En la antigua Grecia, los mitos procedían de relatos ejemplarizantes, que servían para interpretar la vida cotidiana en cualquier tiempo, y así, hoy nos siguen valiendo Edipo, Electra, Pigmalión, Antígona o Ulises.
En el siglo XX, los medios audiovisuales, primero el cine y luego la televisión, nos han llenado de personajes míticos, fueran de esta época o de tiempos pasados. Estoy convencido de que Robin Hood era un criminal, pero si lo vemos en la pantalla con la cara de pillo de Errol Flynn nos cae hasta bien, lo mismo que Jesse James encarnado por Brad Pitt, el juez asesino Roy Bean (El juez de la horca) con los ojos de Paul Newman, el tortuoso estrangulador de Boston con la simpatía de Tony Curtis, el sanguinario Clyde interpretado por Warren Beatty o el retorcido Don Corleone en la piel de Marlon Brando.
Eso en Europa no suele suceder. Los famosos criminales europeos, desde el malvado Landru hasta el Vampiro de Düsseldorf nos asquean. En España nos horrorizamos con el crimen de Los Galindos, con Puerto Hurraco y con la matanza del expreso de Andalucía, y sin embargo los mitificados norteamericanos pistoleros a sueldo, asaltantes de bancos, traficantes de alcohol, mafiosos de la Cosa Nostra y asesinos en serie no nos producen rechazo. Debe ser la magia del cine, que del extermino de los indios y su cultura ha hecho un género, el western, que veíamos en la sesiones infantiles sin que hubiese la menor objeción ética.
Un comentario en “Criminales míticos (y II)”
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Tiene usted toda la razón. Así somos sobre todo los españoles. Nuestros crímenes históricos forman una leyenda negra, los de otros pueblos, historias épicas. Es lo que tienen las diferentes culturas de este mundo.
Gracias por sus reflexiones.