Ni corazón ni vergüenza
Las noticias que esta semana han aparecido sobre el ambiente que se vive en una zona concreta del Barrio de Arenales, en el que se producen incidentes que perturban la tranquilidad y la seguridad del vecindario, han vuelto a poner de manifiesto la habilidad de nuestros dirigentes para pasar la pelota o simplemente escabullirse de las responsabilidades que se suponen que tienen para con sus administrados. Ojalá fueran tan aplicados como cuando cobran impuestos, pues ya hemos visto cómo este mes ya han absorbido de nuestra cuenta corriente el recibo del IBI que tenemos domiciliado.
Ante la situación que se vive en la zona, lo único que se le ocurre al concejal que se supone entiende en el asunto es instar a los vecinos de a denunciar. Imagino que con eso pasan la pelota a la policía del estado, a la Guardia Civil. Me pregunto si la Policía Local nada tiene que ver con el orden público y está solamente para poner multas de aparcamiento, cosa que por cierto hacen muy bien los empleados de la empresa adjudicataria de las maquinitas de aparcamiento. A ver si un día consigo descifrar las prioridades de la policía del municipio, que ya supe, por fin, el pasado 12 de octubre la sagrada función de la Policía Autonómica Canaria, que consiste en desfilar, mano al cinturón, el Día de la Fiesta Nacional (del Estado, cosa extraña) por el madrileño Paseo de La Castellana.
Nuestros próceres superan en el arte de pasarse la pelota a la legendaria UD Las Palmas de hace medio siglo. Es tal mi perplejidad que solo se me ocurre afear su ineptidud, y mi obligación moral es decirles con todas las letras que ellos no están cumpliendo sus cometidos, no solo morales, sino también legales y administrativos a quienes a sabiendas comenten terribles injusticias es una obligación moral para todo el que tenga una ventana para gritar, por pequeña que esta sea. Recuerdo al expresidente Clavijo, cuando, siendo alcalde de La Laguna, criticó la tardanza en la aplicación de la Ley de Dependencia en Canarias. Entonces era una verdad incontestable y sigue siéndolo, y eso que aquel alcalde lagunero presidió el Gobierno de Canarias. Pero claro, esa maestría para el regate es proverbial en nuestros políticos.
No sé cómo unos y otros tienen cuajo para presumir sin despeinarse de lo bien que funcionan los servicios sociales; da igual el nivel administrativo que tenía, debía o le procedía actuar, porque tristemente en este caso se hace espantosa verdad el dicho de que «entre todos la mataron y ella sola se murió». Hay responsabilidad (como mínimo ética y tal vez de ahí hacia arriba) porque se ha suprimido personal, materiales y servicios, y quienes están no dan abasto, pero también porque las instituciones emulan continuamente a Juanito Guedes lanzando pases en profundidad. Son unos pasadores magníficos, mientras se les llena la boca pintando paraísos que no existen o haciéndose fotos en ferias, eventos y actos que son meras machangadas que solo sirven para alimentar el diálogo para besugos de políticos que se mueven en otra dimensión: la dimensión de la mentira.
Por otra parte, de las últimas décadas guardo muy buena memoria. A finales del siglo pasado, hablaban empresarios, que trataban de arrimar la brasa a su sardina, pero siempre sin pasar los límites de las relaciones justas con los trabajadores; se debatía en las tertulias mañaneras y había disparidad de opiniones, pero nunca se traspasaba la frontera de lo razonable, entendiendo que cada cual tiraba por sus intereses o su ideología. Hablaban políticos del gobierno central o de la oposición, de los ayuntamientos o las autonomías, y siempre se mantenía la idea del estado social. Hasta La Iglesia, que no pierde oportunidad en los púlpitos para adoctrinar no solo en el campo religioso, lo hacía con moderación, incluso en los medios de su propiedad.
Todo ha cambiado. De unos años a esta parte todo el mundo parece haberse quitado la careta, y se despachan con un desparpajo y un cinismo que da escalofríos. Me impresionó hace unos años ya, que la entonces presidenta del Círculo de Empresarios, siendo mujer, hablara de las mujeres trabajadoras como si fuesen instrumentos desechables; o más recientemente al Presidente de una compañía eléctrica derrapar sin freno. Lo que dicen ahora cargos políticos, periodistas paniaguados o dirigentes económicos lo habríamos tomado hace diez años como una parodia del poder tiránico. Hablan como voceros esclavistas de una desigualdad económica brutal, son en su mayor parte maduritos, que trabajaban en medios de comunicación con supuesta aura progresista o al menos conservadora moderada. ¿Pensaban hace diez o veinte años lo mismo que hoy vomitan, o es que han sido abducidos por una locura explotadora, discriminatoria y cruel? ¿De dónde han salido esos iluminados que pueblan radios varias, televisiones que curiosamente son deficitarias y periódicos que apenas se venden pero que se leen en Internet? Si siempre pensaron lo mismo, es que hemos vivido durante más de un cuarto de siglo en un océano de hipocresía, en el que los tiburones se hacían pasar por delfines esperando el momento de atacar.
Sucede como consecuencia de un reparto injusto de la riqueza y de la ineptitud y el entreguismo de quienes rigen las instituciones. Yo denuncio de que contra esta sociedad se está cometiendo un crimen de lesa majestad, porque están malviviendo, sufriendo y a menudo muriendo seres humanos por su avaricia. Putin tendrá muchas culpas, pero no todas; y si tratan de justificar ese abandono a los más débiles es que, además de no tener corazón, tampoco tienen vergüenza.