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Literatura en tiempo de pandemia

 

No pretendo hacer un artículo personal. Pero es que todo lo que tienen que ver con la cultura me toca muy de cerca, y especialmente la literatura, porque no en vano llevo décadas leyendo libros y escribiendo algunos de vez en cuando. Tal vez puede sonar pretencioso que mis libros sean cultura, pero es que todos lo son, porque aportan voces sobre la sociedad en la que se desarrollan.

Coincide, además, que en estos días se ha puesto en circulación mi nueva novela (se llama “El reloj de Clío”, para decirlo del todo) pero en este trabajo no quiero hablar de ese libro (habrá otro momento y lugar), pero sí contar la sensación tan extraña de ver cómo un libro tuyo sale en medio de un ambiente distinto, como también le sucede a compañeros y compañeras en la escritura, y ahora me vienen a la memoria Pepe Junco, Yolanda Arencibia, Roberto Toledo Pellicer, Andrea Abreu o Alexis Ravelo, entre otros y otras. También ha puesto a circular su disco de poemas musicados de poetas atlánticos el gran compositor y cantante -además de amigo- Eduardo Perdomo. Es como entregar la obra a distancia, y no son posibles los actos entrañables de las presentaciones en las que lo importante era estar con la gente que uno quiere y de la que recibe cariño. Ahora es todo más frío, lejano, aunque supongo que todo se vuelve magia cuando alguien se arrebuja en el sillón y se mete en el texto o se cala los cascos para escuchar cantados los versos de Saulo Torón.

 

Cuando imaginamos el futuro después de la pandemia, hay quien habla de que todo cambiará, y entre otras cosas la forma de comunicar. Es posible, pero yo creo que esa parte humana del calor de la amistad y el público en torno a un libro, un disco, una obra de teatro, una película o una exposición plástica volverán a ser lo que eran. Ahora, con los aforos limitados, la distancia y las mascarillas es como si la separación fuese mayor, aunque en realidad no lo sea. Y, sobre todo, por muy expresivos que sean los ojos, nadie puede negar la caricia que supone una sonrisa abierta.

 

Aunque parezca que me quejo, no lo hago, solo describo una sensación, que al personalizarse se convierte en emoción, y valora en lo que vale las menciones que hacen los amigos y las amigas de tu obra, porque sabes que de alguna forma quieren transmitirte ese abrazo que no podrán darte en una hipotética presentación, porque será muy limitada o porque se verá a través de una pantalla en eso que siempre se llamó retransmisión y ahora llaman streaming.

 

Estoy seguro por ello de que, en el futuro, a quienes nos ha tocado publicar o representar en mitad de la pandemia, esa obra será especial, porque la frialdad del contexto hace que le des más calor, y seguramente ocupará un lugar especial en el listado de tu trayectoria. También estoy convencido de que otras personas que ahora entregan su obra puede que vean las cosas de distinta manera, e incluso habrá quien encuentre excitante la nueva situación. Lo que sí está claro es que la literatura, la cultura, no puede parar, y en nuestras manos está casi el deber de hacerla caminar. Buena semana. Cuídense.

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OCTUBRE

 

Octubre era el mes octavo del calendario romano y ahora es el décimo, porque oficialmente los años comienzan el uno de enero. Pero, de alguna manera, octubre es el mes del inicio de un nuevo ciclo, que llega una semana después del equinoccio de otoño. Los estudiantes, y más quienes hemos dedicado nuestra vida a la enseñanza, tenemos a octubre como el mes en que se entra de lleno en los cursos escolares, aunque ya en septiembre se hayan hecho pruebas y se materialice la burocracia. Todo empieza alrededor de octubre, sea el año judicial o la liga de fútbol, aunque ahora las fechas se fuerzan porque hacen falta más días que antes. El caso es que pocas son las cosas que inician su ciclo el uno de enero, aunque hay algunas. En el campesinado, los períodos de arrendamiento de tierras iban (no sé hoy) de octubre a octubre, porque se preparaban las cosechas, que tenían su final en las trillas de verano.

 

Es decir, octubre es un mes de anclaje de muchas cosas, y curiosamente pasa desapercibido, frente a otros más populares por distintas razones. Y estamos en octubre de 2020, un año que nos ha caído como un golpe sobre la mesa, en el que una pandemia ha sacado de su sitio casi todo. Sin embargo, a pesar de todo, me sigue cayendo bien octubre, el mes que simboliza el otoño, el de las primeras lluvias, en el que, a pesar de todo, se han iniciado nuevos ciclos que tienen que ver con ese calendario agrario y escolar. Yo espero que este octubre nos traiga algo más de esperanza y de ilusión que los meses anteriores, y también toneladas de responsabilidad, porque es muy importante que las cifras de la pandemia se achiquen para que se puede intentar la vida. Por desgracia, no hablamos de abstracciones, sino de personas enfermas y de gente que pierde la vida, y en este punto cualquier cifra es alta. Pero tengo la esperanza de que, a pesar de que no parecen los mejores tiempos, este octubre de 2020 sea lo que siempre fue: el inicio de un un ciclo en el que todo va a mejorar y veamos la salida de este laberinto. Bienvenido, octubre. Danos luz y fuerza.