Vivimos un agosto de duermevela. Se habla por lo bajini de la sexta (¿o es la séptima?) ola del covid, pero siguen sucediéndose las sudorosas aglomeraciones de este o aquel festejo, que parece que todo el verano es fiesta continua por todas partes. Tampoco sabemos muy bien cómo va la guerra de Ucrania, y en medio noticias que parecen esperanzadoras o el menos contradictorias, como la salida de barcos cargados de cereales de los puertos ucranianos. Hay opiniones que se cuelan y que dicen que el final de la guerra está amañado desde antes de que empezara, mientras que otros hablan de la gran oportunidad española como repartidora de gas por poseer más plantas conversoras del gas líquido.
El caso es muchos se han liado la manta a la cabeza y se han montado unas vacaciones que a lo mejor tienen que pagar a plazos, y eso que no está claro qué va a suceder en otoño, porque se habla de recesión en Europa, precisamente en los países que más turistas envían a Canarias, y no hay más análisis que hacer por la escasa representatividad que tienen en la economía otros sectores de producción. Lo que se mira es el turista, y nada sabemos de la ganadería, de las industrias queseras, de la agricultura. Pero siguen ahí lo de Chira-Soria y otros proyectos que solo ven al fondo fortalecer la oferta turística.
Y es contradictorio que vengan visitantes, que ganen dinero las líneas aéreas y la industria turística, que suban los precios de todo el sector y que siga habiendo una tasa de paro impresentable y que los salarios se mantengan -o bajen- en comparación de la época prepandémica. ¿Para qué queremos esa millonada de turistas si luego siguen el paro y los salarios de miseria? Y muchas instituciones municipales e insulares apoquinan para que primeras figuras del espectáculo llenen las noches canarias de música gratis con cualquier excusa. No sabemos qué va a pasar con la educación, pero paso a paso, avanza hacia la privatización, y la limpieza, y la mayor parte de los servicios. Lo que sí está claro es que la privatización de la Sanidad Pública canaria es un hecho visible que sigue las pautas usuales: dejar que se deteriore lo público y así se justifique el engorde de lo privado. En fin, pero seguimos bailando y de romería.
Salvo el ocurrido hace un par de semanas en el norte de Tenerife, parece que nos estamos salvando, de momento, de esa plaga bíblica de fuego que asola La Península y buena parte de Europa. Pero miramos a nuestro alrededor esa fiesta oficial permanente y nos damos cuenta de que, cuando cesa el sonido de las bandas de Agaete y Guayedra, todo son carencias, y que la política y la economía canarias (vienen a ser lo mismo) está siempre en las mismas manos, que hacen que todo funcione según les convenga, porque no hay pandemia, guerra o inflación que justifique que se paguen precios más altos que antes en los hoteles, y las Kellys sigan cobrando 2,70 euros por habitación. Es una burla, y no es que piense que el empresariado es un ente maligno, pero no me negarán que, sobre todo los del sector turístico, están los primeros para las ayudas en las vacas flacas, pero no se les ve un detalle cuando hacen caja. No es lo que se espera de una clase económica dirigente que hace avanzar a toda una sociedad.
Así que, seguimos repitiendo esquemas y adormecidos con unos medios que siempre usan la actualidad para infundir miedo, pero luego vemos que quienes pueden no mueven un dedo para detener la guerra, para combatir el cambio climático o para que lo bueno y lo malo se reparta mejor en una sociedad que se dice cohesionada. Es como si el mundo se hubiese tumbado en la hamaca de la pereza y le diera igual la deriva que va tomando todo. A ver qué pasa cuando se vaya esta faulkneriana y no sé si fictica luz de agosto.
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