Debo ser muy torpe o estar en otra dimensión de la realidad, porque en los once meses que llevamos de pandemia oficial veo que se cruzan maneras de ver las cosas que, para mí, son erróneas, aunque, ya digo, pudiera ser que sea yo quien está en otra realidad. Me refiero claramente a esa dicotomía economía-salud, en la que hasta ahora casi siempre salen ganando los teórico de la economía. Y digo que salen ganando porque se suelen aplicar sus recetas, que al final son un desastre para la salud y desde luego no ayudan a la economía.
Primero quisieron salvar el verano de 2020, luego el curso escolar (que es lo único que les ha salido medio bien, de momento) y más tarde el Black Friday, el puente de La Constitución, las Navidades, la Nochevieja y hasta los Reyes. Los resultados se han ido viendo dos o tres semanas después, y ahora, en plena tercera ola, siguen hablando de salvar las Rebajas y se presenta como gran tema la Semana Santa. Menos mal que, al menos en la capital grancanaria, se han olvidado de los Carnavales, aunque van a hacer no sé qué, que desconozco si propicia aglomeraciones. Lo que no puede ser es que se esté constantemente poniendo las pilas a la gente, y cuando llega la hora de la verdad el resultado es que económicamente es un fracaso y sanitariamente un desastre.
Supongo que después de la Semana Santa querrán salvar la campaña de verano de 2021. Según mi elemental forma de discurrir, mientras no se avance en las vacunaciones y vaya creciendo el espacio de inmunidad, cada intento llevará a lo mismo de siempre, contagios, presión sobre el sistema sanitario, y, si se va de las manos, la hecatombe. Por eso la única política que entiendo en estos momentos es la de las máximas restricciones. Ya sé que eso no produce dinero, pero es que cuando abren la mano es peor. Si en lugares como Nueva Zelanda, Australia o Singapur han logrado controlar al bicho, hasta el punto de hacer vida casi normal, ¿por qué no se mira qué han hecho ellos? Y solo han hecho una cosa, primar la salud sobre la economía. Son países con menor crisis económica que España, pero si no era para entrar a saco contra el virus, no entiendo de qué sirven esas ingentes cantidades de dinero que está liberando el Banco Central Europeo.
La única manera de salvar la Semana Santa es controlar el virus, porque de otra forma, ni salud ni economía, y son ya demasiados los muertos que nos está costando esta guerra que se está perdiendo en parte por la insistencia de algunos en salvar su chiringuito. Y los políticos no mueven ficha porque puede costarle votos, así que veremos cómo en plena campaña electoral catalana aquí nadie va a tomar decisiones que crean que puedan perjudicarles en las urnas. Esto más que salvar la Semana Santa se está convirtiendo en un «Sálvese quien pueda», y a los vacunados irregulares me remito.
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