Alcanzar una edad tan avabzada es siempre una bendición. Mi padre cumple hoy 95 años y sigue ahí con todas las velas al viento y controlando el timón. Así, sí que merita una vida tan larga, en un recorrido en el que los amigos hacen sombra y muchas generaciones exhiben respeto y afecto cuando se acerca «Antoñito», al que otros llaman «González», que siempre tiene un salida humorística para cualquier situación.
Cuando nació, allá por 1926, empezó a llover sin parar durante siete días con sus noches. Era tanta el agua que no se podía entrar ni salir. Una lluvia que no paraba, como las que cuenta García Márquez en Macondo. Durante mucho tiempo, lo llamaron «Antonio el del temporal», y él siempre se lo ha tomado a coña. Es el sentido del humor probablemente uno de sus secretos biológicos y sociales, porque, siempre que lo nombras en ausencia, aparecen sonrisas de complicidad. Porque sabe separar el humor de la seriedad y en ese sentido es de una sola pieza. Hoy está cumpliendo años y cuando le dije «González (yo lo llamo así), ya 95» él me contestó, «mi trabajo me ha costado». Y es que vivir es laborioso.
Los que no acaba de creerse lo del cambio climático debieran tomar nota de los que está sucediendo. Los especialistas hablan de inviernos exageradamente frío y veranos irrespirables, pero quienes tienen capacidad para influir en que ese cambio se detenga no mueven un solo dedo. Es cierto que aparecen decretos, acuerdos y pactos a 10 o 20 años, pero lo cierto es que la incidencia inmediata en el clima es muy pobre, porque lo que prima, como en la pandemia, es el capitalismo enloquecido e irracional.
My beautiful picture
Hace unos 20 años, estuve unos días es Madrid en enero. Hubo mal tiempo, y se consideraba espectacular que hubiera alguna dificultad en la carretera de El Escorial. Sobre el mediodía comenzó a nevar sobre el centro, Plaza de España concretamente, y la nieve aguantaba unos minutos sobre el suelo y luego se desvanecía. Pero se consideraba una rareza que, aunque fuese durante unos minutos, la nieve cuajara antes de diluirse en la lluvia siguiente. Alguien con años me decía que nunca había visto la Plaza de España blanca. Es decir, contar entonces que en la calle Fuencarral iban a acumularse 50 centímetros de nieve podría considerarse un disparate. Pero ha ocurrido ahora, y en toda la ciudad, hasta el punto de bloquear transportes de trenes y aviones. Los automóviles es que ni los encuentras, enterrados en nieve.
Claro, ahora, quienes niegan el cambio climático dirán qué es eso del calentamiento global con el frío que hace. Ya este argumento lo utilizó Donald Trump durante una tormenta de nieve importante que hubo en el Este de Estados Unidos. Y tiene su explicación, se han roto los equilibrios climáticos de siempre, y las grandes sequías empiezan a ser tan habituales como las inundaciones, las olas de calor sofocante o las tormentas de nieve como Filomena, con consecuencias que no recuerdan los más viejos del lugar. Y ahora toda esa nieve se volverá agua, y esperemos que no haya una especie de veranillo en el que suban rápidamente las temperaturas, porque toda esa nieve acabará en los ríos, que si deshiela muy deprisa puede ser otro gran problema, porque habrá zonas en las que el agua desborde los cauces.
Otro de los detalles que hemos visto en estos días es el centralismo informativo. Media España se congela bajo la nieve y el frío, pero por lo visto el gran problema es Madrid. Cuando sigue la pandemia, cuando hay pueblos aislados, carreteras intransitables y problemas incluso de suministro, la noticia es que había una guerra de bolas de nieve en el centro de Madrid. En Canarias, Filomena ha dejado agua que está entrando en las presas, heladas y nieve en las partes más altas, y derrumbes en las carreteras de cumbre. La gente está contenta, pero el frío especial de estos días tiene algo de mágico, porque te estás congelando y resulta que los termómetros callejeros marcaban 17 grados. Frío de nieve que dicen los campesinos. Ojalá se tome conciencia de que realmente hay un cambio climático, que finalmente también tiene relación con las pandemias. El futuro depende de nosotros como Humanidad.
Cada vez está más claro que quienes llevan el timón de esta sociedad han decidido apostar por la economía, y no quisiera ser tremendista, pero pudiera ser que hasta hayan calculado el coste que tiene en vidas humanas. Como cuando los norteamericanos decidieron entrar a saco en Vietnam, y calcularon los muertos, incapacitados y heridos que iba acostarles y su traducción en dólares. Pero había que hacerlo porque detrás había una industria que empujaba.
Si no es así, no se explica la locura continuada y por capítulos que comenzó con al Black Friday, siguió con el puente de diciembre, y luego Navidad, Nochevieja, Reyes. Ahora dicen que amenaza una terrible tercera ola de contagios. Vamos a ver, eso se sabía desde finales de noviembre. Los dirigentes discutían si en las cenas y almuerzos familiares se sentaban 10, 6 o los comensales que fueran. Luego se ha visto que en esas reuniones familiares se han producido muchos contagios, pero nadie paraba, ni las autoridades ni los medios, que si tales productos para la cena, que si puede haber dos burbujas de convivientes, que si… Y la solución básica es que, lo mismo que no hubo fiestas de La Rama, El Pino o El Charco, dadas las circunstancias se para Halloween, el Black Friday (que a ver de donde salen) y todo hasta el siete de enero. Se pueden mantener los juguetes para la ilusión infantil y poco más. Hay un adagio popular que dice que en tiempos de guerra no se oye misa.
Pero no, lo que podría pararse con un confinamiento estricto mientras se hace la campaña de vacunación, queda al albur de los caprichos de este o aquella, pero siempre está la espada de Damocles de la economía. Me pregunto si hacerlo todo de una vez no resulta menos ruinosos que ir haciéndolo a cuentagotas y alargando sin rumbo. Por lo que veo, algo se les ocurrirá para San Valentín, para carnavales y todo lo que sigue detrás, que ya están protestando porque se ha dicho que este año en Sevilla no hay Semana Santa ni Feria de Abril.
Si a todo esto le sumamos las cabezas locas irresponsables que se creen invulnerables, ya está la tercera ola y todas las que quieran, que es burlarse de las ciudadanía responsable que trata de seguir las normas, y una desconsideración a las víctimas de esta pandemia, que ya empieza a sumar como una guerra. Así que lo único que se me ocurre por enésima vez es hacer una llamada a la cordura, de la gente y de los dirigentes, que hay prioridades vitales sobre las que no se debería pasar. Y pasan.