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¿Falta mucho, don Quijote?

 

Los libros sagrados, que son soporte de las religiones (especialmente de las monoteístas) han sido objeto de innumerables interpretaciones sobre lo que avanzan sobre el futuro algunas de sus intrincadas alegorías, cuando no se lanzan directamente a predecir acciones, actitudes y estados de la Humanidad. También está la literatura intocable, a la que se acude como a un oráculo para explicar la realidad o anticipar el mañana, tales son los casos de la Odisea de Homero, el Quijote de Cervantes y prácticamente todo Shakespeare. Esos libros rebosan frases que suenan como campanadas para aplicar a lo cotidiano, sea individual o colectivo, y con el respaldo de tales sentencias, presentadas en forma de aforismo, máxima, proverbio, adagio, refrán, moraleja o mera cita, se pretende añadir credibilidad a algún argumento que en ese momento se maneja.

 

De entre los libros sagrados, está La Biblia, que contiene a su vez muchos libros y que es fuente a la que se acude para zanjar un asunto, y en el ámbito de nuestra cultura la palma se la lleva el Quijote, que exige a Cervantes ser un Apolo infalible, cuando no era más que un hombre, muy inteligente y que entraría en esa calificación de genio que nunca me ha gustado; y lo mismo a los demás autores, sean Moisés,  el rey David o San Juan de Patmos o sus discípulos, y en esos libros pueden haber participado muchas manos aunque luego figure uno que, quién sabe, ni siquiera escribió una sola línea. El caso es que sean uno, trescientos o tres mil los autores de estos libros, finalmente eran humanos, y sus sentencias y adivinaciones se acreditan en cuestiones tan evanescentes como la fe, y, sobre todo, en la interpretación de los exégetas, y un ejemplo claro es la interpretación de los sueños de Nabucodonosor por el profeta Daniel, cuyos significados y detalles varían según quien lo estudie y en qué época posterior.

Desde hace unos meses, circula por las redes en diversos formatos una prédica de don Quijote, que aparece en la primera parte del libro, capítulo XVIII. Para no ponernos solemnes con el lenguaje de Cervantes, ante las quejas de Sancho por las muchas desventuras que les iban sucediendo, el Caballero de la Triste Figura le viene a decir que después de grandes borrascas viene el tiempo en calma, y ningún bien ni mal dura para siempre. Lo dice Cervantes por boca de don Quijote, y ahora, en las redes sociales, la gente más animosa usa este párrafo del gran libro cervantino tratando de vislumbrar una mejoría en el mundo, acosado ahora por los cuatro jinetes del Libro de las Revelaciones (Apocalipsis) que vendrán en forma de nubes de destrucción: Guerra, Preste, Hambre y Muerte. Ya si entramos en los Siete Sellos y las Siete Trompetas nos pueden dar las uvas, si es que de aquí a diciembre no cambia el calendario. Si Julio César, Mahoma, el papa Gregorio XIII y la Revolución Francesa lo cambiaron (Napoleón lo “descambió”), también podrían hacerlo alguno de estos figurones que hoy dominan el planeta a la patada. A lo mejor se trata de eso, el que gane la guerra pone nombre a los meses y a las estaciones.

Después de una crisis financiera, una pandemia que no sé por dónde va, la crisis económica subsiguiente, la guerra que en principio era en Ucrania y sus consecuencias funcionan como el efecto mariposa, amenazando de más hambrunas en África y me temo que en más lugares, el calentamiento global que no cesa, crisis política y de valores por todas partes, olas de calor e incendios como plagas bíblicas… ¿Le parece a usted, don Quijote, que no son suficientes desventuras para que llegue de una vez esa Era de Acuario tan próspera, pacífica y armoniosa que nos prometían los mensajes esotéricos de los años 70 del siglo pasado? ¿Falta mucho, don Quijote? Ya que le da tantas esperanzas a Sancho, supongo que tendrá algo que argumentar al respecto, a no ser que haya delegado en Pedro Sánchez (etimológicamente, hijo de Sancho).

