Los problemas con los inmigrantes en Canarias comenzaron lógicamente en las dos islas más cercanas a África, especialmente en Fuerteventura, que es adonde llegaban las primeras oleadas. El centro de retención establecido al efecto se hizo pequeño y hubo que trasladar a una parte de estas personas a Las Palmas de Gran Canaria, en una isla muy poblada que entonces no había recibido ni una patera. Recientemente han llegado varias, pero aún son escasas, en comparación con las que llegan a Fuerteventura, donde hay establecida una verdadera línea marítima irregular con la pobreza del Magreb y el espacio subsahariano.
Canarias está a 100 kilómetros de Cabo Jubi, y la travesía en patera desde el continente es corta, aunque no deja de ser peligrosa, porque el mar es siempre un enigma, sobre todo cuando es navegado por una embarcación tan endeble. Hay organizaciones que se dedican al mercado de personas, una moderna versión de los esclavistas que asolaban las costas africanas en busca de mano de obra. La diferencia es que aquellos negreros capturaban a los pobres desgraciados que cogían a la fuerza, ahora estos deben pagar una cantidad de dinero que a veces resulta inalcanzable.
Mil veces han definido a Canarias como cruce de caminos y centro atlántico donde confluyen tres continentes; otras tantas los propios canarios han presumido de ello. Y es esta una verdad inalterable desde la antigüedad clásica, en incluso más allá, desde la mitología. Ahora, ese privilegio de estar en todas las rutas se convierte en un problema. Canarias es frontera sur de la UE con el Magreb y toda el Africa subsahariana, y en el pecado lleva la penitencia. Estar en la UE, con un status especial de Región Ultraperíférica, pero dentro al fin y al cabo, hace que el sistema nacido en Schegen se vuelva confuso, porque aunque este bendice la libre circulación interna y promueve comunitarizar las fronteras externas de la UE, no hay una uniformidad en las leyes de los distintos países miembros.
Todos dicen estar de acuerdo, y entienden que es necesario que los estados y la UE asuman este problema como propio, es decir, que es un problema que termina en Canarias pero que corresponde a toda la UE, que es lo que promueve el espíritu de Schegen. Hace casi 20 años parecía que la promesa iba en serio, cuando se acordó endurecer los castigos a las mafias que trafican con personas. El asunto es mucho más complejo, pero por alguna parte hay que empezar.
El pueblo canario ha sido tradicionalmente solidario y acogedor. También ha sido emigrante, sobre todo a Cuba y Venezuela, incluso de forma clandestina, en los años cuarenta, cuando los isleños se aventuraban en el océano sobre barquillos muy endebles; eran pateras que en lugar de 100 kilómetros se atrevía con miles de millas. Por eso, al principio no hubo problema con los inmigrantes africanos. Más tarde, se levantaron voces, que enseguida fueron aplastadas por la mayoría de los canarios bajo la acusación de xenofobia, pero lo cierto es que la situación crea tensiones.
Por qué los inmigrantes viajan a Canarias en peligrosas pateras pagando un dineral, cuando podrían hacerlo en la seguridad de un avión por una cifra muy inferior? Para esta pregunta no hay una respuesta clara, pero sí una hipótesis más que verosímil: es evidente que en los lugares desde donde pueden salir no se les permite embarcar. Si no fuera así, viajarían como turistas y se quedarían, como hacen los sudamericanos ilegales que hay en España. Esto puede obedecer a una estrategia que va más allá de las mafias del mercado de personas; Marruecos estaría tratando de incordiar a España y esto entraría en el mismo marco que el incidente de El Perejil, las declaraciones sobre Ceuta y Melilla, poner como marroquí en mar de Canarias y siempre con el asunto del Sahara como telón de fondo. Claro, que ahora mismo la procedencia es también de Senegal. Pero hablamos de vidas humanas y de un problema político al que no se afronta con se debiera. En todo caso, la actual avalancha de pateras es un problema de toda la UE, no solo de Canarias, pero cuando miramos qué sucede en Grecia con los refugiados todo empieza a sonarnos a palabras huecas.
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