Spencer Tracy, Richard Burton, Mickey Rooney, James Dean, Robert Taylor, Peter O’Toole… El dramaturgo Tennesse Willimas le debe mucho por sus interpretaciones en el cine y nos imaginamos a Cleopatra tan bella (no lo era) porque al evocarla vemos el rostro de Liz Taylor. En realidad, fue una gran actriz que vino al mundo para ser uno de los iconos imprescindibles del cine. Descanse en paz.
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Las perspectivas de la carrera de Taylor mejoraron con sus trabajos en Un lugar en el sol (1951) con Montgomery Clift, Ivanhoe (1952) con Robert Taylor y Joan Fontaine, y especialmente cuando fue elegida para actuar, junto con James Dean y Rock Hudson, en la película Gigante (1956). Posteriormente fue nominada al Premio Óscar en la categoría de «Mejor actriz», por su trabajo en El árbol de la vida (1957), ambiciosa producción que intentó igualar el éxito de Lo que el viento se llevó. En el apogeo de su belleza, protagonizó junto a Paul Newman el drama romántico Cat on a Hot Tin Roof (La gata sobre el tejado de zinc, 1958), adaptación de la obra teatral homónima de Tenessee Williams. Recibió múltiples críticas positivas, su segunda nominación al premio Óscar por «Mejor actriz» y su primera candidatura al galardón BAFTA como «Mejor actriz británica». Durante las décadas de 1950 y 1960 se convirtió en una de las mayores estrellas del firmamento de Hollywood gracias a su presencia en los títulos citados y en otros como Suddenly, Last Summer (De repente el último verano, 1959) junto a Katharine Hepburn y Montgomery Clift (que le proporcionaría su primer Globo de oro y otra nominación al Óscar). Taylor y Clift mantuvieron una estrecha amistad hasta la muerte del actor en 1966. Con Una mujer marcada (1960), donde encarnaba a una prostituta de lujo, Elizabeth Taylor se llevaría su primer Óscar a la mejor actriz, tras sumar cuatro nominaciones en años consecutivos, un récord sólo igualado por Marlon Brando. A finales de la década de 1950 se acentuó su rivalidad con Marilyn Monroe, la otra gran estrella de los estudios 20th Century Fox, si bien se especializaron en diferentes tipos de personajes: Taylor optó por papeles atormentados, temperamentales y problemáticos, y Marilyn se hizo famosa como prototipo de sex symbol, mayormente en comedias.
Su categoría de estrella quedó reforzada con la película más cara en la historia hasta entonces: Cleopatra (1963). Por esta película, Elizabeth Taylor fue la primera actriz que firmó un contrato por la suma (para entonces astronómica) de un millón de dólares.
Sin embargo, varias peripecias la llevaron a superar este récord: los múltiples retrasos y contratiempos del rodaje, y un porcentaje de la taquilla contemplado en su contrato, motivaron que ella terminase cobrando su sueldo multiplicado por siete.
Fue en el rodaje de esta película donde conoció a Richard Burton; iniciaron un romance estando ambos casados, lo que provocó un enorme escándalo.
Elizabeth Taylor interpretando a Cleopatra en la película homónima estrenada en 1963.
A partir de mediados de la década de 1960 su participación en el cine fue perdiendo pujanza, aunque aún tuvo ocasión de intervenir en varias películas de relieve, como La mujer indomable (dirigida por Franco Zeffirelli),
Reflejos en un ojo dorado con Marlon Brando (bajo la dirección de John Huston) y ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de la que se dice es su mejor interpretación, al lado de su marido Richard Burton.
Por este trabajo, que en cierta manera reflejaba las desavenencias reales de sus protagonistas, Taylor recibió su segundo Óscar a la mejor actriz.