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Nunca la guerra es solución

 

Ha estallado la guerra en el Este de Europa. Putin se arroga heridas históricas de Ucrania a la madre Rusia, miente como lo hacen todos los que ocasionan dolor y destrucción, y, como siempre, la primera víctima de la guerra es la verdad.

 

 

Es posible que esta guerra proceda de un trauma personal de Putin, arrastra a su gente a una aventura irracional, y machaca a Ucrania. Vendrán quienes dirán que los rusos originarios surgieron hace muchos siglos cerca de donde hoy está Kiev, y seguramente es verdad, pero cualquiera que sea la razón que se esgrima es insuficiente para generar tanto sufrimiento. Occidente tal vez tenga parte de culpa, porque no cerró la herida de las fronteras cuando desapareció la URSS.

 

Todo es palabrerío, porque tampoco son ajenos los nacionalismos ruso y ucraniano. El caso es que Europa está en una encrucijada tremenda, porque cualquier respuesta puede extender la guerra más allá de las fronteras de la actual Ucrania. Se habla de la UE, de la OTAN, de las sanciones, de las repercusiones en el precio de la energía de… El ser humano ha vuelto a sacar el reptil que habita en el fondo de su cerebro.

 

Lo más terrible es que esto se desencadena por las obsesiones de un solo hombre que se cree Pedro el Grande, y ha pasado a formar parte de la lista de  esos  personajes históricos que finalmente solo son causantes de muerte, miseria y terror a millones de personas, en el mismo cuadro de honor que otros sátrapas con las manos manchadas de sangre: Hitler, Stalin, Napoleón, Julio César….

 

Rusos y  ucranianos no merecen  estar en manos de dirigentes enloquecidos por el poder. Es tremendo que los medios hablen de esto y de lo otro, y se olvidan de la gente que muere, que sufre, que huye. Ojalá cese esta locura. NO A LA GUERRA.

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¿En qué momento se jodió Venezuela?

 

Ayer fue Día de las Letras Canaria, celebración anual que tomó como referencia la fecha del fallecimiento en 1813 del insigne José Vieja y Clavijo. Cada año, a partir del 21 de febrero, se celebra la vida y la obra de una de nuestras plumas importantes, y estas celebraciones se prolongan durante meses, especialmente en las ferias del libro, con diversos actos en torno a la obra del escritor o la escritora que haya sido elegido por el Parlamento de Canarias. Este año, se recuerda y enaltece merecidamente a Dolores Campos-Herrero, prematuramente desaparecida y sin duda una pionera de las nuevas generaciones literarias sobre todo en Gran Canaria, aparte de la espléndida luz de su obra.

 

Los disturbios en las manifestaciones opositoras en Venezuela dejan tres muertos | Público

 

En 2018, la Biblioteca Insular de Gran Canaria convocó el Premio de Narrativa Breve “Dolores Campos-Herrero”. Resultó ganador de dicho certamen el escritor Sebastián de la Nuez Aránega, con un volumen compuesto de cinco piezas que basculan entre la crónica personal y el relato, un género más practicado en Hispanoamérica que en España, y que por acá se prodiga poco. Anoche tuve el cometido de presentar el libro en sociedad, con cierto retraso, ocasionado por las circunstancias especiales que hemos vivido en los últimos tiempos.

 

Aparte de que siempre serán pocos los homenajes y recordatorios a Dolores Campos-Herrero, se presenta El llanto de la memoria (así se llama el libro) precisamente el Día de Las Letras Canarias que conmemora la estela de la amiga y admirada escritora. Comentaba más arriba que las narraciones que componen el libro levantan acta de un tiempo convulso, y de las impresiones que tiene el escritor en su dilatada estancia en Venezuela, de su visión de Madrid en un tiempo siempre agitado y Las Palmas, representada por la casa familiar de Tafira. Venezuela está en los tres primeros relatos, vista por el ojo crítico de un periodista, y de alguna manera sobrevuelan también el exilio y el desexilio del que hablaba Benedetti, el “Ni soy de aquí, ni soy de allá” de Facundo Cabral. También aparece (seguramente como en la mayoría de los países hispanoamericanos) la pregunta del personaje de Zavalita, que se hace al comienzo de la novela Conversación en La Catedral, “¿en qué momento se había jodido el Perú?”, en este caso Venezuela. ¿Qué fue de aquella Venezuela imaginada por Rómulo Gallegos y que trató de materializar en sus dos presidencias Rómulo Betancourt? No perduró, como el México intentado por Lázaro Cárdenas y otros casos fugaces en las repúblicas americanas.