Rebusco en ese Libro de las Revelaciones, en las metáforas del regreso de Odiseo, en las letras The Rolling Stones y hasta en la Cuartetas de Nostradamus, que cada cual acomoda a toro pasado según le conviene. Y no veo yo manera de apagar tantos fuegos y manejar a tanta gente, por mucho reguetón disuasorio que nos programen. Por ello, tengo que decir que en los libros en que no creo son precisamente esos que se tienen por sagrados y vínculo de unión con la transcendencia. También sé que hace ya dos décadas que no escucho una sola verdad de boca de los dirigentes políticos y económicos y sus voceros mediáticos.

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El consejo de don Vito Corleone

 

Me temo que el Debate sobre el Estado de la Nación que se celebra en estos días (el primero en siete años) va ayudar muy poco a clarificar la cabecita de los españoles, que no acaba de entender qué está pasando, y a la vez teme por lo que pueda suceder en los próximos meses. Este evento, que suele tener gran calado político en las democracias serias, imagino que convertirá en el chalaneo de siempre: insultos, descalificaciones y chapoteo en el barrizal a pesar de la canícula que nos quema. No soy adivino, pero si seguimos la trayectoria de Sus Señorías en los últimos años, será eso, un griterío tabernario sin sentido. ¿De quién es la culpa? De la totalidad del Parlamento, de las fuerzas mediáticas y eso otro que antaño llamaban poderes fácticos, que alimentan la fanfarria para que nadie se aclare. Ojalá me equivoque y quienes son depositarios de la soberanía popular se decidan a actuar pensando en el interés general. Pudiera ser, me han dicho que a veces los burros vuelan.

 

La situación es ideal para que exhiban sus capacidades políticas las instituciones del Estado y quienes las conforman, y la sociedad civil mire por el bienestar general y no se dedique a apilar millones en un mismo montón, el suyo. La cosa no puede tener más variedad:

 

Hay una pandemia que, ola tras ola, nos lleva dando la murga durante los últimos dos años y medio, y que ahora, aunque haya muertes, ingresos y contagios, se ha dado por acabada de facto. Se acercan elecciones y no es plan de fastidiar votos tomando alguna medida, y si hay que tomarla, que lo haga otro y se lleve la bronca ciudadana y electoral.

 

Esta pandemia ha generado un desastre económico porque gran parte de la economía española y mucho más la canaria dependen del turismo. Decían que hay que diversificar el riesgo y abrirse a nuevas formas de economía, pero yo lo único que veo son medidas (o la ausencia de ellas) que van encaminadas a seguir engordando el mismo montón.

 

Por si fuera poco, a Putin se le ha ocurrido invadir Ucrania, porque, por supuesto, La OTAN ha tratado de evitarlo, porque son los buenos, y se reúnen en España para ampliarla, rearmarla y seguir el juego al que manda en este equipo de envite; o sea, el presidente de Estados Unidos, da igual el color, el partido o las simpatías o antipatías que arrastre.

 

Ya metidos en una guerra económica (esperemos que no vayan más lejos), entre una cosa y otra, sube la energía porque Rusia controla buena parte de la que consume Europa y se produce una reacción en cadena, una inflación galopante, suben los precios, y con ello los márgenes de quienes mueven el mercado porque sus porcentajes van a misa, ganan dinero a espuertas, se recauda más en impuestos y sin embargo los salarios son  insuficientes (por ser suave) y el coste de los productores agrícolas y ganaderos los lleva a la ruina, mientras el consumidor paga muchísimo más y no se sabe en qué escalón del mercado se queda toda esa subida (bueno sí se sabe).

 

Para convertirse en un as del buen gobierno que ponga a cada uno en su sitio hay que ser inteligente, generoso, valiente y dedicarse a proteger a la mayoría. Pero claro, para eso hay que gobernar, y en España los viejos caciques rurales del siglo XIX ahora son los consejos de administración de las grandes corporaciones, que controlan la energía, la alimentación y la sociedad en su conjunto, porque la sanidad, los servicios sociales y la educación van camino de ser privados; son ellos quienes en realidad mandan, y si no comparen las posiciones del mismo partido, el que sea, cuando está en el gobierno o cuando ocupa la oposición.

