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La comodidad de la ignorancia

 

Creo que ya ha hablado de esto, pero es que la estupidez humana, como el Universo, no tiene límites, en palabras de Einstein. Charles Darwin es uno de los exponentes más claros del enfrentamiento entre lo real y lo fantástico, puesto que las ideas milenarias sobre el ser humano nacen de ideas fantasiosas, indemostrables y fanatizadas.  Nació el 12 de febrero de 1809, hace más de dos siglos, justamente el mismo día que Abraham Lincoln, hecho curioso que se da a veces en la historia, y finalmente ambos preconizaron la dignidad de todo ser vivo –humano o no- por ser fruto de millones de años de trabajo de la naturaleza.

Desde la publicación de El origen de las especies, en 1859, la obra en que Darwin proponía sus tesis debidamente contrastadas científicamente tras varias décadas de viajes e investigaciones, hasta hoy, la ciencia ha chocado frontalmente con la religión, pues unos han defendido el creacionismo y otros la evolución. Lo cierto es que, por muchas vueltas que les hayan dado, las teorías de Darwin se fijan cada día más, puesto que los avances científicos sólo vienen a corroborar lo que  dijo.

Desde hace unos años, en medio de una gran ola de conservadurismo, ha surgido un movimiento que denominan Diseño inteligente, que va más allá que el creacionismo, porque este admite que, después de la creación, pudo producirse una evolución (creacionismo evolutivo). Por su parte, el Diseño inteligente viene a decir que todo en el universo es una obra pensada, que si las hojas del álamo son como son es porque así se decidió, y sus cambios evolutivos también estaban previstos. Y esto vale para todo lo demás.

Hasta Bob Dylan ha entrado en ese asunto, cuando publicó la canción Man gave name to all the animals (el hombre le puso nombres a todos los animales). Esta canción ha sido interpretada ideológicamente desde ambos puntos de vista, y Dylan no se ha pronunciado. El caso es que todo viene de Darwin y, por supuesto, choca con la religión, como en otros tiempos chocaron Galileo, Copérnico o Miguel Servet. El Diseño inteligente pretende que los tigres, los limoneros y, por supuesto, los seres humanos fueron creados tal cual hoy los conocemos, despreciando toda la arqueología que demuestra lo contrario y las lecciones que nos da el gran avance del desciframiento del genoma.

Es el empecinamiento de siempre (sabe a jabón, pero es queso). Basta con echar una mirada cotidiana al mundo para darse cuenta de que los osos polares son blancos para confundirse con la nieve y los osos pirenaicos son de un color entre gris y marrón para mimetizarse con el paisaje de Los Pirineos. Y así todo, porque en verano se nos aclara el pelo con el sol, la playa y el salitre. Pero hacen oídos sordos, y en Roma se han rearmado para aliarse con los protestantes, episcopalianos y evangelistas ultraconservadores, porque lo que interesa finalmente es decir que Dios existe. Y digo yo: ¿Es incompatible la existencia de Dios con la evolución? Con lo que es incompatible el darwinismo es con el relato del Génesis, pero al fin y al cabo el libro atribuido a Moisés es sólo literatura fantástica. Debe ser que la ignorancia es muy cómoda porque no invita a pensar.

Por ello, a estas alturas de la pandemia, con la evidencia del número de muertos, enfermos con secuelas, y un desastre económico y social, no consigo entender las negligencias y la torpeza de quienes tienen responsabilidades y los comportamientos irracionales de buena parte de la población, que como no ve el virus, debe creer que no existe, aparte de las teorías conspiranoicas que rebasan la imaginación de cualquier ficción futurista. Pero, claro, debe ser más cómodo creer que La Tierra es plana.

