Otra ley contra el tabaco

Aunque parezca cosa secundaria, el proyecto del Gobierno para la ampliación de la Ley Antitabaco es un botón de muestra de la política errática de este país, pues no todas las culpas son del ejecutivo central, puesto que Esperanza Aguirre se apresuró a establecer modificaciones sobre la anterior ley que se han ido extendiendo y hoy es una ley fantasma por su escasa aplicación. En España, cuando algo no funciona se hace una ley, pero de nada sirven las leyes si no se aplican, y que yo sepa, si la actual Ley Antitabaco se aplicase a rajatabla sería de las más avanzadas de Europa. Pero no, hay que hacer otra, y me temo que también será para enmarcarla como pieza del museo de lo inútil.
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(Forzando el comienzo de la décima cubana, aquí diremos: «Fumo aquí, fumo en La Habana, / fumo en el Pinar del Río, / y como el cigarro es mío / fumo donde tengo ganas«)
Me pongo en el lugar de los propietarios de bares, cafeterías y restaurantes que en su día afrontaron reformas en sus locales para ajustarse a la nueva normativa. Digo yo que tendrán la sensación de que se gastaron un dinero tonto, porque otros que no han hecho nada, no sólo no prohíben fumar, sino que cuelgan en la puerta un cartelito donde dice «En este establecimiento se permite fumar». Es que esto lo cuentas en un país serio del extranjero y te dicen que es mentira. Y así, delante, detrás, un, dos, tres, mientras el Parlamento hace leyes no hay mecanismos para hacer que se apliquen.

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