Llegar hasta Sira Ascanio

 

Desde que alcanzo a acordarme, recuerdo oír el nombre de Sira Ascanio, siempre con admiración; tardé mucho en conocerla personalmente, aunque sí tuve acceso a su obra en exposiciones colectivas y alguna individual. Por entonces, a mediados de los años 80, solía escribir en las páginas de cultura de un recién nacido Canarias7.

CONVENTO ESPACIO CULTURAL DE GRAN CANARIA: FALLECE Sira Ascanio Gutiérrez,

Una de mis encomiendas consistía en reflejar la actualidad en las artes plásticas de toda la ciudad, y me la recorría casi todos los atardeceres para dar cuenta de las actividades en las grandes salas oficiales o en otras privadas, que iban desde la deslumbrante trayectoria de Marcela Yurfa hasta pequeños destellos aquí y allá, que ocupaban un espacio que muchas veces pasó de marginal a entrar en el cauce general de muchos artistas.

Consciente de que, dados mis conocimientos muy generales en artes plásticas, no entraba nunca en asuntos técnicos, hacía de pregonero anunciando que aquí y allá alguien mostraba su obra. Es evidente que unas me llegaban más que otras, y cuando alguna me golpeaba con mayor impacto, hacía breves lecturas sentimentales pero, por prudencia y respeto, nunca iba más allá. Además, como abundaban entonces las muestras colectivas, en un pequeño espacio periodístico no se podía hacer mucho, porque, aunque algunas respondían a líneas determinadas, cada artista tiene su propia impronta y, desde que haya dos, la muestra es heterogénea.

Así, di cuenta entonces de la irrupción en la vida pública de bastantes nombres que entraban en liza después de la muy aclamada generación del 70. Muchos de ellos vieron en esas cuartillas volanderas su nombre impreso en un medio por primera vez, unos han crecido y ya son referentes culturales, otros se han diluido por razones varias que tienen que ver con el talento, la constancia y, por qué no, el azar, que también juega.

Siempre tuve la sensación de que la obra de Sira Ascanio iría creciendo y por fortuna no me equivoqué. Por razones personales no empezó a andar artísticamente con su generación cronológica, y al darse a conocer en los ochenta muchos pueden asociarla a esa eclosión que hubo en toda España como reflejo de la Movida Madrileña, pero su obra nada tiene que ver con modas; nos llega porque sale de dentro, no hay barnices ni vientos que empujen la velas. Es ella. Cada vez que me enfrentaba a una nueva obra de Sira tenía que subir un escalón para alcanzarla, porque no temía meterse en retos, pues el miedo artístico no iba con ella.

Y sin conocerla personalmente porque nunca dimos con el amigo o la amiga común que nos presentara. Como a veces coincidíamos en algún evento, nos decíamos hola y cada uno seguía su camino. Quienes me conocen saben que mi timidez puede a veces resultar enfermiza en las distancias cortas; luego ya no, pero siempre me cuesta entrar en un nuevo espacio.

Un día fui invitado a dar una charla-coloquio en la biblioteca de CAAM, que estaba aún en sus primeros años.  Entre las personas asistentes estaba Sira. Cuando acabó el acto se me acercó y lo más suave que me dijo fue que yo era muy distante y prepotente, que ponía un muro entre mí y la gente. Se quejaba de que no había forma de hablar conmigo, porque, según ella, tenía el don de desaparecer sin que nadie supiera por dónde o hacia dónde.

Es posible que así fuera entonces, que esa fuese la impresión que daba, pero desde luego no era por prepotencia, era por timidez y pánico escénico que experimento en medio de un salón concurrido, y que sin embargo no me ocurre cuando estoy en una tarima, seguramente porque este que habla, como ahora, es en cierto modo un actor que interpreta un personaje. Es algo muy raro, pero que al final fue el comienzo de una gran amistad que duró siempre, porque creo que, en cierto modo Sira también era así, al menos hace 35 años, porque luego uno aprende incluso de los defectos. De todas formas, entonces imponían mucho las figuras de la cultura muy consagradas, y recuerdo atravesar una sala que se me hacía interminable sorteando corrillos que se formaban alrededor de Chirino, Gallardo, Lola Masieu, Padorno…

Esa sencilla timidez que también acompañaba a Sira, hacía que cuando tenía que expresarse por necesidad, lo hiciera a borbotones. Era como una riada ocasionada por una presa de hormigón que se rompía de golpe. Su obra es a la vez potencia arrasadora y sensibilidad extrema, como ella, una especie de contradicción que llegó y se fue a destiempo, y que seguirá aquí porque su obra es un grito contra el miedo.

Una vez me dijo en una entrevista: «Pinto el Atlántico, a veces, pero no es mi obsesión artística, ni siquiera es algo que repita con frecuencia; me atrae más lo inamovible, lo permanente, las cosas inmutables, aunque sea en apariencia, y el océano es todo lo contrario, siempre en constante movimiento, siempre distinto». Pues aquí queda la obra de Sira, como un pilar granítico.

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