Coordinar políticas culturales

 

Cuando llegan tiempos de crisis, donde primero se cierra el grifo es en el área de cultura, y nadie se rasga las vestiduras porque generalmente se entiende que la cultura es un lujo del que se puede prescindir. Y esto habría que mirarlo con detenimiento, porque has diversos aspectos que dignos que analizar.

En primer lugar, habría que establecer lo que cada una de las instituciones públicas que inciden en el área entiende por cultura (casi un centenar en Canarias entre ayuntamientos, cabildos, gobiernos de Canarias y Central), además de entidades privadas que se mueven cerca de este campo. Porque en los presupuestos de cultura entran desde las fiestas tradicionales, con sus fuegos artificiales y bandas de música, hasta  lo más elitista, desde la música clásica a la poesía, sin olvidar que en medio hay un gran espacio ocupado por manifestaciones multitudinarias como la música “pop”, y otras artes plásticas o escénicas.

 

La cuestión es saber cuánto se gasta –con cifras presupuestadas- en Canarias en estos eventos. Si sumamos todo lo antes enumerado, podríamos rebasar los 150 millones de euros, unos 25.000 millones de pesetas, para que se entienda bien. Es evidente que la mitad de esta cantidad va para esas fiestas básicas y tradicionales que en ningún modo pueden faltar porque forman parte esencial de la idiosincrasia de nuestra gente: romerías, procesiones marineras, festivales folclóricos, fiestas singulares como los carnavales, La Rama, el Charco y otras fechas que están grabadas a fuego en la tradición del pueblo canario.

 

La otra mitad de esos 150 millones se dispersa en multitud de actividades sean de música, literatura, artes plásticas, danza, teatro o cualquier otra manifestación cultural, que a menudo se duplica y aun se triplica y que en cada institución se hace según su criterio. Está claro que todos tienen derecho a definir sus políticas culturales, pero el caso es que no suele haber una línea, sino que se va rellenando el calendario a salto de mata, publicando aquí, exponiendo allá, subvencionando una actuación musical acullá.

 

Y de esa manera se dispendia en Canarias al menos la friolera de más de 70 millones de euros, que se gastan con la mejor voluntad pero sin un norte fijo, y eso sin contar con las aportaciones que en forma de sponsorisación hacen firmas comerciales y empresas, lo que podría aproximar la cifra a los 80 millones de euros gastados sin ningún criterio.

 

Cuando empezó la pandemia se dijo aquí y allá que habría que diversificar el riesgo y que el mayor peso no recayera en el turismo. Estamos viendo que dónde dije digo Diego y al final lo que se intenta es volver a lo mismo que había. Si lo que se pretende es que el futuro de Canarias sea el turismo de calidad, tendríamos que diferenciarnos de la desnuda oferta de sol y playa de nuestros competidores más cercanos, que tienen unos costes mucho más bajos y por lo tanto una competitividad tremenda. Canarias tiene que diferenciarse por estar en el mapa mundial de muchas cosas, y si hablamos de gastar esos 80 millones anuales en eventos muy atractivos, muchos se escandalizarían.  Sin embargo, se gastan, muchas veces a la buena de Dios.

 

Y a ello podemos unir lo que se gasta en eventos deportivos también sin una línea determinada. Canarias puede celebrar tres o cuatro eventos anuales de gran envergadura, que atraería la atención de los medios internacionales sin tener que citarlos expresamente. Un torneo de ajedrez, de tenis o de golf, un festival de música de un género concreto como el latino, coronado con primeras figuras mundiales en cada materia, y eso sería suficientemente atractivo para que Canarias figurase en los noticiarios del mundo por el peso de quienes participan. Y no habría que gastar más, sino racionalizar lo que ya se gasta.

 

Para ello habría que sentarse y determinar líneas maestras de actuación en cada área, y de ese modo canarias sería un foco de atención y a la vez nuestra cultura tendría un cauce para salir del aislamiento en que se encuentra, por mucho que digan los teóricos que el centro está ahora en la periferia. El centro está dónde está, y no está en Canarias porque aquí nadie se lo ha propuesto y todo se reduce a ir subvencionando actos que se pierden en el olvido y que no sirven al pueblo, a los creadores y no estoy seguro de que se reflejen en la economía.

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