Como hoy entramos en la Fase 1 del desconfinamiento, he hecho una variación en el título de este diario. No sería exacto llamar cuarentena a algo que ya no lo es, y aunque vamos con todas las precauciones que nos recomiendan, hemos entrado en un período en el que el mundo en el que nos movemos puede rebasar nuestra propia casa. Por lo tanto, creo que hemos de tratar de poner de nuestra parte, tanto en disciplina como en ánimo, para de esta manera ir saliendo de la situación, y recuperar los espacios físicos que hasta ahora nos estaban vedados. Si queremos que esta sociedad respire, no olvidemos los pequeños comercios de nuestro barrio, la panadería de la esquina, el estanco de toda la vida, y dar preferencia a los productos de la tierra para que el sector primario pueda vender sus productos. Cuando vayamos a las terrazas, no sería bueno que se ocupe una mesa durante horas con dos cafés. Seamos generosos y solidarios con la terraza que ha abierto y con la gente que también quiere su consumición. Pensemos en los pequeños, los gigantes ya se las apañan muy bien, que siempre tienen recursos.
Como consecuencia de este episodio, ha cambiado la manera de acercarnos a las personas y a los espacios, que también forman parte de nuestra vida. Tenemos la sensación de que se no hemos podido celebrar con normalidad el cumpleaños de Galdós, que fue ayer, aunque virtualmente hubo intervenciones de muchas personas de la cultura y la sociedad recordando a nuestro paisano. Coincide también en estos días la edición electrónica realizada por ATTK de El imposible amor, que Santiago Gil ha llamado nouvelle, y que tiene en la mente a ese Madrid que es también una memoria del autor y que cuenta los obstáculos de una pareja de enamorados separada en una ciudad parcelada por el confinamiento, palabra que aparece también cuando se habla del destierro de cuatro meses en Fuerteventura de Unamuno, cuyos sonetos han pasado también estos días por mis manos.
Tenemos que tomar estas nuevas etapas con responsabilidad pero también echar mano del sentido del humor, porque incluso cuando lleguemos a eso que llaman nueva normalidad vemos que tiene mucho de nueva pero muy poco de normalidad, palabra que aplicamos al tipo de vida que hemos hecho siempre. Pero hay que seguir, porque es necesario ir avanzando, siempre con la alerta de hacerlo bien. Ayer por la tarde, como siempre, salimos a vernos las caras, y como tardé un poco Sofía me llamó. Pasa lista, es la jefa, aunque ayer Diego logró quitarle una de las maracas, que salió volando por la ventana y se paró en uno de los andamios. Supongo que hoy los pintores se la devolverán. Buena semana.
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