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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 54: Sopladeras. (07/05/2020).

Lo futbolistas profesionales serán testeados, como medida preventiva, antes de pasar a los entrenamientos. Esta noticia no sería sorprendente si fuese la norma general entre la ciudadanía que tiene que incorporarse al trabajo, especialmente quienes tienen que tratar con el público, y sobre todo al personal sanitario que se enfrenta cada minuto con el peligro de contagio. Desde que empezó la pandemia, se ha proclamado lo importantes que son profesiones como las sanitarias, y otras que muchas veces tienen una consideración social (y económica) que generalmente las hace invisibles, aunque para la sociedad sea imposible vivir sin su trabajo. Se ha dicho que ya los héroes no son los futbolistas multimillonarios, sino las personas que nos hacen posible la vida, y ahora resulta que para ellos sí que hay las pruebas que se dilatan o se niegan a los sanitarios. Y, claro, sorprende que haya estas distintas varas de medir.

Por otra parte, ayer se aprobó una nueva prórroga del Estado de Alarma, y todos esperamos que en adelante haya una mejor comunicación entre las distintas administraciones, y que en estas dos semanas se generen ideas para combinar el desconfinamiento con la coordinación de todos los niveles que van desde el gobierno central a los ayuntamientos, que son los que están más cerca del día a día de la aplicación de un plan muy complejo. Juristas hay para ello. Ojalá cambien las actitudes entre los partidos políticos porque me parece suicida jugar a politiquerías con algo tan grave. Y vuelvo a insistir en que hay que ser responsables con las medidas preventivas cuando salgan a la calle. Por favor, un poco de sentido común y pensemos no solo en nosotros.

De paso hacia la farmacia, conseguí la última bolsita de sopladeras que le quedaban a un estanco del barrio. Queríamos dar una alegría a los niños y armamos un ramillete. Pusimos los nombres de Sofía y Diego en sendos globos, pero como había más, escribimos los nombres de sus padres y de las demás vecinas con las que hablamos cada tarde. El viento se confabulaba con la fragilidad (o la vejez) de la goma, y algunas se rompieron, pero mereció la pena por la risa de Sofía y los gritos de Diego, que entendieron perfectamente el mensaje. A veces los gestos comunican más que las palabras. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 53: Poder y responsabilidad. (06/05/2020).

No sé si ustedes tienen esa sensación, pero esta situación en medio de la pandemia se nos han ido metiendo en la conducta que a veces se da un encontronazo con lo que siempre hemos vivido. Me pongo a ver una película, y en ella aparecen escenas de la vida cotidiana, gente que se saluda, se abraza o se reúne en grupos a charlar o a cualquier otra actividad. Hay momentos en que visualmente me choca, porque los personajes de la película contravienen todas las recomendaciones que cada día nos recuerdan y que llaman distanciamiento social, expresión que no me gusta porque se trata de distancia física, que no debiera influir en los afectos y en las complicidades de la gente que tiene un trato habitual. Cuando se conjure esta pandemia y podamos ser como siempre, probablemente nuestros comportamientos no serán automáticamente como los de antes. Supongo que llevará tiempo.

Hoy se vota en el Congreso la ampliación del Estado de Alarma, y cuando escribo esto no tengo ni idea de si al final se reunirán los votos necesarios. Desconozco qué consecuencias jurídicas, económicas y sobre todo sanitarias tendría un voto negativo del Congreso, aunque espero que nuestros dirigentes, sean gobierno u oposición, sepan qué es lo que tienen entre manos y todo sea una secuencia más del inoportuno juego político que tiene unos y otros. Los bulos, las conductas temerarias de algunos ciudadanos y el cacareo permanente de políticos y voceros afines generan más inquietud y ansiedad en una población que ya tiene bastante con la que se nos ha venido encima. Por eso es hora de pedir a todas las fuerzas políticas mesura y sentido común, porque ya saben aquello de que el poder (todos lo tienen de alguna forma) implica responsabilidad.

