La lección polaca

polonia01[1].jpgEn todos los noticiarios de ayer resaltaban el 70 aniversario de la invasión de Polonia por parte de las tropas alemanas, y se considera generalmente que fue el comienzo de la II Guerra Mundial. Pusieron espectaculares imágenes, filmadas sin duda por los equipos de cine del III Reich, resaltando la potencia brutal del fuego alemán en su famosa Blitzkrieg (guerra relámpago). Tal y como se suele presentar, el asunto es bien sencillo: Hitler era un tipo malo-malísimo que por su cuenta y riesgo sumió al planeta en un baño de sangre, con la complicidad de Japón e Italia (el eje del mal de entonces), y a los pobrecitos aliados no les quedó otro remedio que defenderse.
No fue tan simple, porque todo empezó mucho antes, acaso con el Tratado de Versalles (1919) que sellaba el final de la Gran Guerra (1914-1918), en el que se humillaba a Alemania y se ponía la simiente para una nueva conflagración. Todo se complicó con la crisis económica desatada en 1929 (también venía de antes) y la Gran Depresión, que hizo posible que el partido Nazi, radical y minoritario, llegase al poder en Berlín.
polonia 2.jpgLa invasión de Polonia del 1 de septiembre de 1939 no fue el primer acto de guerra, pues antes Hitler anexionó Austria, se hizo con Checoeslovaquia y se plantó en los Sudetes. Nadie movió un dedo para detenerlo, y cuando Polonia fue invadida tampoco las potencias occidentales intervinieron en su ayuda. Para colmo, el 17 de septiembre Rusia entró en Polonia por el Este, y Estados Unidos mantuvo su embajador en Berlín hasta diciembre de 1941 (dos años), y sólo entró en la guerra después del ataque japonés a Pearl Harbour, cuando Alemania declaró la guerra a Estados Unidos, que ya tiene bemoles la cosa.
De manera que, entre todos crearon el monstruo y lo cebaron hasta que no pudo ser controlado, incluso el Vaticano, que veía en una Alemania fuerte un seguro contra los rusos comunistas, aunque Stalin también tenía pretensiones expansionistas y por eso firmó con Hitler un tratado de no agresión (Pacto Ribbentrop-Mólotov).
Pero no han aprendido la lección y se ha vuelto a repetir la metáfora del engorde de la bestia con Irán primero y luego con Afganistán e Irak: ¿Quien alimentó la revolución de Jomeini? ¿Quién empujó luego a Sadam Hussein a guerrear con Irán? ¿Quién armó a los talibanes contra la URSS? Por eso, el sufrimiento del pueblo polaco, invadido simultáneamente por dos de las naciones más poderosas, es una lección que estamos empeñados en no aprender.

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