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Rearme urgente de palabras

 

Andamos en estos días con la conmemoración reivindicativa (no es una celebración) del 8 de Marzo, y merodeaba yo por Internet en una búsqueda, cuando una casualidad me sorprendió. Siguiendo la pista a otro asunto, entré en una web mexicana, que visito habitualmente porque difunde información de interés sobre toda América Latina. Me saltó a la cara un trabajo sobre una mujer peruana, que fue educadora, periodista, escritora y luchadora social. Pero lo que más me sorprendió fue el nombre, María Jesús Alvarado, que vivió entre los años 1878 y 1971. Y la sorpresa es que, además del nombre, su trayectoria tiene cierta similitud con una amiga mía, escritora y cineasta canaria actual, quien, además de su nombre, comparte con la peruana casi el bosquejo que las define. Se dice de la peruana (casi podría calcarlo mi amiga) que fue una profesora y socióloga autodidacta que inició la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer peruana en la segunda década del siglo XX (hace más de 100 años). Su lucha no fue solo por la mujer, sino que alcanzaba también al niño, al obrero y al indígena. Pero se la destaca y respeta en aquel país porque es considerada la primera mujer feminista de Perú, y, por las fechas, de las primeras de toda América Latina.

 

 

Conociendo cómo se las gastan los que en esa inmensa América que Estados Unidos considera su patio trasero con quienes se oponen a la tiranía habitual en todos los órdenes durante siglos, podemos imaginar qué determinación, qué capacidad humana, que inteligencia y qué valentía debió tener esta mujer para alcanzar una vida nonagenaria en la que se entregó a trabajar por todo lo que creía justo. Si hoy, la guerra sórdida de las petroleras o madereras se lleva por delante a los líderes indígenas, podemos entender que, hace un siglo, serían tan crueles o más que ahora, pues no hay semana que no sepamos de activistas desaparecidos o directamente asesinados a plena luz del día sin que esa justicia que pregonan las falsas democracias mueva un solo dedo.

 

Si sabemos con qué indignidad asesinaron a Zapata, a Víctor Jara o a Monseñor Romero, podemos imaginar qué exhibición de brutalidad es la que actúa cada día contra las mujeres de esos territorios. Por eso, cuando leo en alguna parte que hay mujeres con estudios y trabajo que proclaman que a ellas nadie las ha discriminado (cosa que es posible, aunque muy improbable dado el machismo imperante), pienso que, en ese milagroso caso, serían unas elegidas de los dioses y diosas de la justicia, porque no es lo habitual. Y cuando a ti te va bien, no quiere decir que todo vaya bien, porque el mundo no acaba en cada persona. Es necesario pensar en la degradación, la utilización, el abuso y el silenciamiento de millones de mujeres en todo el mundo (aquí también), y si te va bien, precisamente por eso tienes el deber ético de tratar de que el mundo sea más justo. Los abusadores se valen siempre del silencio de los que dicen no querer entrar en política. Machado decía que debes hacer política, porque si no habrá otros que la hagan por ti, y seguramente  contra ti, añado.

 

Rosa Luxemburgo era comunista y caminó hacia la socialdemocracia cuando vio, ya en 1918, que la revolución que se estaba imponiendo en lo que sería más tarde la URSS no garantizaba los derechos individuales. En ese momento sabía que estaba firmando su sentencia de muerte; la asesinaron un año después, porque molestaba a los poderes totalitarios de siempre y a los nuevos, de sus antiguos camaradas. Porque al final, todo acaba en una lucha por el poder, y más terrible se hace cuando el poder se transforma en individual, impuesto por el terror, que del culto a la personalidad mucho sabían Hitler y Stalin. Cuando el pensamiento se proclama libre, se vuelve peligroso para el poder, cualquier poder. Pasa lo mismo con los intelectuales, y basta con nombrar a Osip Mandelstam, García Lorca, Gioconda Belli o la mencionada Rosa Luxemburgo.

 

Por eso, en este marzo que es mes de reivindicaciones alrededor de la mujer, no podemos olvidarnos de que la palabra justicia es muy amplia, pero a la vez muy estricta. Todo lo que denigra, humilla, discrimina o castiga indebidamente a los seres humanos es injusto. Y hemos de buscar ese equilibrio, aunque suene a utopía. He observado que, cuando se reivindica la carencia de alguno de los Derechos Humanos, a menudo otros colectivos también discriminados no comparecen. Entiendo que no se puede repicar y andar en la procesión cuando se forma parte de quienes lideran y organizan, pero me resulta triste ver actos o acciones en los que solo hay miembros de ese colectivo. La justicia es una, y todas las carencias sociales han de ser denunciadas y todos los derechos defendidos. No es solidario que A solo se mueva por A. La injustica quiere arrasarlo todo, y por eso todos tenemos que oponernos.

 

Pensemos en esas mujeres que ni siquiera tiene derecho a que les dé el sol en la cara, en las personas que son tratadas con prepotencia porque son inmigrantes, de piel oscura o simplemente pobres (crece de forma alarmante la aporofobia). Pensemos en los derechos humanos, y no nos pongamos de perfil cuando nuestros dirigentes hablen como si hubieran decidido ir a la guerra. No necesitamos una guerra, y si piensan que nuestro futuro depende de cuántos misiles, aviones de combate, tanques, submarinos, portaaviones y ojivas nucleares tengamos, estamos perdidos, porque las guerras las pierden hasta los que figuran como ganadores. Como escribió Miguel Hernández: “Tristes guerras / si no es amor la empresa… Tristes armas / si no son las palabras”.

