Ya he visto esta película

 

Hace casi 30 años, confluyeron los poderes económicos, políticos y mediáticos de España para conseguir “como fuera” echar a Felipe González de la Moncloa. Acababan de celebrarse las elecciones generales en el mes de junio de 1993, y volvió a ganar el PSOE por cuarta vez, aunque necesitó en esta ocasión el apoyo parlamentario de otras fuerzas, puesto que solo alcanzó la cifra de 159 escaños. Esto colmó el vaso que aquellos poderes y se reunieron en la Costa del Sol el 13 de agosto, bajo la coartada de crear una asociación por el periodismo libre, aunque en realidad de lo que se trataba era de acabar con la socialdemocracia en el poder, ya que España había cambiado demasiado para el gusto de esta gente en la etapa que llamaron Felipismo. Al principio lo he llamado confluencia, pero en realidad fue una conspiración de libro, que entre otras cosas pretendía una república centralista a la francesa, y hasta parece que tenían candidatos a la Presidencia. Debieron pensar, con ese gatopardismo que les caracteriza, que estaba bien cambiar para que todo siguiera igual, pero que González se estaba pasando con los cambios.

 

 

Tan sañudo fue el asedio político, económico, jurídico y mediático, que a los periodistas que lideraban aquel cerco los llamaron El Sindicato del Crimen, apodo que, incluso algunos de los figurones más preponderantes, asumieron con un macabro sentido del humor. El cerco que sufrió el PSOE en su cuarta legislatura fue tan duro, que se combinaba cada mañana con ataques en diversas portadas y radios, aderezados por el mantra parlamentario que llegó a resultar cansino: “Váyase, señor González”. Por supuesto, los discursos iban desde la corrupción hasta la acusación de negociar con terroristas (a los que luego Aznar, ya presidente, y en plena negociación con ellos, llamaría Movimiento de Liberación Vasco) y gobernar con el apoyo parlamentario de nacionalistas vascos y catalanes, que luego también serían también su arsenal de votos prestados en su primera legislatura. Felipe González perdió las elecciones anticipadas de 1996, y, en mi opinión, no se empleó a fondo en la campaña, porque es de suponer que personalmente estaba agotado.

 

Pareció desaparecer el llamado Sindicato del Crimen, en cuanto Aznar ocupó La Moncloa pero reapareció con parecidos métodos cuando sucedieron los atentados del 11M de 2004, en vísperas de las elecciones que ganó Zapatero, a quien siempre trataron de deslegitimar con otros mantras parlamentarios que sembraban la duda, aparte del empeño en relacionar a ETA con el horrendo crimen que no podemos olvidar. Y así siempre, tratando de poner palos a las ruedas de los gobiernos que no presiden, siempre con el fantasma de la no representatividad que dan los votos y el sistema parlamentario, que suele se muy democrático cuando la derecha gobierna.

 

Por eso estoy muy inquieto (aquí cabría decir aterrado, pero el miedo no es buen aliado, y por eso es por lo que ellos tratan de provocarlo), al ver la furia con que ha renacido el viejo mito de las dos Españas, y no se entiende cómo a estas alturas esas heridas no han cicatrizado (no quieren que cicatricen), tal vez porque el tema viene de mucho más lejos que la última guerra civil. Por el empeño que mantienen las fuerzas reaccionarias, estamos igual o peor que al principio de la democracia. Uno pensaba que asuntos como el 23F y los actos conmemorativos del Valle de los Caídos eran cosa de unos pocos nostálgicos residuales, pero resulta que no, y me echo a temblar con los editorialistas, tertulianos y columnistas que hablan con un lenguaje que ni el tardofranquismo se atrevía a usar. Y me pregunto dónde andaba metido tanto rencor, porque a muchas de estas personas las conocemos en los medios durante treinta años, y nunca pareció que fuesen tan reaccionarios, intransigentes y demagógicos.

 

Con gente como esta, parece que bien respaldada por poderes fácticos y con medios para vociferar, va ser muy complicado el futuro, porque no es sencillo negociar con muros de hormigón. El Sindicato del Crimen ha vuelto, pero ahora funciona sin freno y con la sensación de impunidad. Como consecuencia, cuanto más radicalizan su discurso hacia el unionismo y la ultraderecha, más se extrema el discurso contrario, hasta el punto de que están abriendo una brecha que va a costar mucho trabajo puentear, y que paradójicamente se ha agravado al romperse el bipartidismo.

 

Sé que muchos interpretarán estas notas como un apoyo al actual gobierno, porque una cosa es lo que digo y otra cómo cogen el rábano por las hojas y llevan el agua a su molino. Esto no es una opinión, son hechos comprobados y que vemos cada día con actuaciones que sólo buscan obstruir y descalificar. Y a la hora de barrer, tengo que decir también que me gustaría saber qué hay en la cabeza del presidente Sánchez, porque, a estas alturas, uno no sabe por qué casi está atascando el Parlamento con leyes que se superponen para su urgente aprobación.

 

Esta madeja tiene muchos hilos, la política ha llegado a un punto en el que sus responsables parecen entregados a los poderes económicos de siempre; si no disfrutan confundiendo, lo disimulan muy bien. Lo más triste es que ese forcejeo en las alturas se está metiendo en la cabeza y en los comportamientos de la gente. Ahora todo es blanco o negro, los extremismos están anulando la escala de grises, que es la moderación con la que avanzan todas las sociedades. Sé también que este es un fenómeno global, pero en España cobra más relevancia porque tengo la sensación de que ya he visto esta película. Pero, como decía James Joyce, ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema.

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