El mundo que no queremos
Como soy novelista, y entregándome a una especie de secuela de la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, trato de imaginar qué recomendaciones hizo el Enviado del poder real a un tipo de clase Beta (ejecutante), jefe de un gobierno-marioneta en uno de los territorios limítrofes del espacio dominado, horas antes de que comunicara a la nación desde la tribuna principal una serie de medidas destinadas a salvaguardar a las estirpes dirigentes elegidas por los dioses azules, y a marcar las diferencias de clase que nunca debieron perderse, aunque debía parecer lo contrario. El portavoz del Poder Supremo, un Alpha (elite) muy elevado, aconseja en estos términos al político-títere y mandamás de un territorio:
«Vas a hablar para que te escuchen todos. Trata de que no se arme mucho lío, aunque entiende que los partidos de la oposición pataleen un poco. Es lo normal, ya sabemos que cada cual tiene que representar su papel en esta función a la que hacemos llamar democracia. Sabemos que se ha puesto a circular una enorme cantidad de barbitúricos y que la gente está contenida por las pastillas o distraída, según gustos, con los fichajes de Madrid y el Barça, con la resaca de los incendios forestales o con debates cansinos (la sequía, la guerra en Ucrania, el cambio climático, La Pantoja sí, La Pantoja no). Se trata de poner las cosas en su sitio, esa tontería de «un hombre, un voto» fue un error de la Revolución Francesa. Está claro que los hombres no son iguales, existen las clases, y era sangrante que un ciudadano de esos que llaman clase media viviera como nosotros, que somos los que tenemos la responsabilidad que nos conceden los dioses.
Dile a toda tu gente que mantendremos ese envoltorio supuestamente democrático, con unas elecciones aquí, otras allá, pero es evidente que el control tiene que estar siempre en las manos adecuadas, y los funcionarios, simples mortales de la clase Gamma, nos estaban impidiendo hacer las cosas como es debido con su intervencionismo. Luego están las hordas compuestas por Deltas y Epsilones (operarios para trabajos duros). ¿Dónde se ha visto que todo el mundo tuviera una vivienda propia y un seguro de desempleo? ¡Hasta ahí podríamos llegar! Esto había que resolverlo, Se ha empezado hace décadas y todavía nos queda tarea. Ya les hemos dado la alegría del fútbol, y es un contratiempo que su gran tenista tenga problemas en las piernas, y tampoco ayuda que ya no se figure con fuerza en el Tour de Francia y no se ganen mundiales. Fueron buenos tiempos los de Induráin. Pero ya no basta con la televisión, aunque es importante, hay que mover las redes cibernéticas.
Debemos agradecer sobremanera la colaboración que están prestando los Beta de las tierras del Nordeste, que con el independentismo nos ayuda a que la gente discuta tonterías; y las fuerzas del Norte, porque lo del soberanismo cabrea a mucha gente, y mientras se cabrean con ellos nosotros podemos hacer nuestras cosas. Por fin ha llegado la hora de ir materializando la idea que venimos persiguiendo desde hace casi medio siglo, de la mano de insignes Alphas como Reagan, Thatcher, Khol y Juan Pablo II, sin olvidar la amigable complicidad de Miterrand, y el trabajo previo hecho en su país por sus antecesores Jovial, Severo, Isidoro, Bigote, Ojos de Agua y Caminante (*). Lo que hemos ido cocinando durante tanto tiempo (qué risa me da recordar aquellas movilizaciones contra la globalización) ya es una realidad.
Ahora ya puede dejar entrar a los periodistas. ¡Ah! y que pasen los taquígrafos. Y recuerda a los consejeros que no deben preocuparse por sus bolsillos, que como Betas deben saber que sus salarios, dietas y privilegios se mantendrán, como no podía ser de otra forma. No hagan caso a si suben o bajan la Bolsa, la energía y la Prima de Riesgo, eso forma parte de la escenografía. En cuanto a los sindicatos, ya estamos pactando con ellos un par de huelgas generales, para no dejar espacio a las dudas. Cumple con tu misión, es tu hora».
Y así quedaron las cosas para la reentré política. El resto de la novela se escribirá en un par de décadas más, salvo que logremos sacar de los tranquilizantes y ansiolíticos a quienes tendrían que estar frente a la idea de llegar a una sociedad justa, solo eso, justa. Es decir, la mayoría de quienes habitan este país y este planeta.
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(*) Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy.