Publicado el

La imprescindible Jane Millares

 

El apellido Millares  me es familiar desde que tengo uso de razón.  En la adolescencia, apenas mirabas a tu alrededor, sonaban los hermanos  únicos, que ya traían el germen inmediato del arte de su padre, el poeta Juan Millares Carló, y de su ADN familiar que se avecina hasta más allá de los hermanos Millares Cubas y el historiador Millares Torres, y de toda una saga de artistas, intelectuales y ciudadanos comprometidos con la sociedad. Los hermanos Millares Sall parecían haber sido tocados por las musas del arte y los dioses del compromiso: dos artistas plásticos, dos poetas, un músico… Y algunas veces alguien mencionaba a la hermana Jane, que por «lo visto también era artista».

 

 

Luego, cuando quedó claro que Agustín y José María eran poetas que abrían caminos, cuando Manolo rompió todos los moldes plásticos habidos y por haber, cuando Eduardo demostró que era mucho más que un autor de viñetas, cuando Totoyo reinventó el timple y marcó un antes y un después… Entonces, a pesar de que en la trayectoria de Jane había argumentos para ser considerada un gran figura, en la mente de quienes la conocían como artista seguía sobrevolando aquella idea, machista e injusta de que era «una señora que pintaba».

 

Y claro que pintaba, pero su arte tenía siempre detrás un discurso plástico, social e intelectual. Siempre fue una artista como una catedral, codo a codo con Pino Ojeda o Lola Masieu, aunque solo a esta última le fueron concedidos en vida los galones que le correspondían. La obra de Jane Millares camina, por el carril que ella abrió, paralela a la de sus contemporáneos, que venían del indigenismo, al que ella supo dar una vuelta de tuerca y de alguna manera actualizó todo ese mundo femenino que también tocaron, entre otros, Oramas, Felo Monzón o Antonio Padrón, cada uno en su tiempo.

 

Jane ha tenido el privilegio de llegar a nonagenaria, y en sus últimos años ha sido reivindicada como se merece su obra imprescindible. Aunque era de justicia, hay que agradecerlo a nuevas voces que, al sumergirse en su arte, han encontrado una mina de oro, por su grandeza, su rotundidad y la enorme lección de su evolución como consecuencia de una búsqueda continua. Su obra puede dialogar sin miedo con la de  los grandes nombres del siglo XX, pero con una voz canaria y a la vez rabiosamente universal. No han sido ajenos a este rescate necesario sus hijos, quienes, lejos de aferrarse al natural afecto familiar, han luchado con uñas y dientes para que Canarias  pudiera mirar de frente  una de las grandes llamas que arden siempre para señalarnos el camino.

 

Por suerte tuvo una apacible longevidad, y por desgracia también le llegó el momento de eternizarse. El dolor por su partida no debe hacernos olvidar que se va una de las mujeres pioneras en la lucha por la igualdad, que siempre estuvo en el bando de quienes buscaron un mundo más justo y solidario, y sobre todo, que era una artista inmensa. Su obra grita como si tuviera voz, se ha ido (y se queda) una de las grandes figuras que son espejo en el que tenemos que mirarnos. Por ello, Jane Millares se va entre el cariño, la admiración y el agradecimiento. No merece menos. Que la tierra le sea leve.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.