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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 57: Fachadas y caretos. (10/05/2020).

 

El edificio de enfrente, donde cada tarde se han fortalecido relaciones humanas y han nacido otras, parece que ya está pintado del todo. A pesar de sábado, ayer estuvieron los pintores dando la última mano y ajustando detalles de la fachada. Ha dejado de ser la casa tigre y ya solo falta que  retiren los andamios y podamos tener una vista sin obstáculos de las ventanas por las que se nos han colado en el corazón muchas personas, especialmente los dos niños. Eso le ha sucedido a algunos edificios que estaban en reformas, y el andamiaje es como una segunda capa. En otros casos ha sido peor, porque las fachadas estaban cubiertas por seguridad con una especie de cortina plástica.

Ayer fui a cortarme el pelo. Me hice una foto, la colgué en Facebook y ahora es mi perfil de WhatsApp, por si algún amigo quiere ver cómo ha quedado el careto después de ir a la peluquería. La verdad es que me sentí seguro, con Alberto, mi peluquero, que sucede a su padre, Pepe, ya jubilado, y que se convirtió en una institución en la esquinita de las calles Perojo y Cebrián. Las medidas de seguridad resultan algo engorrosas, como ocurre con todo porque estamos defendiéndonos de un enemigo invisible. Hay que hacerlo si queremos seguir avanzando.

Ayer volvimos a mostrar globos a Sofía y Diego. Como siempre, es un regalo su sonrisa de agradecimiento. Sofía se olvidó de su perro de madera y retornó con sus maracas rojas y verdes, saludando a cuantas personas se asoman, porque es admirable la memoria que tiene para los nombres. Mi compañera la pudo ver por la mañana, mientras paseaba con su padre, y me cuenta que es un comino, que le hablaba desde la acera. Así que es un tiempo esperanzado y expectante, porque no acabamos de fiarnos de esa minoría a la que todo esto debe parecerle un juego. Y no lo es. Menos mal que Sofía y Diego dan esperanza. Buen domingo.

Por cierto, hoy es el 177 aniversario del nacimiento de Galdós, hay actividades todo el día en las páginas del Ayuntamiento, el Cabildo y la Casa Museo Pérez Galdós.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 56: Acuarelas y perros. (09/05/2020).

 

Ayer se decidieron las zonas que pasan a la fase 1 de desconfinamiento. Como suele ocurrir en asuntos tan difusos, nunca llueve a gusto de todos, porque Madrid ha quedado fuera, y me temo una reacción en masa contra el gobierno. Poco importa que no cumpla los criterios sanitarios exigidos, porque por lo visto pesa más el factor económico, porque antes había dimitido la Consejera de Sanidad y la presidenta madrileña solicitó la fase 1 después de una reunión con empresarios, según sus propias palabras. Esto es una montaña rusa, y mientras por un lado se habla de nuevos rebrotes, he leído en prensa que los japoneses dicen haber conseguido un medicamento que es capaz de evitar el contagio y detener la infección. Ojalá esas noticias positivas cristalicen en realidades, porque el mundo necesita salir de esta locura.

Durante los días de encierro, hay personas que han conseguido dar rienda suelta a su vena artística. Ana Salgado es una de mis vecinas y amigas del otro lado de la calle; su nombre no debe serles ajeno por su vinculación con el arte y la apuesta por la naturaleza. Ha pintado una serie de acuarelas, algunas de las cuales me ha hecho llegar por medios tecnológicos. Aparte de su belleza, la curiosidad es que los colores se consiguen con productos propios de nuestra tierra, tintes naturales de cochinilla, tuno indio, azafrán, café y vino (los tres canarios), codeso, parrilla y otros elementos naturales que son capaces de generar el espléndido colorido que queda reflejado en sus pinturas.

Cuando ayer salió Sofía, lo hizo acompañada de toda su familia, a la que añadió el perro, que acompañó los aplausos con sus ladridos, y otro perro de madera en las manos. Uno de los canes se llama Toba, lo que no tengo claro es si ese nombre corresponde al de verdad o al de madera. Como tiene costumbre de que le mostremos cosas, para corresponder al perro tuvimos que presentarle un gato blanco de peluche, del que Sofía reclamó el nombre y la llamamos Luna, por lo que automáticamente se transformó en gata, pero Sofía seguía empeñada en que era un perro. Y si Sofía quiere que la gata se convierta en perro, hágase. No vamos a estar regateando ilusión a una niña que tanto no ayuda con su presencia. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 55: La casa tigre. (08/05/2020).

 

Nunca me olvido de las personas que ya no están. Cada día se me estremece el alma por los fallecidos debido a la pandemia, y cuando usan los muertos como números estadísticos. Ya sé que de alguna manera hay que ir midiendo cada parámetro, pero aunque así sea da escalofríos pensar en esas miles de vidas segadas. También me da mucha rabia la ligereza con la que algunos tratan este asunto como si fuera un equilibrio entre vidas humanas y marcadores económicos. Las personas fallecidas merecen un enorme respeto, y también los familiares, que no han podido siquiera hacer una mínima despedida. Los muertos se cuentan, pero no son números, son personas.

Ya no sé qué pensar de la calle. Por una parte veo a muchos personas que salen a la hora estipulada a dar sus paseos, con mascarilla y guardando la distancia física. Luego veo que entre la mayoría de personas responsables, hay quienes se paran, hablan desde muy cerca y a veces sin mascarilla. La idea es que no hay que dar oportunidades al virus, y basta que alguien meta la pata para que esto no pare. Entiendo el riesgo que corren quienes tienen que trabajar y desplazarse de un lugar a otro, o estar por obligación en un recinto cerrado que atiende al público, pero lo que no entiendo es que se corran riesgos innecesarios, porque se está jugando con la salud de todos. Así que esa gente que piensa que todo es Jauja debería reflexionar y ser más solidaria.

Aunque ayer amaneció brumoso en la ciudad, la tarde quedó despejada y luminosa. Los vecinos salimos cada tarde a compartir ese espacio común entre dos calles. Los operarios de la pintura siguen trabajando y creo que pronto darán la pintada definitiva. Ahora mismo, el edificio parece la piel extendida de un animal con manchas, con rayas aquí y allá, acaso un tigre, y va a recuperar el esplendor que siempre tuvo la casa. Sofía pidió que mi compañera le enseñara un muñeco que, de lejos, tiene un aire a Diego, de tal manera que lo ha rebautizado con el nombre de su hermano. Ella no se queda atrás y nos ha enseñado una muñeca que llama Eva, seguramente porque se olvidó de la ropa. Siempre hay algo nuevo, la inocencia es creativa. Buen viernes.