 

Pero nada, no quieren lucirse, van a seguir mareando la misma perdiz, y todavía nadie ha informado al país sobre los detalles de la viruela del mono, que sigue sumando, pero se diluirá en cuanto se dé la orden. Si alguien muere por ello, tampoco hay que alarmarse, los muertos son solo estadísticas. Por si fuera poco, quieren imponernos un orden personal que priva de la felicidad a muchas personas, y un ejemplo de cómo tratan de hacer retroceder los avances es el rosario de pegas con que se ha encontrado la organización del Orgullo LGTBI el pasado fin de semana en Madrid. Entre todos la mataron y ella sola se murió. La política está maniatada por los poderes económicos y financieros, y si no empezamos a hacer valer los derechos adquiridos con años de lucha de millones de personas, ellos conseguirán su propósito. Así que, si esto cambia en el debate del Estado de la Nación, tal vez empiece a creer en milagros. Parafraseando el Consejo de don Vito Corleone a Michael, su hijo y heredero del rango de Padrino: “quien diga que la lucha de clases es cosa del pasado, ya sabemos a qué amo sirve”.

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Nona ya está en su Catamarca

 

Hoy se me ha muerto Nona Gutiérrez Peñate, nuestra Nona, como nos referíamos a ella sus amigos. Se ha ido silenciosamente y el distanciamiento que nos ha impuesto la covid ha impedido que supiéramos de su enfermedad. Hoy, un wapsapps terrible, enviado por un compañero de tantas horas de alegría, decía casi con miedo: «Nona se nos ha ido». Y es que aquel grupo que tanto compartió durante décadas ha ido cumpliendo años.

 

 

Nona era una mujer con un toque de inocencia que desprendía luz. Siempre la recuerdo riendo y con ganas de que alguien se sacara una guitarra del sombrero para armar lo que llamábamos un guitarreo, aunque casi siempre la guitarra se ahogaba entre tantas voces y tanto jolgorio. Pero es que sin guitarra no había parranda. Por otra parte, era una mujer laboriosa y disciplinada en su trabajo y desde luego la autora de las mejores albóndigas que he probado en mi vida.

 

Cantábamos en su momento y luego con décadas de retraso el cancionero de los años 70, que iba engordando con lo nuevo de Sabina, aunque nunca llegamos a empatar con Jorge Drexler. Nona tenía ese cancionero con las letras de muchísimas canciones, pero cuanto más se animaba el canturreo, más cerca estaba el momento de que ella pidiera al guitarrero, fuese Eduardo, Nino, Pepe o quien fuera, que ya era hora de arrancarse por Paisajes de Catamarca, una zamba argentina que llegó a nosotros con Los Chalchaleros, y que tocarla y, sobre todo cantarla, requería que quien o quienes capitanearan el tenderete/asadero tuvieran cierta solvencia, y aún así, siempre se trataba de evitar para que la fiesta no decayera con una gran canción echada a perder.

 

Y siempre me he preguntado por qué Nona pedía siempre esa canción, aunque hoy, repasando la letra, y tal vez influenciado por la noticia de su partida, he pensado que, tal vez, esas letras sencillas que aparentemente solo son descripciones de un valle argentino camino de Los Andes puedan entenderse como una película de la vida:

 

«Paisajes de Catamarca, / con mil distintos tonos de verde;  / un pueblito aquí, otro más allá, / y un camino largo que baja y se pierde…»

 

Nona, la generosa, sensible y querida Nona, se ha ido. Tal vez se fue a recorrer ese camino largo del que habla la zamba de los Chalchaleros. Estoy seguro de que, si Nona transita por él,  conducirá a un lugar de paz, alegría y tanto cariño como el que ella se lleva de muchas, muchas personas. Notaremos su ausencia, pero tenemos la memoria rebosante de momentos casi mágicos. Descansa en paz, querida Nona,  ya has llegado a Catamarca.