Juventud, violencia y libertad de expresión

 

 

Desde que en 1789 fue proclamada la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la libertad de pensamiento y expresión aparece claramente definida en sus artículos 10 y 11. Luego, las distintas constituciones democráticas que fueron creándose en los siglos XIX y XX pusieron mucho énfasis en estos principios como elementos esenciales de la libertad del ser humano. En organizaciones internacionales se ha reiterado la libertad de expresión en diversos foros, y un ejemplo es las Naciones Unidas, que entre los Derechos Humanos ha puesto el pensamiento y la expresión como puntales de la propia libertad humana.

 

Como en todo principio colectivo el límite de la libertad de expresión está en la línea a partir de la cual empieza el delito, a través de la injuria, la mentira y la degradación de otro ser humano. Para ello, los estados han establecido leyes que son las que marcan esas líneas, y hemos de reconocer que España no se ha distinguido por la claridad en sus sucesivos códigos penales.  En la mente del pueblo y en la jurisprudencia establecida se mezclan muchas cosas, que deberían estar nítidamente señaladas como salvaguarda de un principio tan esencial en la convivencia democrática.

Si la mayor parte de las fuerzas políticas dicen estar de acuerdo en que hay que revisar las leyes para evitar injusticias, la primera crítica que se me ocurre es qué han hecho en más de un año de gobierno de coalición, que no han metido mano a un asunto tan esencial; y como este otros muchos. La pandemia no es disculpa, porque sí que ha habido tiempo para largas sesiones parlamentarias que más bien parecían festivales del insulto, la descalificación y el nihilismo, porque nunca llegaba a concretarse algo sobre cualquier cosa. No es cierto que no haya habido tiempo; sí que lo ha habido, pero se ha perdido.

Lo que ha ocurrido después del ingreso en prisión del rapero Pablo Hasél no tiene pies ni cabeza. Admitiendo sin más discusión (que hay espacio para ella) que al encarcelarlo se atenta contra la libertad de expresión, la respuesta en la calle no tiene lógica. Porque para defender la libertad de expresión se utiliza una violencia desmedida, que es indefendible cuando se llega al saqueo de tiendas, el destrozo de mobiliario urbano y el ataque directo a las fuerzas del orden. Luego viene la discusión sobre si los antidisturbios se pasan, y lo más confuso es que un alto dirigente de uno de los partidos no sólo no condena la violencia, sino que la justifica.

 

Me pregunto qué relación tiene llevarse una chaqueta de una tienda de lujo, o incendiar la moto aparcada de un vecino con la libertad de expresión.  Así que creo que estamos en dos dimensiones distintas, porque si bien es cierto que hay que revisar las leyes, no entiendo cómo engancha todo eso con la violencia irracional desatada en estos días. Esa manera de protesta no solo no es aceptable desde ningún punto de vista, sino que se cae por su propio peso cuando, bajo el argumento de la defensa de la libertad de expresión, también se ataca físicamente a medios de comunicación y profesionales de periodismo.  Creo que este es un momento en el que las fuerzas políticas debieran dar muestras de coherencia y dejarse de hacer partidismo marrullero utilizando una violencia que siempre endosan al otro. Creo que, por ese camino, se están equivocando. Todos. Lo que debemos preguntarnos es qué futuro estamos ofreciendo a las nuevas generaciones. Pero de eso no se habla. Hay que defender con firmeza la libertad de expresión como pilar democrático, pero como diría Ortega y Gasset en este caso “no es esto, no es esto”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.