Es curioso que, en un país en el que hay un fuego en cada esquina, una noticia que se repite todos los años y de la que todos los políticos y comentaristas hablan es el discurso navideño del Rey. Los ocho que ha pronunciado Felipe VI y los casi cuarenta de su padre, podrían despacharse todos con un Buenas noches, feliz Navidad, o algo parecido, porque se limitan a merodear la actualidad del año y desear paz y progreso, pero siempre dando rodeos, de manera que cada cual puede entender lo que quiera.
Luego están los análisis y las reacciones. En cuanto a estas últimas, se podría decir de antemano qué va a decir cada líder político y que posición -a favor o en contra- tomará cada comentarista conocido. Da igual lo que diga, lo alabarán por eso que alguien entendió como una maravilla y lo criticarán porque esas mismas palabras para otros significan otra cosa. Ya digo, puro funambulismo lingüístico, que convierte a todos los discursos en una misma pieza que es casi el arte de decir no diciendo y, por el contrario, el de no decir diciendo. Se analiza el decorado, el portarretratos que falta o que sobra y hasta el color de la corbata. Es como una gran función monologada en el que las apariencias y los símbolos pesan más que las palabras.
Y las omisiones. Siempre hay sectores que se sienten marginados porque creían merecer más atención. El caso es que ese discurso tan elaborado como uno de Groucho, Cantinflas o Les Luthiers, dice lo que a cada cual le conviene que diga, y lo mismo en cuanto a las omisiones. El de esta Nochebuena no fue una excepción. Destacan los medios que habló de la pandemia y la crisis económica; solo hubiera faltado que no lo hiciera con el año que nos ha tocado. Y luego están las frases poéticas que se refieren a la ética, la corrupción y la posible (solo posible) alusión a los asuntos de su padre.
Ahí ha habido disconformidad en unos, porque supongo que querrían algo más explícito, que si lo hubiera dicho pondrían el grito en el cielo porque el Rey no debe hacer política, y menos en su discurso de Navidad. Otros se han mostrado conformes, porque con lo que dijo se entiende, y hasta los ha habido que consideran que el monarca ha dado un puñetazo en la mesa (hay que ver lo que da de sí media docena de palabras evanescentes).
Al menos el Día de Navidad, los medios de cualquier soporte han hecho del discurso del rey su noticia estrella. Repasando medios digitales y viendo las voces editoriales, sorprende una y otra vez cómo las distintas voces parecen haber escuchado cada una un discurso distinto, el que han imaginado. Y si hacemos memoria, salvo la enumeración de algunos hechos destacados durante ese año, los discursos sucesivos casi podrían superponerse, y en realidad son plagios de ediciones anteriores, un corta y pega debidamente lijado y barnizado. La característica fundamental de estos discursos es el ejercicio de ambigüedad que hace parecer al pronunciante un equilibrista en los filos de las páginas del Diccionario de la RAE.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.