Desde siempre, la población ha tenido gran respeto por los sanitarios, especialmente los médicos, pues en ellos fía su salud, y espera -y casi siempre consigue- dedicación y confianza. Pero no siempre sucede así, y entonces uno se pregunta si esa persona que dice ejercer la Medicina es apenas un asalariado sin entusiasmo que desprecia -eso demuestra con sus actos- al paciente que lo visita.
Hace unos días, una mujer de mi familia, que tienen cierto padecimiento crónico, se presentó en Consultas Externas de una entidad privada de la parte baja de la ciudad para realizar su seguimiento periódico. Bien es verdad que la minuta corría a cargo de una compañía aseguradora. Por motivos desconocidos por la paciente, se presentaba por primera vez ante un nuevo especialista, puesto que el anterior ya no figuraba en el listado de facultativos de la aseguradora.
La paciente es una mujer sexagenaria, lo mismo que el nuevo doctor. Cuando ella entró en el despacho, se encontró al facultativo con la mascarilla sujeta a la mandíbula y el rostro perfectamente descubierto. Menos mal que mantuvo a la paciente en una alejada silla junto a la pared, como penada. La primera de las dos preguntas que le hizo fue «¿Qué edad tiene?» No preguntó sobre su estado, y cuando hizo la segunda pregunta, «¿Qué está tomando?», sin mediar prueba u observación alguna, decidió que había que liquidar todo el tratamiento, entre los que tenía prescrita un leve dosis de ansiolíticos. Al escuchar el nombre del fármaco, el doctor puso expresión de alarma y sentenció: «Deje de tomar eso, las mujeres de su edad no tienen motivos para tener ansiedad, y si alguna vez les sobreviene se trata yendo a La Iglesia a rezar y a meditar».
La paciente creía estar en medio de una película, que aquello no podía estar pasando en el siglo XXI. Y el médico, sin inmutarse, la citó para el mes siguiente para que le llevase una pruebas de hace varios años, que ni siquiera están en su poder, pues fueron realizadas en una hospitalización y todo ese material quedó en el hospital. Pero lo que más enfadó a la mujer fue que le sobrevino tal perplejidad por el comportamiento incalificable del doctor, que no tuvo capacidad ni de decirle adiós al irse. Y ahora el problema es que tiene miedo de que si presenta una queja en el centro médico, como sería su palabra contra la del médico, le pongan la marca de «conflictiva», y eso podría enturbiar su fluida relación con otros doctores y doctoras que la tratan como es debido, porque cuando se llega a cierta edad no se va al médico, sino a los médicos.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.