Suele decirse que los deportes generan nobleza y respeto por el adversario, aunque no es esa la imagen que vemos, sobre todo en deportes muy mediatizados por el dinero y hasta por la política. Es más, en las grandes manifestaciones deportivas, está convirtiéndose en un grave problema la violencia física y verbal, tanto en la cancha como en los recintos deportivos y aledaños. De hecho hay seguidores de un equipo de lo que sea que se declaran casi enemigos mortales de otros, por las razones que sea, y vemos racismo, machismo, insultos y agresiones que dan muy mala imagen de lo que debiera ser una competición limpia. Hay que saber perder, con estilo, y también saber ganar, con respeto.
El párrafo anterior sirve, por oposición, para realzar la nobleza y deportividad de la LUCHA CANARIA, un deporte que también es cultura, porque forma parte de nuestro patrimonio etnográfico. En este deporte, la nobleza es consustancial a la condición de luchador, y la historia nos dice que, cuanto más grande es un luchador, más se le nota la nobleza con el adversario. Nombrar a las grandes figuras de nuestro deporte vernáculo es hablar de nobleza, y a la vez valorar en sentido deportivo esta práctica, porque, cuando nuestros grandes luchadores se han aventurado a otros tipos de lucha (judo, sambo, grecorrromana, senegalesa, leonesa), han alcanzado campeonatos y subampeonatos europeos y mundiales, en cuya base estaba su talento y el conocimiento de las técnicas de la lucha canaria, y, aunque hay más, se nos vienen a la memoria los grandísimos Santiago Ojeda y Juan Barbuzano.
Esa lucha tan noble y tan nuestra ha sido abandonada en los últimos años, o al menos no se le ha prestado la atención que merece como en otras épocas ya doradas en la memoria. Algo se está haciendo mal, pero como no soy entendido, doctores tiene La Iglesia, y seguro que ellos saben cómo dar a este deporte su lugar (y eso que ha habido décadas de gobiernos que se autollamaban nacionalistas).
Por eso escribo hoy esta nota, para recordar que hay que volver a la senda en la que brillaron figuras como Pedro Cano y Loreto IV, en una rivalidad interminable que los hizo más grandes a ambos por su ejecutoria deportiva y por el respeto casi sagrado al adversario. Loreto IV es homenajeado este sábado por la gente de la lucha. Se lo merece con creces, porque siempre fue un gran deportista, catorce años después de su retirada, pero más vale tarde que nunca.
La grandeza deportiva de Loreto IV le hace merecedor de estar en el imaginario «Salón de la Fama» del deporte canario, junto a Los Doreste, Manrique, Molina, Patricia Guerra, aquella UD Las Palmas mítica de Tonono-Guedes-Germán, Carla Suárez, las gemelas Ruano y tantos nombres que no cabrían en esta página, como los ya mentados Ojeda y Barbuzano. La grandeza deportiva de Loreto IV está fuera de toda dura, ahí están su palmarés y la memoria de su elegante manera de luchar, pero también es un campeón en humanidad, que valora a los demás y se entrega generosamente siempre que es necesario. Esta vez ha vuelto a darnos una lección, porque la recaudación de la taquilla de su homenaje del sábado (que será alta porque nadie quiere perdérselo) irá a parar a la ONG Pequeño Valiente, que se ocupa de niños y niñas enfermos de cáncer y de sus familias.
Larga y próspera vida a un gran campeón y a un hombre bueno, en el mejor sentido machadiano de la palabra. Gracias al hombre y al deportista por todo lo que ha dado y sigue dando a esta tierra.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.