 

Sigamos en este marzo femenino recordando a mujeres como la peruana María Jesús Alvarado, cultivando el respeto, la confluencia, el diálogo. Eso sería hacer política de la que pedía Antonio Machado. Y para seguir con poetas, Blas de Otero nos diría que nos queda la palabra. Que eso sí que es rearmarse.

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ALBERTO ANAYA, EL NUESTRO.

 

Hoy, 5 de marzo, no está siendo un buen día en Canarias. Se han ido dos figuras importantes de nuestra cultura. Nunca he tenido que escribir dos despedidas el mismo día. Es lo que toca, hoy ha fallecido, además del escritor Luis Alemany, del que comento en otra entrada, el profesor e historiador Alberto Anaya.
En Canarias, a partir de don Elías Serra Ráfols, ha habido continuidad en la investigación histórica. Saltando de figura en figura, al filo de los años 70, surge en Canarias una generación de historiadores que, aprovechando el momento se internaron en el camino del rescate de la memoria reciente y de la más lejana, que no siempre se podía. En Gran Canaria, siempre con la mirada de Manolo Lobo pastoreando la curiosidad y ahora el Anuario de Estudios Atlánticos, se ha hecho un camino. Sin olvidarse de los siglos que nos han conformado, se fijaron en la memoria inmediata, a menudo enterrada por el odio.
Mucho hay que agradecer al trabajo de profesores e investigadores como Agustín y Sergio Millares Cantero, José Miguel Pérez, José Alcaraz y Alberto Anaya. Los tres últimos se han ido en pocos meses. Alberto Anaya hoy mismo. En estos historiadores, además del rigor académico, ha comparecido un gran compromiso con la historia reciente, con Canarias y con la búsqueda de verdades demasiado tiempo ocultas, y que nos duelen a todos.
Para mi generación, han sido y son escuela de conocimiento de nosotros mismos, los consideramos de «los nuestros», de la gente que quiere vivir en paz sin amaños ni compadreos, y para eso se necesita conocer la verdad, las verdades. Por eso digo que, con la muerte de Alberto Anaya, se ha ido uno de los nuestros, otro.
Cuando, en el futuro, se mire este momento de nuestra historia, habrá que recordar que hubo un grupo de historiadores que, a la sombra de la naciente universidad de Las Palmas de Gran Canaria (algunos desempeñaban la docencia en institutos de Secundaria), fundaron una dinámica que tarde o temprano nos llevará a conocernos más en lo bueno y en lo malo.
Recordemos a Alberto Anaya, el Nuestro, cuya memoria docente es tan importante como la investigadora. Descanse en paz.
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MEMORIAS DIFUSAS EN LA PARTIDA DE LUIS ALEMANY.

Ha fallecido el escritor Luis Alemany. Barcelonés de nacimiento, creció desde muy niño como tinerfeño y como tal se nos va. Lo conocí poco, por vivir en islas distintas, pero sí que lo frecuenté durante aquel Congreso de Cultura que realizó el primer gobierno autónomo del PSOE. Fuera en Las Palmas, en Santa Cruz o en La Laguna, tuvimos algunas coincidencias, él desde su status de clásico en vida (así fueron enseguida los del Boom de los narraguanches), yo como aprendiz con apenas una o dos obras primerizas en la calle. Era muy generoso y locuaz, pero entonces para mí era el autor de LOS PUERCOS DE CIRCE, sin duda una de la mejores novelas de los años 70 y que, como La Regenta en Oviedo, levantó muchas ampollas en Santa Cruz de Tenerife, ciudad a la que retrata con todas sus luces y, sobre todo, sus sombras. Eso a él le divertía, y a los novatos nos lo elevaba a la categoría de guerrillero de la letras.
Puede ser una imagen de una persona
Como dije, lo conocí y lo traté un poco en la década de los 80, y ya era así, la imagen de Alemany que desde hoy deja de ser historia y se convierte en leyenda literaria. Luego le perdí la pista y creo que me he cruzado con él un par de veces en 40 años, hola y adiós. Me comentó entonces que su tesis doctoral (que no sé si terminó) trataba del lenguaje del humor, y entre otras investigaciones, tenía recopilados más de seis mil chistes. Fue un entusiasta de la obra y el personaje de Jardiel Poncela y del humor. Como tenía una gran memoria, cuando iba por el segundo Whisky, tiraba de chistes clasificados (de suegras, de borrachos, de locos, de lo que fuese) y era una ametralladora.
Por cierto, como bien señala Eduardo García Rojas en le hermosa despedida que hoy le hace en su blog El Escobillón, con él todo ocurría siempre en una barra, nunca en una mesa, y el tintineo de los cubitos en el vaso escocés recordaban al sonido Dolby de los anuncios que entonces ponían en los cines. Y nos olvidamos con frecuencia de su constante trabajo alrededor del teatro, del que fue autor y gran valedor, como Alberto Omar o Cirilo Leal, tres enfoques diferentes. Se va un gran tipo, espero que al menos haya sido feliz algún ratito. Por eso hoy se oyen en el éter unas campanillas, que no son otra cosa que los cubitos de hielo contra el cristal de un vaso Tumbler. Descanse en Paz.