 

La  última partitura de este volumen es una gran foto coral de Madrid, visto por alguien que viene de fuera y que, palpado el ambiente, se muestra escéptico cuando ve en una exposición la frase “La guerra ha terminado”, y desde luego el más curioso literariamente es el cuarto relato, Como una dalia roja gigantesca, que es una especie de selección de los papeles inéditos de su padre, el inclasificable Antonio de la Nuez Caballero, cuya obra está aún por descubrir en  su amplitud literaria, pues a pocas cosas hizo ascos en el gran abanico de la literatura. Antonio de La Nuez es un escritor curioso, en el sentido de que su curiosidad no tenía límites. Por otra parte, hay escritos y cartas (algunas parcialmente reproducidas) de cuando el joven Antonio era teniente durante la Guerra Civil española, fuera en Teruel o en Madrid, reflexionando sobre la fugacidad de la vida y la inutilidad de la guerra. Son documentos que deberían publicarse y estudiarse en profundidad, porque son claves para entender de primera mano hasta donde puede llegar el odio desencadenado por las palabras. No es lo mismo escribir a toro pasado de una guerra que hacerlo en la trinchera en la que se está produciendo.

 

Sin duda, en este libro está la nostalgia de Canarias y de Venezuela, y de tiempos, de ilusiones y fracasos.  Y debemos comentar, como hizo en su día Vargas Llosa, que el Perú no se jodió en un solo momento, ni Venezuela, ni España, ni ninguna sociedad, incluyendo la canaria. Es la suma de momentos la que hace que algo se resquebraje, justo la lección que no queremos aprender.

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Ya he visto esa película

 

Mañana, Villanueva de la Serena y Don Benito (Badajoz) deciden en sendos referéndums la unión de ambos municipio. Para que esa fusión se produzca,  las dos consultas han de tener más de un 66% de  apoyos, es decir, dos de cada tres de votos en las dos circunscripciones han de ser SI. Según parece, han hecho estudios que dicen que esa fusión traerá beneficios para ambos municipios, y resulta insólito que eso suceda en un Estado en el que la fuerza que más funciona es la centrífuga (dividirse).

 

 

Con ruido de fondo del culebrón Ayuso-Casado, está claro que en el ADN español está la controversia y el enfrentamiento, y se da mucho más valor a lo que nos separa que a lo que los une (luchas por el poder aparte). Ya lo retrató Goya en sus pinturas negras de la Quinta del Sordo.  Antes y después lo hemos vivido y no aprendemos, y solo con mirar un par de siglos para atrás podemos contar la misma historia una y otra vez: Guerra de Sucesión, División durante la Guerra de la Independencia, Guerras Carlistas, los siglos XIX y XX salteados de asonadas, proclamas de secesión, cambios de régimen… El problema siempre es el mismo, yo puedo negociar y acordar con quien acepte mis principios. Vemos muchas veces cómo unas minorías parlamentarias exigen a una mayoría que les pide su apoyo que se lleve adelante su programa. Pasa en la derecha y en la izquierda, y así seguimos.

 

En su carta de renuncia ante el Congreso, el rey Amadeo de Saboya, votado por una mayoría en La Cortes, escribió: «…Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha (la de España), entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles…»  Después de eso, el mismo parlamento que había instaurado una nueva monarquía proclamó de I República.  El primer presidente fue Estanislao Figueras, que intentó sin éxito aunar las voces; aguantó 5 meses, y una noche, sin dimitir ni hacer trámite alguno, se subió al tren que salía para Francia y amaneció en París. Se veía venir, porque poco antes había dicho en el Congreso: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!»

 

Pues con este guineo de catalanes en huida, vascos levantiscos, meapilas farisaicos, monárquicos, republicanos unionistas, republicanos federalistas y la madre que… bueno, que somos un país sin letra en el Himno Nacional porque es imposible que haya un acuerdo. Ahora, este capítulo Ayuso-Egea-Casado poniendo dinamita en las columnas del primer partido de la oposición es más de lo mismo. No está documentalmente probado que lo dijera, pero se atribuye al canciller alemán Bismark esta frase: “España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos intentando autodestruirse y todavía no lo ha conseguido”. Pero bueno, no es mi problema, ya he visto esa película muchas veces, y siempre acaba igual. Es lo que tiene el cine.