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Pájaros de la suciedad

 

El anuncio de que el Rey Emérito se va es como el eco de una vieja campana que resuena en la historia de España de los últimos siglos. El adagio popular dice que, cuando a alguien le sale mal todo lo que emprende, es que “lo cagó una paloma”. Al escuchar la noticia de las cartas que se han intercambiado Juan Carlos I y Felipe VI, me he visto en la consecuencia periodística de comentarlo, y para hacerlo he tratado de refrescar la memoria española desde el siglo XVIII, y entrar de lleno en lo se da por sabido, palpando cada episodio, ha hecho que me inunde la tristeza, porque parece que a España, en lugar de una paloma ha sido una bandada de aves oscuras las que han cubierto de suciedad la historia y la vida cotidiana de un país que ha tenido que aguantar el egoísmo y las ansias de poder de unos y de otros, pagando con sufrimientos terribles, el mayor de los cuales ha sido el enfrentamiento por intereses de los que maquinan la política y la economía, que al final se confunden, como los que confunden las aves que llenan de detritus la convivencia y que siempre salen limpias porque para eso vuela por encima.

Vidriera de la Iglesia de Santa Teresita (Las Palmas). Autor: José Antonio Giraldo.

Por no ir más lejos, Felipe V, el primero de los Borbones, fue un hombre enfermizo, y el verdadero poder estuvo en manos de validos y terratenientes, cuya correa de transmisión era su segunda esposa, Isabel de Farnesio. Todo esto lo sabía Galdós hace más de cien años, pero por lo visto de poco sirvió poner las cartas boca arriba, que es lo que hizo en todo su inmensa y certera obra, porque estamos igual que cualquier momento que elijamos al azar en los últimos tres siglos. El propio Felipe V murió lejos de España, pues se refugió (o lo refugiaron) en Versalles para que allí languideciera al supuesto cobijo de su pariente Luis XVI.

 

Y así, hay una lista con raras excepciones de jefes del Estado español que acabaron lejos:  Carlos IV y Alfonso XIII en Roma, Isabel II en París, y en el exilio los presidentes de la II República, porque los de la primera se integraron en la Restauración de la monarquía alfonsina, pues fue Alfonso XII uno de los pocos que aguantó en Madrid hasta el final, pero es que morir a los 28 años es una buena razón para no tener tiempo ni de crearse enemigos. Y la tristeza y la rabia de ver qué raza de políticos y hacendados hemos tenido es que uno de los pocos que consumió su biología en el poder fue el general Franco.

 

¿Y a dónde va a irse a vivir el Rey Emérito (si es que conserva ese título)? ¿A Roma, donde nació? ¿Al portugués Estoril donde debe haber una villa en la que pasó su niñez? ¿A Londres, con su cuñado Constantino de Grecia, amparados en el parentesco con la inmortal reina Isabel? ¿A un refugio caribeño a la sombra de una de esas “democracias” del patio trasero norteamericano? Es posible que incluso sea un secreto, lo cual sería más triste aún, porque se supone que quien ha liderado un país hecho trizas hacia la concordia merecería otro destino. Pero es que estamos enterándonos de lo que ya sabíamos, y es como en la escena de Casablanca en la que el Comisario Renault dice hipócritamente “en este local se juega, detengan a los culpables”, mientras se mete en el bolsillo las ganancias que le pasa el crupier. Muchos de los que ahora gritan escandalizados estuvieron en la pomada, cuando no fueron cómplices del silencio en los medios, porque en las barras de Madrid eran asuntos bien conocidos y comentados.

 

Ahora ya no sabemos si va a ser un rey exiliado, retirado o escondido. Lo que sí está claro es que, mientras la economía española es una gran deuda, la gente sigue enfermando por una pandemia y la incertidumbre y el miedo se agazapan ante un futuro complicado, el asunto estrella es el empeño de unos de acabar con la monarquía y de otros en mantenerla a toda costa. Mientras tanto, es agosto, el Parlamento, el Gobierno y la cordura se van de vacaciones, y el asunto del Rey Emérito es simplemente carnaza para los medios. Cada vez tengo más claro que lo de la paloma, el buitre o el cuervo que anda suelto de vientre sobre nosotros va a ser verdad. Llevo horas buscando entre la dirigencia a alguien para salvarlo de tanta infamia, como hizo Yahvé con Lot en Sodoma, y la verdad es que todavía no lo he encontrado. ¿No queda nadie en la política con dos dedos de frente? Es que podemos acabar convertidos en estatuas de sal.