De estos hablamos ayer de ventana a ventana, e incluso una vecina nos decía que había que poner una bandera blanca (o similar), para pedir ese sentido de estado que ahora es más necesario que nunca. Ante estas propuestas uno siempre duda, porque no está seguro de si, al hacerlo, está alimentando intenciones políticas que no conoce, porque no se dice de donde proviene la propuesta. Así que, algunos sacaron un folio blanco a modo de bandera, y como aquello resultaba una novedad, Sofía demandó el suyo y se puso a ondearlo por su ventana, imitada inmediatamente por Diego (no recuerdo un bebé tan espabilado como él, menos cuando pasea dormido en la mochila. Por cierto, no solo Sofía y Diego animan, también sus padres, una pareja joven y alegre, y Angie, la enfermera, que también reparte alegría y juventud. Ya es miércoles. Salud y buen día.

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Sobre la verdad

 

Si tratamos de desentrañar en profundidad un término tan común como la verdad, nos saldría un tratado polidimensional y sobre todo, enorme. La Rae, sin embargo, en su primera acepción, lo resuelve en un renglón: conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. Es decir, lo que fuere que definamos ha de estar de acuerdo con lo que de ello se piensa, con lo cual la propia definición encierra una gran contradicción sobre el significado de una palabra que, muy a menudo, aunque sea algo esencial, se ve según la mente que lo piensa. De ahí que últimamente se usa mucho la expresión “mi verdad”, y realmente es así, porque las cosas son para cada uno de la manera que se ajustan o divergen de su manera de pensar.

En estos tiempos de angustia y turbulencias, asombra que haya quienes se olviden del asunto básico y se vayan por las ramas de pretensiones, que, siendo legítimas, en este momento lo único que hacen es distraer del problema común que a todos nos atañe. Y se juega con el concepto verdad, que si ese oculta, que si aquella exagera, que si este miente directamente. En este juego se echan pulsos incompresibles, porque creo que habría que estar remando junto a quienes se supone que tienen que llevar la nave a puerto.  El problema es que unos dicen que los otros no se suman y los otros que los primeros no cuentan con ellos. Ante versiones tan opuestas, me pregunto cuánto de verdad hay en cada una de ellas. La ciudadanía debe confiar en sus dirigentes, pero estos, ocupen el lugar que ocupen en el juego político, tienen que estar a la altura del interés general, y este ahora mismo no es otro que tratar de salir  de este laberinto.

En estos momentos, hay visiones diversas. Una es que hay que velar por la salud a toda costa; otra que hay que ir reactivando la actividad porque eso puede causar más problemas de todo tipo que el propio virus. Y ambas ideas tienen sentido, por lo que lo lógico es que las dos se combinen con el máximo cuidado, porque precisamente ahí no hay una verdad absoluta e inamovible. En la búsqueda de soluciones tendría que haber un diálogo abierto para alcanzar acuerdos que traten de conjugar todas estas premisas. En estas condiciones, se puede cometer errores, pero lo que no se puede es imponer por un lado o tratar de destruir por el otro. Eso es lo que crea angustia a la ciudadanía, más que el confinamiento. Y sobre todo, se necesita claridad.

Luego está la gente. Si la política, la empresa y las finanzas tienen una gran responsabilidad y existe la necesidad imperiosa de que se entiendan, la ciudadanía debe cumplir su parte, que no es poca. Ya suena como un mantra que en estos momentos la mejor vacuna es seguir las normas higiénicas y de distanciamiento físico, que no social. Exigimos a quienes están en el puente de mando que cumplan con su deber mirando por toda la gente, pero también debemos exigir a las personas que no se salten las indicaciones, porque entre todos hemos de salir de este mal sueño. Las personas también tienen una gran responsabilidad, como individuos y como grupo social, y es misión de todos que cada uno haga exactamente lo que debe y se abstenga de lo que no debe. Y como estrambote, que empiecen a aparecer en las farmacias o donde sea las mascarillas, los guantes y el alcohol que se necesitan para hacer las cosas bien. Esa es la única verdad que ahora nos vale.