Algo no va con la migración

 

Es obvio que la avalancha de migrantes a las costas canarias está creando muchos problemas, y más en tiempos de pandemia. Pero no está claro porqué estas dificultades se resolvían hace unos años, cuando hubo otras crisis migratorias con números parecidos a los actuales. Sin duda, algo va mal en todo el operativo, y me temo que depende sobre todo de los despachos, estén estos en Canarias, Madrid o Bruselas.

 

 

Es indignante la inacción de los ministerios del gobierno Central que intervienen en el asunto. Es impresentable que haya inmigrantes abandonados, sin cobijo, sin comida y en unas instalaciones que dejan mucho que desear, tal vez porque en otros momentos anteriores se decidió el cierre de centros de acogida, que, por inactividad, se han convertido en ruinas.

 

Tampoco se entiende esa rigidez del ministerio del Interior para tramitar traslados, y uno se queda perplejo cuando se entera de que impiden subir a un avión a migrantes que tiene sus papeles en regla y un destino peninsular concreto porque allá viven familiares o amigos. Hemos visto que, semanas anteriores, la policía francesa impidió que migrantes que estaban en Euskadi cruzaran el puente de Irún, lo nos lleva a pensar que esa idea de mantener a los migrantes en el filo sur de Europa es una decisión que proviene de Bruselas.

 

Las pateras llegan a las costas canarias y sus ocupantes parecen condenados a quedarse siempre en Canarias, con lo que se crean problemas de ubicación y de otra índole. Y Grande Marlaska viene a Canarias, dice dos tonterías y se vuelve a Madrid sin alumbrar soluciones, o en su caso resuelve a su manera porque está tomada la decisión: nada se mueve y todo a la buena de Dios. Y no podemos olvidarnos de las vidas que se traga el océano en viajes tan arriesgados.

 

Luego oyes comentarios sobre la recuperación del turismo cuando la pandemia vaya cediendo. El cartel que se está creando de Canarias no invita a que alguien se plantee venir de vacaciones a un lugar que está en los medios europeos con el mismo atractivo que Lesbos o Lampedusa, terminales de refugiados y migrantes que huyen de la miseria.

 

Porque una cosa está clara: quienes vienen en patera a nuestras islas no quieren quedarse en ellas, sueñan con saltar al continente, sea España o bien Francia por el pasado colonial francés de algunas naciones de las que provienen. Y parece que hay una orden de que de aquí no se muevan. Es que no es un problema de Canarias, lo es de toda Europa, pero miran para otro lado y dejan que las cosas se pudran. La pandemia no justifica tanta desidia, a no ser que sea programada.

 

Y el pueblo canario sigue perplejo por la incapacidad que manifiestan las autoridades para afrontar el problema. Sabemos que por el camino hay intereses de otros estados que juegan la carta de las migraciones como chantaje, y mafias que organizan el éxodo del que sacan terribles y sangrantes beneficios. Todo eso los sabemos, pero también que el peso de España y sobre todo de Europa es enorme, pero de nada sirve si no se actúa.

 

Vemos al presidente del gobierno de Canarias clamar en el desierto, pero el gobierno central, aunque los ministerios implicados sean del mismo partido que  nuestro presidente se hacen los sordos. Y eso, además de una falta de respeto a nuestra comunidad autónoma, es una terrible falta de humanidad. Es hora de que la sociedad civil canaria levante su voz y exija soluciones a un problema, que es grave, pero que lo será más si quienes pueden tomar decisiones siguen mirando hacia otro lado. Es hora de actuar, por interés propio, por solidaridad y porque es la única manera de que los problemas vayan encontrando soluciones. Da la impresión de que Madrid y Bruselas no solo no aportan salidas, es que parece que son el problema.

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