Septiembre es un mes curioso, porque hay países en los que se recuerda, para bien y para mal, un día de septiembre. Estados Unidos es el paradigma, porque fue un 17 de este mes cuando se promulgó la primera y única Constitución norteamericana, y por contra el siglo XXI empezó con el estigma terrible del 11-S. Otro país en el que septiembre tiene carta de naturaleza histórica es Chile, pues su fiesta nacional, que conmemora la independencia, es el día 18, y también fue un 11 de septiembre cuando tuvo lugar el pinochetazo que acabó con el gobierno y con la vida de Salvador Allende. Sería por lo tanto un mes clave en estas dos naciones, pero también lo es en Cataluña, donde el 11 de septiembre es la Diada (que por cierto conmemora una derrota que sigue coleando casi tres siglos después). Así que debemos recordar lo malo para no repetirlo y mirarnos en el espejo positivo de septiembre, mes en el que nacieron figuras que creyeron en el ser humano, como Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Agatha Christie, Tolstoi o Benedetti, por poner solo unos pocos ejemplos.
Este es un mes lánguido en la memoria, pues, aunque en nuestro Atlántico suelen estar presentes las olas bravas de la Mareas del Pino, uno se imagina septiembre con el sol atenuado, las playas solitarias y el mar llano y silencioso. Es la escena final de la película Muerte en Venecia. Y ante este septiembre uno no sabe cómo retratarlo, después de un verano en el que el fuego ha atacado en todas sus formas, sea en incendios terribles o en olas de calor abrasadoras. Ha sido una visión de El Infierno de Dante. Y han hablado los políticos, pero ya no les hacemos caso porque lo que dicen hoy mañana es papel mojado. Septiembre es la puerta a un nuevo curso, el escolar, el político y el económico, pero ya nadie se fía de nadie, se ven las urgencias pero no se da un paso en ninguna dirección, se mezclan Ucrania, la covid, la confusión provocada, y encima se muere Gorbachov el mismo día que se tira por la ventana un petrolero ruso examigo de Putin. Solo cumplen con su trabajo quienes, a la vista o tras la cortina, tratan de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Así que esas tenemos, y aunque pienso en la romería del Pino o en El Charco de La Aldea, voto por la bravura de nuestro océano porque habrá que reaccionar ante tanta mentira. Nos pueden destruir, pero ya no nos pueden engañar.
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