AVISO A LOS MAGOS DE ORIENTE
Señores Magos de Oriente:
Hace unos día daba cuenta en mi muro de Facebook (ahora lo amplío para que se tome conciencia de la gravedad del problema) de la decepción de una niña de la familia, Valentina, que con dos años y medio se me quejaba en plena calle de algunos pasos que Papá Noel no había cumplido. Y lo hacía insistentemente, como si estuviera pidiéndome que yo interviniera para poner en orden asuntos del protocolo infantil que el de Laponia había transgredido. Como ya nada puedo hacer para arreglar el desaguisado de Papá Noel, les escribo con el fin que no haya errores en la noche del 5 de enero, porque si así fuera, después de lo ocurrido en Nochebuena, esto va a convertirse en un sindiós.
Les pongo en antecedentes. Antes de irse a dormir el 24 de diciembre, Valentina dejó junto al árbol de Navidad un polvorón y un vaso de leche para que Papá Noel recuperara fuerzas, y una hondilla con agua para que los renos bebieran en su agotadora noche de reparto. Cuando la niña se levantó, recogió sus regalos, pero también se dio cuenta de que el vaso de leche estaba vacío y faltaba el polvorón. Por lo tanto, era deducible que el viejo lapón los había consumido; pero también vio que el recipiente del agua seguía lleno, y enseguida pensó que los pobres renos no habían apagado su sed.
Las quejas que me dio se dirigían a Papá Noel, que no había dejado tomar agua a sus renos, mientras él se atiborraba con el mantecado y la leche. En su inocencia, entendió que el viejo está tan gordo porque se hincha a polvorones y leche en todas las casas. Y Valentina sufría porque los renos se fueron sin beber, aunque yo le dije que tal vez habían bebido mucha agua en otras casas y no tendrían sed. No acabó de aceptar mi teoría y cuando se marchó seguía disgustada por la sed que pasaron los pobres renos.
Y esto es lo que quiero que tengan en cuenta esta noche, señores Magos de Oriente. Cuando pasen por el rincón de las casas en el que los niños y niñas han colocado sus zapatos para indicarles el lugar donde han de dejar los regalos, fíjense bien, porque suelen dejarles agua, leche o cualquier alimento sólido para ustedes, y un puñado de alfalfa o cereales para los camellos, que no necesitan agua porque pueden estar mucho tiempo sin beber. Asegúrense de que los camellos se comen lo que les han dejado los niños, porque así ellos no sufren por los animales como le pasó a Valentina con los renos de Papá Noel, y ya que este es un descuidado, aprovechen para apuntarse un tanto; no olviden que es su competencia.
Señores Magos de Oriente; no me fallen, porque si ocurre algo imprevisto, no sé cómo voy a explicárselo a Valentina. No sean negligentes como el viejo de Laponia. Buen viaje mágico.