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El duelo es por los vivos

Vivimos una especie de vida con sordina, en la que cada movimiento ha de ser vigilado, porque no caben errores con ese enemigo invisible que se oculta en su pequeñez. Pero somos conscientes de que, cuando esta amenaza haya desaparecido o al menos esté controlada no seremos los mismos. Y pasará porque la vida se compone de inmediateces, pero también de referencias, memorias y detalles que conforman el tipo de vida que cada uno de nosotros hemos tenido en la cabeza, que no es la misma para todos.

Y esas referencias y esa memoria provienen generalmente de personas, que forman parte de cada uno de nosotros en nuestra pequeña parcela. Y lo terrible es que en este ultimo año, cientos se han ido. A unos se los ha llevado el virus directamente, otros han sufrido de forma indirecta el castigo de los retrasos y la avaricia de atención que exige la pandemia, otros se han ido porque habían cumplido su ciclo vital, pero nunca sabremos qué grado de responsabilidad tiene el virus, aunque no haya fallecido por covid.

El caso que son muchos los nombres, las imágenes y las memorias que nos faltan. Se han ido y tenemos la sensación de que no nos hemos despedido bien. Porque esas referencias funcionan de muchas formas, incluso en los desacuerdos, pero cuando llega la Parca ya no hay estupideces que discutir. He perdido la cuenta de los muertos que han significado algo para mí. No creo que hagamos recuento, pero, si lo hiciéramos, veríamos que se nos ha ido una ingente cantidad de personas que nos alegraron con sus canciones, nos admiraron con su arte y su literatura y hasta chocamos por nuestras distintas formas de encarar la vida y lo que hacemos.

Cada día estamos más solos, y como no quiero dar más importancia a unos que a otros, traigo a la memoria las muertes tan recientes del poeta Justo Jorge Padrón, la del humorista Xayo o la del profesor José Antonio Samper. No todo es covid, pero al final incide indirectamente, y nos estamos quedando solos, y podríamos hacer el mismo listado con referencias de mayor proyección, como Luis Sepúlveda, Armando Manzanero, Lucía Bosé, Luis Eduardo Aute o Juan Marsé. Ya no están, y de alguna forma una parte de nosotros tiene que ver con aquel verso, esa canción, aquel cuadro o esa talla de Neptuno que vigila nuestros baños en Melenara y que salió de talento del escultor Luis Arencibia, que también se ha ido.

Toca por lo tanto entonar una elegía tan grande que abarque tantas pérdidas humanas, artísticas y sociales. Cada persona que se ha ido forma parte de nosotros, y aquí cabe el verso de John Donne “Las campañas doblan por ti”. A todos se nos ha muerto una parte de nuestra personalidad, y por eso tenemos que reinventarnos, resucitar, aunque es seguro que el mundo no será el mismo porque de golpe le han quitado a personas que nos han dado algo que ha pasado a formar parte de nosotros. Demasiado muertos, no quiero llantos, pero tampoco olvido, y alguna vez habrá que despedirlos como merecen. No por ellos, sino por nosotros. El duelo es por los vivos.

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