Los que ya vivíamos cuando el mundo, especialmente el español, era en blanco y negro, hemos recorrido un camino muy largo, que parece que va haciéndose cada día más azaroso, porque descubrimos el mundo el color, e incluso me atrevería a decir que contribuimos a pintarlo, y ahora nos damos de bruces con unas tendencias que llaman al escalofrío, porque se han ido atrincherando y cerrando las mentes, y las mentes cerradas solo producen sufrimiento propio y ajeno. Alguien dijo (pudo ser cualquiera, porque se le atribuye a diferentes voces) que la mente es como un paracaídas, si no se abre, no funciona, y cada vez cuesta más tirar de la anilla, porque el mundo de las relaciones y la tolerancia se ha ido oxidando.
Yo no soy un liberal en lo económico; ese juego tiene, para mí, las cartas marcadas. Pero sí que podría serlo en lo social, porque esta idea consagra la suprema libertad de la persona, que avanza con sus decisiones a cuestas, su albedrío insobornable y por consiguiente con la responsabilidad de administrarlo. Recuerdo que Lothar Siemens me decía que ninguna tendencia, doctrina o forma de pensamiento es más libre que la liberal (está claro por el nombre), y entonces (esto fue hace más de treinta años) su afirmación me pareció exagerada o cuando menos discutible.
El tiempo y la vida me han enseñado que el discurso Lothar estaba muy ajustado. Siempre digo que todos tenemos la huella de una pedrada que, en muchos casos, no sabemos cuándo, cómo y por qué se nos produjo y que solo se ve cuando te cortas el pelo o lo pierdes. También arrastramos una mochila, en la que han ido entrando cosas buenas y malas y que se ponen a funcionar simultáneamente en cualquier circunstancia, alterando la percepción de las cosas, de manera que, cuando dos personas se cruzan con un animal en la niebla, una ve la silueta de un ciervo y para la otra el animal puede ser un potro, un becerro o incluso un unicornio. Y siempre hay niebla.
Con el paso de los años, nos vamos quitando y poniendo capas y viendo las cosas de otra manera. La niebla es persistente, tenemos que fiarnos de los instrumentos que llevamos en la mochila para determinar con qué animal nos cruzamos. Así que, ahora percibo que estamos volviendo a ese mundo en blanco y negro del que tanto nos costó salir, que poco a poco los colores se van desvayendo hacia el gris. Y es ahora cuando cada cual se vale de su mochila y se palpa la cicatriz de la pedrada, porque no puede haber sido en vano todo ese periplo que necesariamente debe conducirnos a la libertad, que ahora empiezo a ver en peligro porque cada cual descalifica todo aquello que no sea fiel reflejo de su propia historia. Así desaparece el diálogo y es imposible el acuerdo, porque para ello es necesario ensamblar ideas contrapuestas o por lo menos distintas.
Y ese es el reino del mesianismo, porque todos esperan a alguien que los lleve a la Tierra Prometida. La democracia se tambalea porque resurge la mentirosa necesidad de los caudillos. Los ingleses ansiaron durante años que Ricardo Corazón de León volviese de Las Cruzadas para poner orden en su reino amenazado por su hermano Juan Sin Tierra; los alemanes esperaron el regreso desde Tierra Santa de Federico Barbarroja, y se les imaginaba montando un luminoso alazán (cada uno el suyo, que dos monarcas poderosos es mucho peso para un solo caballo). Los portugueses, siglos después, esperaron la vuelta del rey Don Sebastián, pero este nunca volvió. Por supuesto, también lo imaginaban a lomos de un albo y brioso corcel (un poco de cursilería hace que el asunto suene más legendario). Ingleses, alemanes y portugueses ponían su fe en el regreso de un salvador de la patria (es que no se puede gobernar un reino desde la quinta puñeta). Tanto creían los portugueses, que esperaron al jinete salvador mucho más tiempo de lo que alcanza la vida humana, pero como la cosa iba de magia, nunca perdieron la esperanza.
Después de oír a tanto Moisés de un lado y de otro proclamar su disponibilidad para liderar el paso del Mar Rojo, ya solo falta el caballo blanco. En Estados Unidos se han conformado con un tipo color naranja que en vez de caballo tiene un avión que le regalaron los infieles. Que haya gente que crea que la salvación de un país está en manos de una sola persona es fanatismo, pero si ese mismo ser cree de sí mismo que es la única solución, entonces estamos hablando de otra cosa, y no digo la palabra porque mi madre me decía que calladito soy clavado a Gary Cooper.
Ya sabemos que en la zona de lo que llamamos derecha, el mesianismo suele ser marca de la casa, y más mesianismo cuanto más a la derecha. Pero no se den por ganadores los de la llamada izquierda, que aquí todos cojean de lo mismo, y si no miren lo que le pasó al poeta Roque Dalton. Las palabras que los Evangelios ponen en boca de Jesucristo me parecen en general integradoras, pero hay una frase que me suena excluyente e intolerante, y es cuando dice “quien no está conmigo está contra mí”. Vaya, dirán algunos, otro equidistante. Pues no, porque como consecuencia de mi pedrada, entiendo que puedo tener criterio propio, que no esté a medio camino de ninguna parte, sino que es diferente. Hay muchas propuestas que siempre se nos presentan como una dualidad. Y no es así; puedes estar en desacuerdo con las únicas premisas que se presentan, porque una mente libre crea sus propias opciones (negociables, por supuesto).
Además, sentirse equidistante es la soberbia máxima, porque sería considerarse el centro de un círculo, algo parecido a la verdad absoluta e indiscutible. Ese es el problema, que no se permite la discusión y el acuerdo. Y quienes escribimos puede que no hablemos más que los que no, pero la palabra escrita queda, y estamos siempre en el banquillo, porque dos renglones más abajo, en el mismo Evangelio de Mateo, Cristo dice: “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Disculpe, Santidad, que usted es nuevo, no me meto en lo suyo, Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio sabían que son mis secuelas de la pedrada. Un amigo suele decir: “Hoy todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío”. Pues eso.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.